domingo, 26 de abril de 2009

No rehuir al debate

Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 25 de Abril de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)


La fecha central de la conmemoración mundial del 94° Aniversario del genocidio de armenios, planificado y perpetrado por el Estado del entonces existente Imperio Otomano (hoy, Turquía), estuvo rodeada de acontecimientos que atrajeron la atención no sólo de armenios y turcos, sino de gran parte de los círculos de poder internacionales.
Desde que el Presidente turco Abdullah Gül aceptó la invitación a Ereván de su colega armenio Serge Sargsian para asistir juntos al partido de fútbol por las Eliminatorias al Mundial 2010, los tiempos se aceleraron y los debates fueron “in crecendo”, ya sea en el seno de la sociedad armenia como en cada comunidad diasporeana. Cada una con sus respectivas particularidades, pero todas asegurando priorizar “los intereses del Estado y el pueblo armenio”. Pero, ¿es así?
Mientras el “lobby armenio” de los Estados Unidos se desvive (y contagia a ciertos sectores de otras comunidades diasporeanas) por escuchar la palabra GENOCIDIO en la boca de cualquier presidente yanqui, en este caso de Obama, las comunidades armenias de Europa están “muy preocupadas” por el posible ingreso de Turquía a la Unión Europea, lo que les significaría un “aluvión de tercermundistas musulmanes” que pondrían en peligro su estilo de vida “occidental y cristiano”. A todo ésto, en la siempre insatisfecha y rebelde latinoamérica, hay quienes avanzan en un histórico juicio al Estado turco, iniciado por las familias Hairabedian-Margosian a través de la Fundación Luisa Hairabedian, y continuado conjuntamente por más de una decena de instituciones armenias del país.
Como podemos notar, representantes de comunidaes armenias poderosas e influyentes dedican su tiempo e invierten cuantiosas cifras de dinero en lograr nada más que “hechos testimoniales” –porque la utilización de la palabra genocidio o la obtención de una resolución parlamentaria no son más que eso, ya que no generan una condena efectiva sobre el Estado heredero de los genocidas-. Mientras, aquí estamos tratando de avanzar en lo que sería la histórica condena de la Justicia –en este caso, la argentina-, al Estado genocida.
Y lo que más llama la atención es, que las propias instituciones comunitarias que son co-demandantes en esta causa no hacen casi nada de nada para transformar esta cuestión en lo central de nuestra militancia por “la Causa Armenia”. Mientras continuamos buscando cada 24 de abril la adhesión oral de cuanto político y funcionario de turno que anda dando vueltas por ahí, el tren de la historia se nos está yendo y, creo yo, por el temor de todos a “hacer historia”. Y cuando digo todos incluyo a TODOS LOS SECTORES COMUNITARIOS, incluso al que uno representa.
Semana tras semana, representantes de gran parte de las instituciones de nuestra colectividad nos reunimos para debatir distintas cuestiones, en este caso y por la fecha, lo relacionado al Genocidio de Armenios y a su conmemoración. Y parecería que toda esa voluntad unitaria, ese nuevo espíritu de tolerancia y respeto que prima en los representantes de las distintas organizaciones, se diluyera en las eternas discusiones para ver qué decimos, a quién invitamos o si firmamos para que Obama reconozca el genocidio, como si el logro de alguna de esas variantes significara el castigo efectivo al Estado heredero de los genocidas.
Quienes participamos de este espacio común –el interinstitucional- debemos demostrar la capacidad para transformarlo en una herramienta efectiva para nuestra causa y, a la vista, no hay nada más efectivo para lograr una condena y castigo a los culpables que el arribo a buen puerto del Juicio por el Derecho al Duelo y a la Verdad que se lleva en nuestro país contra el Estado turco. Si cada uno de nosotros pusiéramos a disposición de este trabajo no todo, sino algo de nuestro esfuerzo y militancia, seguramente estaríamos mucho más cerca de escribir una de las páginas más importantes en la lucha contra los genocidas.
La repetición mecánica de los homenajes comunitarios, sean éstos conjuntos o realizados individualmente por cada institución, sirven para mantener activa la memoria y transmitir a la nuevas generaciones el espíritu de lucha contra el olvido y por el logro de la verdad y justicia.
Pero para dar un paso más, para avanzar hacia la concreción de algunos de los postulados de nuestra lucha, debemos convencernos que existen otros caminos. El haber logrado en nuestro país una ley y que cada 24 de abril en las escuelas municipales deba hacerse referencia al genocidio de armenios, son pasos concretos que sólo pueden verse fortalecidos con medidas superadoras, como lo es el enjuiciamiento al Estado genocida.
De nada sirve poner en el ojo de la tormenta a las actuales autoridades armenias por su diálogo con las autoridades de Turquía, cuando aquí estamos en pleno proceso de acumulación de pruebas para el enjuiciamiento del Estado genocida y parecería como si nada estuviera ocurriendo. Se le da más importancia a juntar firmas para que el mandamás imperial diga GENOCIDIO, que al trabajo y la difusión relacionados a este juicio histórico. A veces uno siente vergüenza al hablar con algunos miembros comunitarios que a 9 años del inicio del juicio aún lo desconocen. Seguramente, si esta demanda la hubiesen empezado en el “primer mundo”, hubiesen existido aquí vasallos dispuestos a colaborar con la decisión del amo…
Depende de nosotros mismos demostrar consecuencia entre los dichos y los hechos. Todavía estamos a tiempo de despertar para ser verdaderos protagonistas y lograr justicia para nuestros antepasados y castigo para el continuador del Estado genocida.


Adrián Lomlomdjian
Director

lunes, 20 de abril de 2009

El Genocidio de Armenios y nuestras convicciones

Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 18 de Abril de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)


Tratar de hacer una editorial dedicada casi íntegrante a un nuevo aniversario del Genocidio de Armenios y no hacer de este tema su núcleo central, resulta difícil y hasta osado. Pero no es que no vamos a hablar del tema, sino que lo tocaremos indirectamente, ya que nosotros -y por ende, todo lo que generamos- somos consecuencia directa del genocidio planificado y perpetrado entre fines del siglo XIX y principios del XX, por la autoriodades del Imperio Otomano contra el pueblo armenio, con la complicidad manifiesta o solapa –por acción o inacción- de las potencias occidentales de entonces.
A lo largo de las décadas, con sus lógicos matices e incluso con diferencias conceptuales procndas, todos los armenios y sus descendientes, en Armeni` y en los distintos países que conforman la diáspora, seguimos reclamando justicia y mantenemos viva la memoria de las sucesivas generaciones, en nuestro caso, tercera y cuarta generación de descendiente de víctimas y sobrevivientes del genocidio.
La Unión Cultural Armenia, organización identificada desde su creación –hace más de ocho décadas- con la lucha de los pueblos por su liberación nacional y social, por la paz y la fraternidad entre los pueblos, y por la construcción de la sociedad socialista, siempre ha valorado la vida como bien supremo de cada ser humano. Y en su defensa, por su libre y justo desarrollo, ha llevado adelante una intensa actividad a lo largo de los años.
Como argentinos descendientes de armenios hemos sufrido de manera reiterada el horror de las prácticas genocidas: a la barbarie otomana-turca se le sumó la feroz dictadura militar argentina, que regó con la sangre de miles de compañeros y compañeras estas tierras que aún siguen gimiendo dolor ante la impunidad y la falta de justicia. Impunidad y falta de justicia que existió también para con los cabecillas turcos, sus secuaces y aliados, y que dio lugar, años más tarde, a que el líder nazifascista Adolfo Hitler soñara con aniquilar la URSS y dominar el mundo, aplicando para ello una política de exterminio masivo en países y ciudades ocupadas por sus fuerzas asesinas.
En el ámbito nacional se elogia permanentemente la memoria de los descendientes de armenios, quienes no olvidan y siguen reclamando justicia a tantos años de perpetrado el genocidio contra sus antepasados (en este caso, a 94). Y sin que suene pedante, debemos reconocer que la memoria colectiva relacionada al Genocidio de Armenios ha sido, y lo sigue siendo, un reducto inexpugnable para el olvido y los discursos conciliadores. Pero nosotros, integrantes de la corriente progresista y de izquierda de nuestra colectividad, somos concientes que con la memoria sólo no alcanza, y mucho menos, con la “memoria selectiva” que desarrollan otros sectores comunitarios, quienes influenciados por concepciones filo-nazionalistas y filo-sionistas, afirman sin ruborizarse que el genocidio de armenios fue “el primero”, es “único” e “incomparable” con otros, como por ejemplo, con el cometido por la dictadura genocida argentina, etc.
Contra esta forma de pensar, y contra el accionar que deviene de la misma, venimos disputando-debatiendo-luchando desde hace años, en el seno de nuestra colectividad. Y aunque queda un largo camino por recorrer, muchas cosas por hacer y por aprender, podemos decir con satisfacción que nuestra prédica ha encontrado eco en ciertos ámbitos y hoy, ya no resulta “fuera de lugar” hablar de los desaparecidos y asesinados durante la dictadura, ni del permanente genocidio que sufren los pueblos palestinos, irakí, afgano y otros.
En las escuelas armenias se dictan clases especiales y brindan testimonio familiares de desaparecidos de origen armenio, los programas radiales comunitarios dedican importantes espacios al tema de derechos humanos, en general, y al Genocidio de Armenios y a la dictadura militar en particular; en los periódicos se escribe al respecto; en las distintas instituciones se brindan charlas y conferencias sobre estos temas. Como resulta fácil de apreciar, se ha avanzado mucho en este sentido y, humildemente pero sin faltar a la verdad, el aporte realizado en todo ésto por la Unión Cultural Armenia y por otros sectores y personalidades de fuertes y arraigadas convicciones humanistas, ha sido más que importante.
Jamás hemos dudado de nuestros ideales, objetivos ni convicciones. Siempre, aún en los momentos más difíciles -cuando resultaba muy fácil “cortar camino” por la ruta del reformismo y la claudicación- mantuvimos en alto las banderas históricas que nos identificaron a lo largo de las décadas. La tempestad neoliberal y globalizadora no pudo torcer el rumbo de nuestra nave, que no se desvió ni un milímetro del único camino que consideramos digno de transitar. Es cierto, estuvimos como detenidos un tiempo y avanzamos pasitos de hormiga en otro. Pero, siempre, teniendo el rumbo claro y las convicciones intactas. La necesaria autocrítica, practicada permanentemente como ejercicio valedero para seguir construyendo y avanzando, no nos llevó a conclusiones erradas, sino a reafirmar ideales y objetivos.
Todo eso lo vivimos en la Unión Cultural Armenia como parte del campo popular argentino, armenio, mundial. Lo vivimos colectivamente, por un lado, e individualmente, por el otro, cada uno de quienes formamos parte de esta estructura: los veteranos, los adultos, los jóvenes y los adolescentes que estaban iniciando su actividad institucional. Y esa fortaleza, esas convicciones indestructibles, esos ideales nobles, ese compromiso militante es el que logramos transmitir a nuestros jóvenes, a esa camada de nuevos dirigentes que ocupan importantes cargos de responsabilidad en nuestra organización. Y estos jóvenes serán quienes, a través de su fidelidad y seguridad, transmitan los principios y objetivos institucionales y el compromiso de lucha a las nuevas generaciones. Por eso nos sentimos fuertes. No para dominar y hegemonizar, sino para convencer y sumar a nuevos compañeros y compañeras, a más militantes y luchadores.
En tiempos en que la prepotencia imperial parece no conocer de límites; cuando quienes se autoproclaman “líderes mundiales” avanzan día a día en la destrucción del planeta, cuando hay quienes cambiando traje y discurso nos quieren convencer de lo inexistente y lo irreal (como por ejemplo, que ellos no hicieron lo que sí hicieron o no estuvieron donde sí estuvieron..., ¿se entiende?); cuando “el sentido común dominante” nos quiere hacer ver como “naturales” el hambre, la miseria, la explotación y la exclusión; cuando nos quieren hacer creer que “redistribuir” es igual a “construir una nueva sociedad”; cuando decirse “progresista” equivale a igualarse con quienes hasta no hace mucho eran acérrimos defensores del capitalismo neoliberal salvaje; en estos momentos de marchas y contramarchas, mantener y desarrollar un ámbito colectivo donde de manera conciente se combaten el egoísmo, el individualismo, la vanidad, el ánimo de lucro y la indiferencia, sólo puede lograrse cuando las bases son sólidas y las convicciones indestructibles.


Adrián Lomlomdjian
Director

domingo, 12 de abril de 2009

Sin verdad y sin pueblo, ninguna relación es posible

Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 11 de Abril de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)


Una serie de acontecimientos y dichos se sucedieron en las últimas 2 semana en lo que respecta a todo lo relacionado a Armenia y Turquía.
Por ejemplo, el 2 de abril comenzaban las transimisiones en idioma armenio por la radio estatal turca y pocos días después arribaba a Estambul el nuevo líder del imperio yanqui, quien ya sea durante su encuentro con las más altas autoridades del país, como durante su intervención ante la Asamblea Nacional turca y ante los periodistas, hizo referencia a las relaciones armenio-turcas, a los acontecimientos de 1915 y al conflicto de Gharapagh.
El Canciller armenio Eduard Nalbandian también arribó a Estambul durante la permanencia de Obama allí y mantuvo un encuentro con éste y el su par turco Alí Babadján. Mientras tanto en Ereván, el Presidente Sargsian hablaba de su optimismo sobre la apertura de la frontera armenio-turca y el establecimiento de relaciones, reiterando una vez más que ello no significaba deponer posiciones con respecto al reconocimiento del Genocidio. El Presidente turco Gül declaraba en la misma sintonía, pero el Primer Ministro Erdoghan aseguraba que “sin el retiro de las fuerzas ocupantes armenios de los territorios azerbeidjanos, ninguna relación es posible”.
A todo esto habría que sumarle las declaraciones públicas de muchos funcionarios de países europeos y de la región del Cáucaso, para terminar de darnos cuenta que el tema no sólo está instalado en las sociedades armenia y turca, en la azerbeidjana y en nuestras comunidades diasporeanas, sino que excede ampliamente dichos límites, pasando de ser un tema particular a uno de intereés internacional. Y el primer interrogante que se nos cruza por la cabeza es: ¿nos conviene?
Algunos intentan presentar la cuestión, y las respuestas a los interrogantes existentes, como que cada quién argumentará de acuerdo a una reflexión individual y colectiva, a su compromiso con el pasado, presente y futuro de la Madre Patria, e influenciado –principalmente- por su lugar en el mundo. Es decir, que el ciudadano de Armenia, independientemente de su identificación político-partidaria, se manifestará a favor –entre otras cosas- desde el punto de vista de la conveniencia económica; y que quienes integramos la diáspora, lo haremos negativamente sosteniendo posiciones principistas y sin importarnos la “conveniencia” del estado armenio y su pueblo.
Como vemos, es un tema por demás espinoso y difícil para ser tratado con liviandad y a la apurada. La primera impresión es que ambos argumentos son legítimos e incuestionables: el sostenido mayoritariamente desde la Madre Patria sobre la “conveniencia” y el de la diáspora, basado en el temor de que se renuncie a los históricos reclamos.
Ahora bien, reflexionemos juntos escuchando algunos interrogantes: ¿Es valedero el argumento de que el Estado armenio no representa a las víctimas del genocidio y a sus descendientes, y que por ello puede dar ciertos pasos en su relación con Turquía? ¿Hasta dónde no puede ser considerada una verdadera traición la declaración del entonces Presidente Kocharian sobre que “el Estado armenio no mantiene ningún reclamo territorial para con Turquía? ¿Es estar contra los intereses de Armenia sostener que es inmoral establecer relaciones con los herederos del Estado genocida que aún no sólo no reconocieron, sino que continúan el genocidio en su etapa negacionista? ¿Se puede establecer una relación de amistad y cooperación en distintas esferas con un Estado que lleva adelante una poderosa campaña negacionista sobre un crimen de lesa humanidad? ¿Hasta dónde se puede seguir aceptando como “único rol nacional” de la diáspora el del apoyo económico? ¿Por qué no se tiene en cuenta la opinión de los sobrevivientes del genocidio en lo que respecta a las cuestiones relacionadas a dicha tragedia? ¿Dónde está escrito que deben cesar los reclamos territoriales luego de pasados “tantos años”? ¿La apertura de la frontera y el establecimiento de relaciones diplomáticas no traerán como consecuencia directa un “lento y paulatino desaceleramiento” de nuestros históricos reclamos? ¿No será que quienes ven en esta “apertura” el comienzo de “un gran negocio económico” tratan de imponernos a todos la visión de que es un tema crucial de interés nacional? ¿No se debería convocar a un gran debate sobre el tema, tanto en la Madre Patria como en cada una de nuestras colectividades?
Estos interrogantes, que sólo son algunos pocos de los muchos que se nos van cruzando por la mente a cada uno de nosotros, conllevan en sí nuestra opinión, que si bien no es definitiva, contiene una importante diferencia con el sostenido por las autoridades armenias no sólo ahora, sino también durante la administración de Kocharian, cuando militares turcos participaron en Armenia de maniobras militares, cuando Kocharian viajó a Estambul a una reunión cumbre de la OTAN o cuando ministros de distintas carteras viajaron “oficialmente” a Turquía.
No estamos en contra del establecimiento y la profundización de las relaciones entre ambos pueblos. Ningún bloqueo “oficial”, ninguna “campaña negacionista”, ninguna “historia oficial tergiversada” pueden transformarse en barrera infranqueable para hombres y mujeres dispuestos a construir un futuro de paz y amistad sobre la base de la verdad.
Multiplicar encuentros entre organizaciones sociales y políticas, entre movimientos juveniles y de derechos humanos de ambos pueblos, entre los que sabemos quiénes son y dónde están nuestros verdaderos enemigos, es la verdadera apuesta que debemos hacer quienes estamos convencidos y luchamos por un mundo nuevo sin explotadores ni explotados, sin diferencias raciales, nacionales, políticas ni religiosas, con paz y fraternidad, para ser disfrutado por toda la humanidad.


Adrián Lomlomdjian
Director

lunes, 6 de abril de 2009

¡Ni un paso atrás!

Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 4 de Abril de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)


Emitir una opinión conlleva a decir lo que se piensa y, tal vez, caer antipático, o repetir algunos argumentos para caerle simpático a “esa mayoría” irreal pero omnipresente y, además, obtener el bonus track de “pertencer”.
Nosotros, desde siempre, hemos elegido contarles nuestro punto de vista sobre los distintos temas de interés general sin disfraces de ninguna índole, emitiendo conceptos directos, sean éstos compartidos o no por quienes están del otro lado. Claro que aquí debemos hacer la salvedad que siempre hemos estado dispuestos, y lo seguimos estando, a escuchar la otra campana, invitando a quien piensa distinto a emitir esa opinión libre y públicamente a través de nuestro micrófono para que la misma sea escuchada y conocida por el resto de la gente.
Jamás intentaremos “quedar bien” con alguien renegando de nuestras convicciones e ideales, que hemos logrado mantener bien alto en tiempos muy difíciles, cuando era más fácil, por ejemplo, “cambiar de camiseta” y ganarse “la aprobación” de quienes interiormente se regocijaban ante ese hecho.
Sabemos de nuestros permanentes errores e intentamos corregirlos a diario, pero a pesar de ello cometemos nuevos y más errores. Nos golpearon y siguen haciéndolo, nos bastardearon y siguen haciéndolo, nos difamaron y sigue haciéndolo. Nunca intentamos dar un paso al costado. Jamás hemos detenido nuestra marcha ni hemos cambiado el rumbo elegido.
En medio de la tempestad neoliberal y del fin de las ideologías, mantuvimos a flote nuestra nave. Y cuando ya habíamos logrado conformar una tripulación con voluntad de hierro, empezamos a reconstruirla y agrandarla, recibiendo a muchos nuevos compañeros y a otros muchos que regresaban a nuestra casa común.
La vida nos enseñó –y aprendimos bien- a ser forjadores de nuestro propio destino y a transformarnos en dueños de nuestros dichos y actos, sean éstos positivos o errores que pueden y suelen cometerse. Jamás esquivamos el bulto y esté quién esté enfrente, recibirá de nosotros una respuesta sincera, sea de su agrado o no.
Somos las generaciones herederas de aquellas otras que soñaron y lucharon por un mundo nuevo, con todas las particularidades del caso, con sus cosas buenas y con sus cosas malas. Como todos, como siempre. Y son esos mismos sueños y esa misma lucha las que nos movilizan hoy a nosotros a seguir adelante, a aportar nuestro granito de arena para construir aquí, en Armenia y en cada rincón del planeta esa sociedad más justa y humana llamada socialista.
Millones de hombre y mujeres de distintas nacionalidades han ofrendado sus vidas por hacer realidad este sueño. Algunos, desde el heroismo combatiente y otros, desde el sacrificio militante. Pero todos lo hicieron despojados de sus egos y en beneficio de TODOS.
Ellos, algunos con nombre y apellido y los otros, millones, compañeros anónimos, son los ejemplos a seguir y las vidas a emular. Que la hipocresía reinante no nos confunda en eso de los ejemplos. Quienes logramos mantener y ejercitar nuestras memorias sabemos quién fue cada quién y qué hizo.
Muy pronto, en ese ámbito solidario y progresista de nuestra colectividad, en la Casa de la Cultura Armenia, será inaugurado el piso de madera en el salón principal. Tal vez, para algunos, sea un hecho sin tanta trascendencia. Pero para quienes formamos parte de la gran familia de la Unión Cultural Armenia, es un hecho histórico que marcará nuestras vidas para siempre. Como lo fue el lograr sostener firme el timón en tiempos del vendaval; como lo fue lograr transformar a 2 de nuestros compañeros –Simón Yogourtjian y Arturo Kouyoumdzian- en emblemas de la militancia y la labor artística comunitaria; como lo fue lograr que toda la comunidad recordara a los descendientes de armenios víctimas del terrorismo de Estado en Argentina; como lo fue volver a editar nuestro períódico NOR SEVAN; como lo fue lograr homenajear en vida a nuestros veteranos compañeros y compañeras; como lo fue lograr celebrar el 40° aniversario del Conjunto KAIANE en la Madre Patria; como lo fue lograr el restablecimiento de nuestras relaciones con los compañeros de Armenia, Artsaj y la diáspora; como lo fue lograr adquirir una nueva sede social; como lo fue el pasado 29 de Noviembre, cuando inauguramos los baños y los vestuarios de la nueva sede…Y hay muchos otros momentos históricos que han marcado no sólo nuestra trayectoria institucional, sino también nuestras propias vidas. Porque los hemos vivido con suma intensidad y porque hemos sido protagonistas.
Por eso, el sábado 18 de abril, estaremos de fiesta y nuestros corazones desbordarán de felicidad ante un nuevo logro. Y esa noche sera la gran fiesta de los que estamos y de quienes ya no están. De aquellos compañeros y compañeras que nos marcaron el camino y nos dejaron las huellas por donde andar. De quienes nos demostraron que también desde aquí podemos ayudar a tomar el cielo por asalto. De quienes nos transmitieron el legado que siempre es válido luchar por la justicia y la nueva sociedad. De quienes nos enseñaron a decir “ni un paso atrás”. Porque la única lucha que se pierde es la que se abandona. Y nosotros fuimos moldeados para seguir adelante.


Adrian Lomlomdjian
Director

Memoria para lo que pasó y lo que vendrá

Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 28 de Marzo de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)


El pasado martes 24, mientras decenas de miles de personas en Plaza de Mayo y millones en todo el país recordábamos a las víctimas del terrorismo de Estado en nuestro país, pedíamos por la aparición con vida de Julio López, exigíamos cárcel común y perpetua para los genocidas, y continuábamos nuestra lucha –con todos sus matices- por una Argentina justa para todos; los personeros de quienes se enriquecieron, antes y ahora, a costilla del sacrificio, el hambre y las privaciones de la inmensa mayoría de los argentinos, cortaban rutas y proferían desesperados e histéricos gritos en defensa de sus hiper-ganancias en medio de una crisis mundial (por más que le pongan uno y mil disfraces), y cuando trabajadores y pequeños y medianos comerciantes ya hemos visto mermar con creces NO nuestras ganancias, sino los magros ingresos que en la mayoría de los casos garantizan apenas la sobrevivencia del núcleo familiar.
Por un lado la memoria activa y militante para que jamás vuelvan a repetirse no sólo los crímenes de lesa humanidad, sino tampoco el saqueo de las riquezas y las pertenencias de la nación toda; y por el otro, el pasado corporizado y personificado en quienes mucho tienen y quieren más, y también en quienes los acompañan, principalmente políticos de muy poca memoria e inexistente vergüenza, algunos varios de ellos con un pasado que tendría que llevarlos a esconderse de por vida.
Esto pasa en nuestro país, a nivel nacional.
A nivel comunitario estamos –quiérase o no- en una etapa en la que decidimos dar un salto hacia delante y nos abocamos todos, JUNTOS, a la construcción de una nueva colectividad, o seguimos retrocediendo paso a paso hacia un pasado estanco, repleto de divergencias, odios y rencores, diferencias secundarias transformadas en fundamentales y decisivas, donde la coexistencia en un plano de igualdad y respeto a lo distinto seguiría siendo un simple y bello slogan para mantener las cosas como están.
Si no avanzamos, si no debatimos, si no hablamos de nuestras carencias y errores, de nuestras necesidades, de todo aquello que nos mantiene en el pasado, estaremos resignándonos a dejarles a las nuevas generaciones, NO lo mismo que recibimos de nuestros mayores, sino algo mucho peor sin el desarrollo esencial e indispensable para su supervivencia, más allá de fastuosos y magníficos edificios, que se transformarán, inexorablemente, en esqueletos vacíos de todo contenido.
Si no discutimos qué comunidad tenemos y qué comunidad queremos; si no debatimos qué país queremos para desarrollarnos como ciudadanos libres y plenos; si no debatimos qué posición debemos tomar conjutamente sobre temas que nos ocupan y preocupan como el Genocidio de Armenios, las relaciones de Armenia con Turquía, Rusia, Estados Unidos y Europa; nuestras relaciones con la Madre Patria; la situación en nuestras escuelas e instituciones; el rol de nuestros medios de comunicación escritos y orales; etc.; si no hablamos de todo esto, si no nos involucramos, si no decidimos cambiar, estamos pasando buenos ratos entre amigos, pero PERDIENDO EL TIEMPO.
¿Tenemos objetivos o sólo nos movemos por inercia? ¿Sabemos en conjunto lo que queremos o simplemente seguiremos declamando que somos una colectividad y actuando como individualidades ajenos unos a los otros? ¿Hasta cuándo seguiremos así? ¿Hasta dónde llegaremos?
Nos gusta repetir, diría hasta el cansancio, dos frases que han marcado para siempre nuestros destinos. Una, la dicha por el líder nazi-fascista Adolfo Hitler, arengando a sus tropas al inicio de la Segunda Guerra Mundial: “¿Quién se acuerda hoy de los armenios?”. La otra, tiene que ver con nuestra historia más reciente y suena como una decisión inquebrantable: “¡Nunca más!”.
Ambas debemos repetirlas una y otra vez. La primera, para no contribuir también nosotros –por obvias otras razones- a que “no se acuerden de los armenios”. La segunda, para intentar terminar con todo aquello que no nos permite avanzar hacia la construcción de una colectividad distinta, solidaria y de iguales, en un país justo y digno de ser vivido, en un mundo nuevo donde reinen la paz y la amistad entre los pueblos y el bienestar general.
No queremos más –y luchamos contra ellos- una colectividad, ni un país, ni un mundo para pocos.


Adrián Lomlomdjian
Director