sábado, 24 de julio de 2010

DEFINIRSE. DEFINIRNOS.

Audición radial LA VOZ ARMENIA, Buenos Aires, República Argentina
Editorial del programa del sábado 24 de Julio de 2010

En nuestra editorial de la semana pasada decíamos que como descendientes de armenios –sumada esta particularidad a nuestra tradicional vocación pacifista, defensora de los derechos humanos y respetuosa del derecho de los pueblos a su autodeterminación- debíamos exigirle al Gobierno de Armenia la suspensión de las maniobras militares de la OTAN a realizarse en la Madre Patria a principios de septiembre, el retiro de los militares armenio de Afganistán y Bosnia, y el cese de la participación de Armenia en la organización militar noratlántica.
A partir de la toma de estas medidas, la política exterior armenia y la situación del país y del pueblo comenzarán a orientar sus definiciones de acuerdo a sus propios intereses y no al de las potencias económicas y militares extranjeras.
No se puede mantener el discurso de estar en contra de los protocolos o de las relaciones con Turquía sin levantar la voz contra la participación armenia en aquellos organismos y foros internacionales en donde se establecen, desarrollan y fortalecen esas relaciones que se critican. Si no se pone en duda la participación de Armenia en la Unión Europea (en todas sus esferas y niveles), en la OTAN, en la Organización para la Cooperación en el Mar Negro y en cada una de las estructuras inventadas por europeos y yanquis para someter a las repúblicas del tercer mundo, significa criticar las consecuencias sin atacar las causas que la producen.
El complementarismo –como define Armenia su política exterior, es decir, tratar de estar bien con todos- pudo servirle al país –y le sirvió, por cierto- en los primeros años post-soviéticos, cuando el tablero mundial estaba reacomodando sus fichas.
Pero año tras año, se van sucediendo acontecimientos de trascendencia internacional que requieren mucho más que el “ni” característico de la política del “complementarismo”.
Por ejemplo, el Estado armenio no puede seguir realizando “declaraciones de compromiso” ante el permanente avasallamiento de los derechos del pueblo palestino y el genocidio que sufre a diario, cuando seguimos golpeado puertas y conciencias reclamando justicia y solidaridad para el genocidio sufrido por nuestros antepasados hace más de nueve siglos.
No se puede seguir en silencio frente a la actitud hipócrita de la comunidad europea, que aprueba “como natural” la independencia de Kosovo (luego de haber provocado la destrucción de Yugoslavia), pero les niega el mismo derecho a los habitantes de Gharapagh, Osetia de Sur, Abjazia, Cataluña y del País Vasco, entre otros.
Más. A veces confunde –y más que confundir, indigna- luchar por la plena vigencia y defensa de los derechos humanos, entre ellos, el derecho a la verdad y a la justicia, y tener que dar explicaciones ante el envío de militares armenios a Irak, Afganistán y Bosnia, integrando las fuerzas genocidas de hoy.
No se complementan el bien y el mal, el explotado con el explotador ni el genocida con su víctima. Tampoco el socialismo con el capitalismo. Son opuestos. Se está de un lado o del otro.
Eso es la vida. Elegir una vez, sí, una vez, y recorrerla tratando de estar siempre allí donde uno eligió, acompañando las palabras con los hechos, demostrando que la vida vale cuando uno intenta asumirse como protagonista y no cuando se queda sentado esperando ver qué sucede.
El hoy llamado “complementarismo”, conocido desde siempre como el “ni”, causó mucho daño no sólo al pueblo armenio desde lo particular, sino a todos aquellos quienes sustentaron esa posición, que es cierto, te permite “pasear” por la vida, pero no más que eso.
El pueblo de Armenia y nosotros, argentinos descendientes de armenios, estamos en plena etapa de definiciones. Y a pesar de la enorme distancia y de lo muy distintas que son las historias de Armenia y Argentina, y de las regiones de las cuales forman parte, allá y acá se necesita lo mismo: definir de qué lado se está.
Por lo pronto, nosotros ya estamos definidos.

Adrián Lomlomdjian
Director

sábado, 17 de julio de 2010

¿ARMENIA ESTÁ SENTADA SOBRE UN POLVORÍN?

Audición radial LA VOZ ARMENIA, Buenos Aires, República Argentina
Editorial del programa del sábado 17 de Julio de 2010

Tradicionalmente, la ubicación geográfica de Armenia –la histórica y su diminuta versión actual- es una de las mayores preocupaciones de la armenidad toda, de quienes la habitan y de sus descendientes diseminados por el mundo entero.
Esta ubicación –para nada privilegiada- ha marcado a fuego el desarrollo del Estado armenio –cuando lo hubo- y de su pueblo, ya que no sólo debía lidiar con los lógicos y naturales problemas internos, sino que al mismo tiempo debía y debe tomar partido ante los incesantes acontecimientos que se suceden en la región y que tienen trascendencia internacional, ya que repercuten no sólo en la vida cotidiana de quienes habitan esa zona del planeta, sino en la humanidad toda.
Cuando existía la Unión Soviética –y hoy, a la distancia se advierte con mayor claridad- el mundo estaba dividido de tal forma que la paridad de fuerzas hacía que cada movimiento, ya sea de algunos de los bloques en cuestión o de los países no alineados, tuviera que ser pensado una y mil veces. Además, la existencia del otro, desde la óptica del imperialismo la existencia del bloque socialista, lo inhibía de intentar arrasar con todo aquello que se interponía en su insaciable sed de explotación y acumulación de riquezas, como lo hace ahora, sin importarle nada de nada, más que satisfacer su lógica criminal e inhumana.
Armenia, diezmada y empequeñecida, se incorporó allá por los años 20 a la familia de Estados Soviéticos, garantizándose no sólo la existencia misma, sino también la posibilidad de desarrollarse como nación a la salvaguarda de una potencia que la protegió de aquellos males que la asolaron por siglos.
Es cierto, formar parte de una familia de naciones donde deben convivir intereses a veces hasta contrapuestos, significa tener que poner a un lado ciertos reclamos y derechos nacionales. Y eso fue lo que pasó, ya que se priorizó garantizar la existencia definicta de un espacio armenio y la posibilidad de desarrollarse, crecer y afianzarse como Estado. Y que se entienda lo que digo, porque no hablé de abdicar de reclamos y derechos nacionales, sino de dejarlos a un lado, vivos, latiendo y a la espera del momento oportuno. Eso es lo que pasó y a ello nos referiremos en otra oportunidad.
A lo que voy a hacer referencia hoy y en sucesivas emisiones, es a la actual situación de la República de Armenia, no en lo interno, sino en sus relaciones exteriores, en sus compromisos con los países vecinos y con las potencias.
Desintegrada la URSS, el ánimo “occidentalista” tuvo un primer momento de auge –no como en otros Estados ex socialistas-, pero poco a poco fue acomodándose hasta llegar al nivel actual, donde a pesar de que la gente sigue mirando con buenos ojos a Europa (creyéndola digna de ser imitada), no tiene dudas en considerar a Rusia su aliada estratégica y en priorizar esta relación a cualquier otra.
Es cierto que la sociedad armenia –desde sus autoridades hasta el más simple de los ciudadanos- no contrapone las cosas, es decir Rusia u Occidente, Tratado de Seguridad Colectiva u OTAN, sino que piensa que se pueden complementar unas con otras. ¿Pero es así?
Veamos.
Por ejemplo, Armenia junto a Rusia y otras 5 ex Repúblicas Soviéticas, integra la Organización militar Tratado de Seguridad Colectiva. También desarrolla una cooperación militar en distintos ámbitos con la OTAN. Pero con Rusia tiene un acuerdo bilateral que dice “que cualquier agresión militar contra Armenia será considerada por Rusia como una agresión a ella”. ¿Clarito, no?
Ahora bien. Estados Unidos, cabeza de la OTAN (alianza militar con la cual Armenia tiene convenios de cooperación) junto a los piratas, tiene a su vez acuerdos militares particulares con, por ejemplo, Turquía e Israel. Además, cada día profundiza un poco más sus vínculos militares con Georgia y Azerbeidján, siendo que en la primera de ellas ya está instalando sus bases, que reemplazan a las rusas que estaban desde la época soviética.
Ahí no más, en medio de todo esto, está la República Islámica de Irán, bocado apetecido por igual por el imperialismo yanqui y el sionismo.
Irán, república islámica, es aquella que le tendió una mano a Armenia en el peór momento, cuando la URSS se había desintegrado y se encontraba bloqueda no sólo por las musulmanas Azerbeidján y Turquía, sino por la cristiana Georgia, que no permitían que nada llegara. Fue en ese momento que Irán comenzó a enviar a Armenia petróleo y gas, y desde esa frontera llegaban comestibles y otros productos necesarios para garatizar la subsistencia del pueblo.
Hoy, Irán, está en la mira de los enemigos de los pueblos y el peligro de un ataque masivo contra ella, incluso de características nucleares, no puede ni debe deshecharse.
Independientemente de nuestra valoración hacia el régimen imperante en dicho país, hay algo de lo que no debemos dudar: jamas pueden coincidir nuestros intereses con los de los criminales imperialistas y sionistas.
Además, ¿se pusieron a pensar qué pasaría con Armenia en caso de un ataque masivo contra la fronteriza Irán?
Entre los días 11 y 17 de septiembre, en Armenia, se realizarán maniobras militares de la OTAN con la participación –como ya sucedió hace algunos años- de militares turcos.
En la Madre Patria, donde se construyó la mayor embajada yanqui de la región –un verdadero bunker de hormigón a prueba de misiles (¿por qué será?)- los posibles agresores de Irán estarán “¿practicando la invasión?”.
Como descendientes de armenios, como hombres y mujeres amantes de la paz y la fraternidad entre los pueblos, debemos exigirle al Gobierno de Armenia la suspensión de dichas maniobras militares -que podrán ser consideradas por Irán como una provocación-, el retiro de los militares armenio de Afganistán y Bosnia, y el cese de la participación de Armenia en la OTAN.
El tiempo corre. Que no sea tarde.

Adrián Lomlomdjian
Director

domingo, 4 de julio de 2010

APOSTAR A ESTA NUEVA ETAPA COMUNITARIA

Audición radial LA VOZ ARMENIA, Buenos Aires, República Argentina
Editorial del programa del sábado 3 de Julio de 2010

Estamos atravesando por un momento comunitario especial y creo que no debemos desaprovechar esta oportunidad.
Seguramente, a lo largo de las décadas, también se vivieron momentos como éste y los dirigentes de aquel entonces brindaron las respuestas que creyeron adecuadas a cada situación.. Pasados los años, y concientes de que nada es igual, nosotros sólo podemos analizar lo sucedido en el pasado para rescatar de ello lo positivo y también lo negativo, para aprender y no repetir errores.
Y, personalmente, puedo asegurarles que en las distintas instituciones de nuestra colectividad existe una camada de nuevos dirigentes, que aplican en lo institucional una política basada en una visión más amplia que permite -sin dejar de lado los principios e ideales que guían el accionar de cada uno- hacer prevalecer también las buenas relaciones personales construidas sobre el respeto, la tolerancia y la priorización de las coincidencias a las disidencias.
Fuimos comprendiendo que a pesar de nuestras lógicas diferencias –que en muchos casos son incluso diametrales-, conformamos un “único todo” –la colectividad- que nos incluye y nos necesita a cada uno con su particularidad.
También entendimos que no debemos centralizarnos en barrer con estas diferencias conceptuales, sino en tratar de que las mismas no se transformen en escollos al momento de afrontar la posibilidad de avanzar en la unidad de acción en situaciones concretas.
Y seguiremos comprendiendo y entendiendo a medida que pasen los días y se sucedan los hechos, porque esta es una gimansia cotidiana que debemos practicar hasta transformarla en una sana costumbre que guíe nuestro accionar, lográndo reflejar en las nuevas generaciones la certeza de que estamos construyendo una colectividad distinta, donde las diferencias no son barreras infranqueables en nuestras relaciones, sino algo lógico y enriquecedor en cuanto al conocimiento de nuevos puntos de vista.
Cada paso que demos en esta dirección será un aporte concreto no sólo al colectivo comunitario, sino también a nuestras propias instituciones, que se reconvertirán en polos de atracción para muchos de aquellos quienes se alejaron, entre otras cosas, cansados de las disputas, de los dimes y diretes.
A este primer gran paso como lo es el sanear nuestras relaciones imponiéndonos entre todos el repeto y la tolerancia como ejes fundamentales para nuestra convivencia, le debe continuar la elaboración de un primer acuerdo sobre el temario que nos debe ocupar y preocupar. Temario, en el que deben estar incluidas las cuestiones que consideramos fundamentales y que están íntimamente relacionadas con el futuro de cada una de nuestras instituciones y con el de la colectividad en su conjunto.
En estos últimos años, entre todos, hemos ido construyendo y poniendo pautas que nos han permitido crear un clima de convivencia que ya traspasó los marcos dirigenciales, comenzando a ser percibido y vivido por importantes sectores comunitarios.
Tenemos que comprender la importancia no sólo del momento, sino también de nuestra responsabilidad en cuanto al éxito del proceso en marcha.
No hablamos de sobredimensionar el momento, pero tampoco debemos permitir que se lo subestime, ya que estaríamos dejando que se le aplique un golpe mortal a una práctica comunitaria que nos beneficia a todos. Debemos de estar atentos. No vaya a ser cosa que la miopía de unos pocos y sus mezquinos intereses puedan más que el compromiso colectivo y militante de quienes sabemos que la única lucha que se pierde, es la que se abandona.
Y no estamos dispuestos a abandonar. Mucho menos, a peder.

Adrián Lomlomdjian
Director

Seguir confiando en que lo nuevo es posible

Audición radial LA VOZ ARMENIA, Buenos Aires, República Argentina
Editorial del programa del sábado 26 de Junio de 2010

Hay una verdad de Perogrullo: destruir es mucho más fácil y sencillo que construir.
Así pues, a diario y en distintos lugares y circunstancias, nos topamos con gente cuya única habilidad –al menos manifiesta y pública- es dedicarse a destruir, entendiéndose ello como expresión de su incapacidad para crear.
En el barrio, la familia, el trabajo o el club, donde uno se imagine, se cruza con varios de ellos y con otros, que si darse cuenta debido a su buena fe e ingenuidad, sirven a los propósitos destructivos de los incapaces.
Por ejemplo, a nivel nacional lo que les estoy contando está por demás claro: hoy hay un gobierno, que con sus muchos errores y aciertos va marcando pautas de crecimiento por un camino distinto al transitado por el país durante las últimas cuatro décadas. Guste o no, se comparta o no, es así. Entonces, aparecen los que ya estuvieron, aquellos quienes tuvieron el poder y gobernaron teniendo como premisa principal el beneficio propio, de su clase y sector, sin importarles que eso se lograra en base a la destrucción del país y condenando a la exclusión, la marginación y la pobreza a millones de connacionales.
Esta gente, anclada en las distintas posiciones del arco político-partidario nacional (desde el llamado “progresismo” hacia la derecha), y través de su actitud opositora, difamante y negativa (nada está bien, todo es malo, peligroso, inseguro), pone de manifiesto su clara incapacidad, ya demostrada cuando les tocó asumir las riendas del país, y ahora, que pretenden presentarse con garantes de lo popular y beneficioso para todos.
Esta misma situación, en otra escala y con otros actores, se repite a diario en cada uno de nuestros lugares de concurrencia.
A cada paso nos topamos “con gente sabia” que nos da cátedras de tolerancia, respeto y amplitud a través de encendidos discursos que, en la práctica concreta, su propia acción –y su trayectoria- contradicen. Gente que sin el menor sentimiento de vergüenza, ni humildad, se atribuye el don de poder juzgar –y hasta condenar- al que tiene enfrente, sin siquiera haberse mirado al espejo de sus propios actos, seguramente aterrados por darse cuenta de su verdadera –y oculta- personalidad.
Aquí y allá pululan estos seres abominables a los que debemos enfrentar con determinación y decisión si, como sostenemos cotidianamente, nuestro objetivo de vida es la construcción del hombre nuevo y la nueva sociedad.
Y he aquí la gran diferencia entre ellos y nosotros, entre quienes se dedican a pasar por la vida destruyendo todo lo que encuentran a su paso, y quienes decidimos ser protagonistas transformando la realidad y aportando nuestro sacrificio para la construcción de sociedades superadoras.
Así van pasando nuestros años. Plagados de pequeñas batallas cotidianas y de innumerables desafíos (que nos imponen nuestros objetivos comunes), que logramos ir superando gracias al esfuerzo colectivo de quienes a pesar de nuestras lógicas diferencias y particularidades, sabemos que no existe nada superior a la fidelidad con el compromiso de vida asumido.
Quienes andan por la vida difamando, mintiendo, desprestigiando, viendo en el ojo ajeno el escobillón que no quieren ver en el propio, primero obtienen “la recompensa lógica por los servicios prestados”, pero luego, más temprano que tarde, sentirán en carne propia la cosecha por todo lo sembrado.
Subestimarlos no se puede, porque cuentan con sociedades diseñadas desde arriba para que “su prédica sea vista como natural y lógica”. Y son los medios masivos de comunicación en manos de gente como ellos, los que contribuyen decididamente a mantener viva esa forma hipócrita de decir y vivir.
Sobreestimarlos sería una falacia, ya que a pesar de tener un poderoso aparato “cuasi omnipresente” que los sostiene, aparecen empequeñecidos cada vez que deben enfrentar la militancia conciente, el compromiso ideológico, la fidelidad a las convicciones y la coherencia histórica entre lo que se dice y se hace.
Creer en la solidez de nuestras fuerzas resulta fundamental a la hora de avanzar decididamente hacia la construcción de lo nuevo, que además nos traerá el “bonus trak” de haber barrido a gran parte de los hipócritas y la hipocresía.

Adrián Lomlomdjian
Director