EDITORIAL DEL SABADO 20 DE OCTUBRE DE 2007
La semana pasada finalizábamos nuestra editorial con el siguiente párrafo: “...son muchas las cuestiones que se derivan del Genocidio y de nuestro compromiso de continuar la lucha. Pero, además de los muchos temas que nos quedan por definir aunando criterios, quedan otros que podemos ir aclarando. Por ejemplo, QUE NO QUEREMOS NADA CON Y DE LOS GENOCIDAS Y CRIMINALES DE SIEMPRE”.
De esta forma dejábamos en claro nuestra posición de no esperar nada de quienes no sólo son herederos de los cómplices de aquel crimen de lesa humanidad, sino de quienes aún hoy continúan aplicando esa misma política genocida en los distintos rincones del planeta, claro que lo hacen “en defensa de sus intereses”.
También hablábamos de lo paradójico que resultaba que una Comisión Parlamentaria de la principal potencia imperialista “reconociera el Genocidio” y de nuestra “satisfacción interna”, que nace espontáneamente ante cada palabra de solidaridad recibida.
Pero la semana se encargo de poner cada cosa en su lugar, o al menos, en el lugar más acorde a su historia y trayectoria.
Por ejemplo, el genocida Bush, su portavoz Condolezza Raice, el Secretario de Defensa Robert Gates y cada uno de los componentes de la mayor maquinaria criminal que haya conocido la humanidad a lo largo de su historia, continuaron con su abierta oposición y endurecieron no sólo sus discursos, sino también la presión que venían ejerciendo sobre quienes “osaron” reconocer el Genocidio de Armenios.
Y de pronto, la Presidenta del Congreso yanqui, Nanci Pelosi, que el martes había asegurado que la Resolución sería puesta a consideración de todo el cuerpo el próximo 16 de Noviembre, un día después decía que “la Resolución estaba en una nebulosa y que por ahora no sería tratada”. Y no sólo eso. Una decena de los legisladores que acompañaron la presentación de la Resolución, solicitó que sus firmas fueran quitadas de la misma. Otros, casi 50 entre republicanos y demócratas, enviaron una carta a Pelosi solicitándole que “no ponga a consideración del cuerpo la Resolución 106”.
Pero no termina la cosa aquí. Turquía sacó a relucir toda su batería de amenazas y parece haber puesto en jaque al más poderoso del planeta. Amenazó con atacar masivamente a los kurdos en el norte de Irak; amenazó con prohibir el uso de su espacio aéreo a la aviación yanqui que ataca Irak y pretende agredir a Irán; amenazó con reconocer “otros genocidios” y llevar a delante una campaña para que varios países hagan lo mismo. Y parece que, al menos por ahora, obtuvo los resultados esperados. Y más. Porque el gobierno de Israel salió públicamente a manifestar su oposición a la Resolución Nº 106. Y lo mismo hicieron Siria e Irán, países amigos de Armenia y quienes históricamente han jugado un rol importantísimo amparando a los sobrevivientes del genocidio.
Mientras todo ésto sucedía, las declaraciones de las principales autoridades armenias brillaron por su ausencia o no pasaron más allá de “lo esperado” por la comunidad internacional. Parecería que todo pasa por demostrar que con estas actitudes la “incivilizada Turquía” no está preparada para ingresar a la “civilizada familia de la Unión Europea”.
Ahora bien. El interrogante es obvio. ¿Aún no hemos aprendido las lecciones de la historia? ¿Qué diferencias hay entre las posiciones y actitudes sostenidas por las potencias de principio de siglo con las de ahora? Antes, algunos denunciaban y se “apiadaban” de la situación de los armenios en el Imperio Otomano, pero sus gobiernos miraban hacia otro lado y terminaron siendo cómplices de aquel Genocidio. Hoy, se aprueban declaraciones, resoluciones, se dice y se apoya de palabra cada uno de nuestros históricos reclamos, pero en la práctica, nada, simplemente el tema armenio como moneda de cambio para la defensa de sus intereses en sus relaciones con Turquía.
Por su parte, oficialmente Armenia lo ha manifestado en reiteradas ocasiones a través de sus máximas autoridades: no tiene reclamos territoriales para con Turquía y a pesar de que el Reconocimiento del Genocidio forma parte de su agenda de política exterior, no es considerado una precondición para el establecimiento de relaciones con Turquía, que mantiene bloqueado al país desde hace más de una década.
¿Y la diáspora? ¿Tenemos un objetivo común? ¿Sabemos lo que queremos cuando hablamos de Causa Armenia y de reivindicaciones históricas? ¿No llegó el momento de cerrar filas, de sentarnos alrededor de una mesa, de intercambiar y debatir ideas para poder accionar de una sola forma y en una sola dirección? ¿No tendría que ser en el marco de las Conferencias Armenia-Diáspora donde intentemos acercar posiciones las distintas corrientes diasporianas, en vez de ir y discutir nosotros lo que debe hacerse en Armenia? ¿Cuándo terminaremos de darnos cuenta que la Causa Armenia no es propiedad de ningún sector y que ninguno puede atribuirse la representación de todos? ¿Cuándo comenzaremos a derrotar esa mezquindad de querer competir entre nosotros por nada?
Aunque algunos de nosotros no nos demos cuenta, los hechos por sí solos nos muestran la realidad: NADA CON LOS GENOCIDAD DE AYER Y DE SIEMPRE.
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