Editorial del programa del sábado 8 de Mayo de 2010
Mañana se cumple el 65º Aniversario de la Victoria en la Segunda Guerra Mundial y la humanidad toda, quien más y quien menos, celebrará esta inolvidable hazaña escrita -principalmente- con la de-cisión, sacrificio y valentía del pueblo soviético y de los movimientos de resistencia de los países ocupados por la Alemania nazi. Por eso, el acto central será en la Plaza Roja de Moscú, hacia donde partieron presidentes de más de 30 países y militares de distintas nacionali-dades que se sumarán al desfile de la victoria del Ejército ruso.
Es cierto que hubo participación de las denominadas fuerzas aliadas conformadas por británicos, franceses y yanquis, pero la misma se transformó en ayuda concreta cuando la contraofensiva del Ejército Rojo ya era incontenible y el capitalismo internacional entró en pánico ante "la marea roja" que se avecinaba.
26 millones fueron las víctimas fatales del pueblo soviético, de esas más de 100 nacionalidades que conformaban aquella primera expe-riencia mundial de un mundo nuevo y solidario, basado en la igualdad, la paz y la fraternidad entre los pueblos.
Armenia, nuestra Madre Patria, la pequeña porción del histórico te-rritorio que logró ser conservado para construir un hogar nacional donde se mantuvieran los valores que hacen a la identidad armenia, formaba parte de aquella Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Y su dirigencia y pueblo no dudaron un instante en alinearse junto a sus hermanos en la lucha contra la maquinaria genocida nazi que había osado pisar e invadir el suelo de la patria grande.
Convocados por el líder soviético de entonces, José Stalin, fueron más de 600 mil los armenios que se sumaron a las distintas estructuras de combate de la Unión Soviética y otros centenares de miles los que formaron parte de los movimientos de resistencia en la Europa ocupada y de los ejércitos aliados.
Y así como decenas de miles marcharon a los campos de batalla y se pusieron en la primera línea de fuego, hubo otros centenares de miles en Armenia, en las otras Repúblicas Soviéticas y en cada país donde existía una comunidad establecida, que no dudaron en cumplir con su compromiso en la retaguardia. En Armenia, alcanzando niveles de producción inimaginables para un período de guerra, tratando de asegurar que nada le falte a quienes estaban en el frente. En la Eu-ropa ocupada, para contribuir con aquellos que decidieron incor-porarse al clandestino movimiento armado de resistencia; y en la diáspora, para que todos aquellos que combatían para garantizar el triunfo soviético (y con ello, la existencia de Armenia), sintieran la solidaridad activa de sus hermanos. Fue así como la diáspora armenia logró recolectar los fondos necesarios para la compra de taques, que a mediados de 1944 entraron en combate bajo la denominación de "Sasuntsí Davit".
Se calcula que fueron algo más de 200 mil los armenios quienes cayeron en los campos de batalla. Otros muchos regresaron con heridas y mutilaciones que no pudieron sanar nunca más. Pero ellos, junto a los otros centenares de miles de compatriotas, escribieron páginas de oro en la historia del pueblo armenio, ya que fueron actores y partícipes decisivos en la liberación de muchísimas ciudades y paí-ses soviéticos y europeos, llegando hasta la mismísima Berlín, donde la 89ª División Armenia "Tamanian" llegó a fines de abril y participó en los combates por la toma del nido de ratas facistas. Emociona hasta las lágrimas ver las imágenes que eternizan aquel glorioso instante en el que los soldados armenios bailan el "kocharí" bajo los muros de destruido parlamento alemán, donde flameaba la Bandera Roja de la Victoria.
No quedan dudas, si es que alguno aún puede tenerla, que la Se-gunda Guerra Mundial, o como la denominan en Armenia, la Gran Guerra Patria, es parte fundamental de nuestra historia, le guste o no a la Federación Revolucionaria Armenia-Tashnagtsutiún, que pre-tende atribuirse un rol hegemónico en nuestra historia contemporá-nea y que por todos los medios intenta ningunear esta brillante página de la historia, debido no sólo a su nulo rol positivo en la victoria, sino a que equivocó el bando donde alinearse, sumando estructura y mi-les de hombres a las filas del genocida ejército nazi, con el trístemente recordado general Tro a la cabeza.
La abrumadora mayoría de la armenidad, incluso muchísimas fami-lias de orientación tashnagtsagán, veían en el triunfo de la Unión So-viética la única garantía para la continuidad de la existencia de la Madre Patria, y se alinearon brindando todo su apoyo moral y material a esos millones de hombres y mujeres que resistieron, primero, y que luego echaron como ratas a lo invasores.
Para ellos, para quienes dieron su vida, para quienes combatieron, para quienes con esfuerzo y sacrificio hicieron de la retaguardia un frente inquebrantable para los traidores internos, nuestro merecido, sincero y permanente homenaje. Porque sobre la memoria de aquel pasado de gloria basamos nuestras esperanzas y nuestra lucha para construir la nueva sociedad socialista que garantice un futuro mejor para todos.
Adrián Lomlomdjian
Director
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