lunes, 9 de agosto de 2010

54 años… y seguimos andando

Audición radial LA VOZ ARMENIA, Buenos Aires, República Argentina
Editorial del programa del sábado 7 de Agosto de 2010

Cuando allá por 1956 Nubar, mi papá, transmitía desde los estudios de Radio del Pueblo el primer programa de LA VOZ ARMENIA, seguramente vivió infinitas sensaciones y por su cabeza pasaron decenas de ideas relacionadas al camino que comenzaba a recorrer, al desarrollo del mismo y a su compromiso para poder cumplir con los objetivos tomados.
Lo mucho que les pueda contar, incluso detallándoselos, no alcanzaría para que tomen real dimensión de todo lo transcurrido a lo largo de estas décadas, principalmente todo lo que vivió Nubar mientras estuvo al frente de este programa, de su VOZ ARMENIA.
Asegurar que Nubar vivió momentos de mucha tristeza y de dolor a lo largo de las más de cuatro décadas durante las que le tocó mantener la audición “casi en soledad”, resulta una obviendad. Y no voy a hacer referencia a esos malos momentos, porque él no me lo hubiera permitido, y mucho menos durante un nuevo aniversario del programa.
Optaré por compartir con Ustedes mis reflexiones sobre todo lo bueno y toda la felicidad que considero que le deparó LA VOZ ARMENIA a su alma mater, a mi siempre presente Nubar.
Llegado desde muy chico, a los 8 años de edad, desde la lejana ciudad siria de Alepo a lo que sería poteriormente “su Buenos Aires querido”, Nubar mantuvo casi inquebrantable su ser armenio sin que ello le significara cerrarse a nada de lo que este país estaba dispuesto a brindarle.
Hijo de sobrevivientes del genocidio –nació en 1923, apenitas después que su familia tuvo que huir de su Marash ante el comienzo de una nueva oleada de matanzas llevadas adelante por las autoridades turcas- hizo de la memoria histórica un baluarte de su acción cotidiana, que complementaba de manera extraordinaria con una visión por demás progresista y comprometida con el presente que le tocaba vivir.
Se decía armenio, pero hizo del tango su música de cabecera; vivía por y para la armenidad, pero también desarrolló una instensa vida artístico-cultural y social por fuera de ella; soñó siempre con volver a la Armenia Renacida, pero jamás dejó de considerar a Buenos Aires “su” y “nuestro” lugar en el mundo; impuso la lengua armenia como idioma hogareño, pero desarrolló el español de una manera virtuosa para un extranjero con tán sólo séptimo grado, llegando a obtener el título de locutor oficial; mantuvo firmes sus convicciones ideológicas, pero jamás permitió que las mismas lo priven de disfrutar del cariño y la amistad de quienes no las compartían.
Lejos de su tierra madre –la Armenia Occidental- y de aquella pequeña porción de territorio patrio convertido en República, decidió transformar el luto y el dolor en banderas de lucha por la memoria y la justicia, y se comprometió a ser un soldado de la armenidad para contribuir a mantener y desarrollar nuestros valores culturales y nuestra identidad armenia, y para difundir aquel inigualable proceso de renacimiento que vivía Armenia y que alegraba los corazones de la mayoría de la armenidad.
La añoranza y las convicciones lo llevaron a crear LA VOZ ARMENIA, “para que conozcan más y mejor a los armenios”.
Cada programa significaba llevar a centenares de hogares armenios no sólo el acontecer comunitario, sino la música y los éxitos de la Madre Patria. Miles de connacionales, muchos de ellos sobrevivientes directos del genocidio y primera generación, se emocionaban hasta las lágrimas sabiendo de una Armenia viva y en constante crecimiento. Las delegaciones artísticas y culturales de la Madre Patria nos visitaban y muchos escuchaban sus voces y conocían sus opiniones a través de las grabaciones que Nubar ponía al aire.
Pero si hay algo importante para destacar en estos años de LA VOZ ARMENIA conducidos por él, es que logró transformar este espacio en algo de TODOS, sin distinciones de ninguna índole, incluso, a pesar de muchos que desde distintos sectores no creían en la tolernacia y el respeto como valores principales que guiaran las relaciones interinstitucionales e intersectoriales.
Pasaron los años y la situación fue cambiando acá y allá, en todo el mundo. Lamentablemente, y aún lo seguimos llorando, Nubar ya no está más físicamente con nosotros.
Pero seguimos andando. Por él y por nosotros, que somos todos, ustedes y quienes hacemos el programa, quienes tratamos de continuar por el camino que él nos marcó con el ejemplo cotidiano, en cada aspecto de nuestras vidas.
Esta herramienta de comunicación para el intercambio de conocimientos, la reflexión compartida y la elaboración de proyectos colectivos, intenta contener cada uno de los sueños y de los objetivos que llevaron a Nubar a hacer realidad y mantener LA VOZ ARMENIA.
Somos representantes de una nueva generación que va haciendo camino al andar rescatando lo mejor de quienes nos precedieron y aprendiendo de los errores cometidos por ellos, y también por nosotros.
Así, construyendo, corrigiendo, arriesgando, renovando y, por sobre todas las cosas, manteniendo firmes las convicciones y respetando las diferencias, podremos considerarnos legítimos herederos y continuadores de cada una de las iniciativas de aquella generación que nos antecedió y puso los cimientos de nuestra colectividad.
Por ello, LA VOZ ARMENIA sigue manteniendo su esencia, sus principios fundacionales y cada una de las características que Nubar le fue imponiendo con el paso de los años, no sólo para “que conozcan más y mejor a los armenios”, sino también, y principalmente, “para que nos conozcamos más y mejor entre nsotros mismos”.

Adrián Lomlomdjian
Director

domingo, 1 de agosto de 2010

El “Complementarismo” y Gharapagh

Audición radial LA VOZ ARMENIA, Buenos Aires, República Argentina
Editorial del programa del sábado 31 de julio de 2010

La semana pasada hacíamos mención a la política de “complementarismo” aplicada en sus relaciones exteriores por el Gobierno de Armenia y decíamos que dicha actitud era conocida popularmente como “ni”, es decir, tratar de quedar bien con todos en base a la indefinición permanente en lo que respecta a cuestiones de trascendencia nacional e internacional.
Siguiendo con el análisis de esta cuestión a partir de ejemplos concretos, vemos cómo Armenia declama y reclama internacionalmente el reconocimiento de Gharapagh como una entidad no perteneciente a Azerbeidján, y por el otro, no reconoce la independencia de la República de Gharapagh, siendo que es sólo a partir de la demostración de uno mismo cómo se puede pedir la solidaridad y el acompañamiento de terceros. En pocas palabras, resulta cuasi grotesca la verborragia armenia de pedir por Gharapagh y no expresar a través de una decisión concreta por parte de Estado armenio, esa solidaridad reclamada por los hermanos de Gharapagh.
Claro que esta actitud armenia de no reconocimiento –criticada a los sucesivos gobiernos en la época soviética, pero mantenida (por quienes fueron sus críticos) desde 1990 hasta la fecha- tiene sustento en esa teoría del “complementarismo” con la que se trata de “caer bien” a los ojos de “las civilizadas naciones europeas”, a quienes parece agradarle eso del “complementarismo”, ya que se conjuga muy bien con la “hipocresía” que domina su accionar político externo e interno.
Es así como las principales potencias a escala mundial (Rusia, Estados Unidos y Francia –en nombre de la Unión Europea) se han involucrado en esta cuestión sobre la base de su argumento preferido que habla de “zonas de influencia”, “intereses regionales” y “aliados históricos”, que los llevó a inmiscuirse en los asuntos internos de las partes en conflicto sin lograr siquiera un principio de acuerdo, y mucho menos, la garantía de que la solución que se logre será respetada por todas las partes.
Europa, Rusia y Estados Unidos coquetean y se enojan indistintamente con armenios y azerbeidjanos y, a través de esa política, han logrado una presencia cuasi omnipresente para la existencia misma de ambos países y en la vida cotidiana de sus pueblos. Si antes, el acuerdo para cada decisión debía pasar por Moscú, ahora, a no dudarlo, los interlocutores y los acuerdos deben atravesar varios países de distintos continentes.
Uno de los “pretextos” preferidos por la clase política armenia para justificar esta presunta permanente indefinición de las potencias y la falta de decisión a la hora de avanzar en la solución del Conflicto de Gharapagh, es que esta cuestión no está en la lista de las prioridades de las potencias.
Pero veamos. No caben dudas de que las cuestiones de Irak, Afganistán y Palestina son prioridades para estas potencias capitalistas internacionales. Y entonces, ¿por qué no avanzan en la solución de esos conflictos y cuestiones?
Sencillamente, por la solución a esos problemas o cuestiones (como gusten denominarlos) jamás pueden venir de la mano de países que hacen de la opresión, la explotación, la ocupación militar, el saqueo económico y la violación de los derechos humanos, su práctica política cotidiana, y basan sobre esos “desvalores” el supuesto “bienestar de sus pueblos” y la supuesta “grandeza de sus Estados”.
Allá por Noviembre de 1917, cuando la comunicaciones no eran ni la milésima parte de lo que son ahora, y cuando las relaciones entre los hombres, las sociedades y los países eran casi arcaicas miradas desde el hoy, triunfaba una revolución popular e internacional que tenía como objetivo principal acabar con todas las lacras que oprimían nacional y socialmente a las diversas nacionalidades que habitaban la por entonces Rusia de los zares.
Es decir, hace casi 100 años atrás hubo quienes pensaron que había una manera práctica para resolver muchas de las cuestiones que aún hoy nos enfrentan: era la construcción de sociedades socialistas que con estructuras que permitieran establecer relaciones entre hombres y Estados sobre la base del interés común, manteniendo las particularidades, pero sin que las mismas fueran escollo para la paz y la amistad entre los pueblos.
Aquellos no hicieron del “complementarismo” ni de la “indefinición” las guías para su práctica política. Por el contrario, sin tener espejos donde mirarse, fueron pensando y repensando formas y métodos para construir ese mundo nuevo que aún hoy nos sigue quitando el sueño. Eran hombres y mujeres definidos, que sabían lo que querían y buscaban permanentemente cómo lograrlo. Jamás un “ni”. Jamás.
Como lo demuestran hoy al mundo entero el pueblo de Gharapagh y sus sucesivas autoridades, para quienes el conflicto al que Armenia, Azerbeidján y la comunidad internacional le están buscando la solución ya fue resuelto hace casi 20 años con la conformación de la República de Gharapagh.
Que la reconozcan o no, pasa a ser un problema de otros, incluso, de Armenia.

Adrián Lomlomdjian
Director