miércoles, 12 de agosto de 2009

53 años... La Voz Armenia... NUBAR

Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 8 de Agosto de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)


Allá por 1956, un 7 de agosto, en la vieja y prestigiosa Radio del Pueblo de la avenida Santa Fe de la ciudad de Buenos Aires, capital del país que se había convertido en su patria de adopción, Nubar Lomlomdjian emitía el primer programa de la audición radial LA VOZ ARMENIA.
Y en aquel programa, hoy memorable e imborrable, sonaba como primera entrega musical el tema que hablaba de "la mesa abundante frente al Ararat" y "llamaba a los compañeros de todo el mundo a llenar sus copas y a beber de felicidad".
Así comenzaba una historia, y esa canción marcaría para siempre, aún hasta nuestros días, una línea de la que jamás nos `emWq desviado.
Aquel jóven Nubar, que había lldgado a estas tierras junto a su familia -sobrevivientes del genocidio de armenios- proveniente de Alepo, Siria, exteriorizaba así sus ideas y convicciones, su alegría por el renacimiento de Armenia y su identificación extrema con aquella porción de tierra madre de la que fueron separados a la fuerza.
Su objetivo era uno: mantener esa identidad armenia, sus tradiciones, sus valores culturales, transmitirlos a las nuevas generaciones para no perder jamás esa relación tan necesaria con nuestras raíces, de las cuales hoy día seguimos nutriéndonos.
Pero Nubar, a pesar de su amor sincero, de su eterna gratitud para ésta, su patria Argentina (como solía llamarla), sabía que allá, en esa pequeña Armenia Renacida, pasaba algo muy importante, se ponían las bases verdaderas y firmes de un Estado Nacional que se convertía en baluarte del desarrollo y crecimiento nacional. Y mientras hacía todo para cumplir con sus objetivos aquí, iba tomando forma en su mente la idea de volver, de repatriarse. Sabía que era algo difícil, pero el sentimiento y la necesidad eran muy fuertes. Sin embargo se cerró aquel gran proceso de repatriación por la gran cantidad de gente que regresó a la Armenia Soviética y la vida le jugó una nueva carta inesperada: ellos, toda la familia, aquí, y su hermana con su esposo e hija allá, en la rena-ciente Madre Patria.
Pero la vida continuó, y… ¡vaya si continuó para Nubar!
Actividad plena en "su" Marash, su segunda casa; la audición que seguía y seguía; participación activa en la vida artístico-cultural de la comunidad y fuera de ella; casamiento con Sara -otro baluarte-, hijos y nuevas, más responsabilidades; delegaciones que comienzan a llegar de aquella Armenia y Nubar ahí, firme, cumpliendo con sus funciones comunitarias, pero mucho más con lo que le dictaba el corazón. Y siempre presente, en medio de todo y cada una de sus pasiones, quizá la máxima entre las más, su, nuestro querido River.
Así era Nubar, infinitamente armenio e innegablemente argentino; apasionado por el teatro, la poesía y la cultura en general, pero enfervorizado por aquella rojiblanca pasión de multitudes; con convicciones firmes, pero estrictamente respetuoso del pensamiento ajeno; reconociéndose sinónimo de una institución y un sector, nunca dudó en mantener abierto su espacio, este espacio, LA VOZ ARMENIA, a todos los sectores comunitarios.
Jamás intentó transformar "su espacio", éste, en una trinchera personal. Al contrario. Todo el sacrificio que le significaba mantener en el aire LA VOZ ARMENIA no era nada al lado de la alegría que experiementaba cada vez que alguien se sumaba al equipo y le daba una ma-no. Ese era su compromiso inquebrantable con la armenidad. Esa conducta era la que se había impuesto para sí mismo e intentaba cumplir a rajatablas.
Muchas veces soportó desaires e irrespetuosidades, pero se calló la boca y se volvió mascullando broncas, poniendo por encima de todo lo que él consideraba como interés común. Era su carácter, ese mismo que con el correr de los años le fue jugando una mala pasada, ya que lo que no explotaba hacia fuera lo hacía por dentro.
Cosechó amistades verdaderas y supo ganarse el afecto sincero de la mayoría. Fue un ejemplo de militante comunitario al servicio de todos, además de gran padre, marido, hijo, hermano. Fue un gran compañero de todos, desinteresado, abierto, jugándose por quienes quería sin medir peligros ni consecuencias.
Inolvidable Nubar, querido viejo, "sireli hairik".
Aquí estamos, continuando el camino que nos trazaste sin imposiciones de ninguna índole, sino con la "arrolladora fuerza del hacer" como único y sólido ejemplo. Soñabas con el Cin-cuentenario de la audición y no sólo llegamos, festejándolo en Armenia como vos hubieras querido, sino que ya vamos por los 53 años, con la seguridad de no bajar nunca los brazos ni darnos por vencido.
Porque LA VOZ ARMENIA no somos sólo nosotros, tu familia, Iván y yo, sino que tal como vos quisiste y construiste, LA VOZ ARMENIA es de todos. Y por eso hoy están aquí Rupén Berberian, Hasmik Mkrtichian y Alejandro Budano Serverian, como antes estuvieron el Dr. Adolfo Caian, Sarkís Bedrossian, Andrés Tobachian, Enrique Mirakian, el tío Juan Menechian, Ceci, Miguel y tantos otros que no dudaron en darte una mano cuando los llamaste.
El otro día Fede, tu nieto más chico, hacía cuenta de cuándo sería el Centenario de LA VOZ ARMENIA. Seguramente, algunos de nosotros ya no estaremos, pero ellos, tus nietos y quizás los hijos de tus nietos, tomarán la posta y la harán llegar hasta ese memorable día.
Y vos, Nubar, único entre todos, el que aún me arranca miles de lágrimas porque te extraño mucho, vos, estarás disfrutando nueva y merecidamente algo todo lo bueno que sembraste en tu paso por esta vida.


Adrián Lomlomdjian
Director

martes, 4 de agosto de 2009

Los cambios

Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 1° de Agosto de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)


Mientras el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires hace su trabajo “fino” y nos impone un nuevo Jefe de Policía porteño con un currículum diríamos casi “impresentable”; mientras todo aumenta y nuestros salarios van perdiendo día a día su escaso poder adquisitivo; mientras el Gobierno nos da muestras, esperamos que sea sólo eso, de que la mesa de enlace y sus aliados le torcieron el brazo; mientras los alquileres y las facturas de la luz, el agua y el gas ya están por las nubes; mientras los pobres son cada día más pobres y los ricos cada día “subsidiadamente” más ricos; hay quienes de entre nosotros creen que nada es más importante que debatir las relaciones armenio-turcas o si el Gobierno de Ereván está entregando Gharapagh.
Entiéndase bien. No estoy diciendo que estas dos cuestiones mencionadas no sean importante. Es más. Querramos o no, en nuestras instituciones, en los encuentros con amigos, en las reuniones familiares, Gharapagh, las relaciones con Turquía, la actualidad armenia y la interna comunitaria forman parte del “orden del día” permanente. Y no le rehuimos al debate ni a fijar posiciones al respecto. Por el contrario, muchas veces nuestras editoriales y gran parte de nuestro programa están dedicados al tratamiento de estos temas.
Lo que intentamos señalar es que si bien preocuparse y tomar partido en aquellas cuestiones es importante para nuestras vidas, asumiendo nuestra identidad compartida y sintiéndonos parte de todo lo que ocurra en relación a ello, también lo es (y creo que en un grado mayor de importancia debido a que estamos hablando de nuestra patria de residencia y de donde elegimos desarrollarnos como seres humanos), todo lo relacionado a nuestra vida cotidiana, a la lucha por la plena vigencia de nuestros derechos y por construir una sociedad justa para todos.
Si bien es importante conocer y tomar partido en la política exterior armenia, también lo es expresarse sobre si queremos seguir avanzando en la profundización de las relaciones con nuestros hermanos latinoamericanos o si preferimos regresar a las “relaciones carnales” con el gendarme del mundo. Preocuparse por Gharapagh y si definitivamente forma parte de Armenia o le es impuesto su regreso a la administración azerbeidjana es tan importante como concientizarnos que Las Malvinas son Argentinas y tomar esa bandera muy nuestra con la misma intensidad que lo hacemos con la otra. Lo mismo sucede, por ejemplo, con el recuerdo de nuestros mártires, con el irrenunciable reclamo de castigo a los herederos de los genocidas del pueblo armenio y con la permanente exigencia de justicia para con nuestros históricos reclamos. Esas convicciones y fortalezas, esa persistencia e insistencia también debería ser expresada cuando se trata de exigir el juicio y castigo a los culpables del genocidio en nuestro país, cuando debemos recordar y homenajear a quienes cayeron combatiendo la dictadura, a las decenas de miles de víctimas de la época más oscura de nuestra historia más reciente. Preocuparnos por el nivel educativo en Armenia, por el cierre de escuelas y jardines de infantes, por el saqueo de sus riquezas, por la decadencia de su sistema público de salud, por los presos políticos, por los altos índices de desocupación y pobreza, por los centenares de mendigos que pululan y por la prostitución que se pasea por sus calles, no está mal. Lo que no cierra es que esas mismas lacras existen acá, convivimos cotidianamente con ellas y a algunos parecen no moverles siquiera “un pelo”. Nada.
¿Qué hacemos? ¿Seguimos abonando la teoría de “ser armenios en cualquier parte de mundo” o comenzamos a comprometernos más y más con esa realidad de “ser argentinos descendientes de armenios”? ¿Continuamos llorando sólo a “las víctimas armenias” de cualquier tragedia o empezamos a compartir nuestras lágrimas cuando el dolor “no es armenio”? ¿Entenderemos alguna vez que sólo nos podemos reclamar solidaridad cuando somos solidarios, exigir derecho y justicia cuando en causas similares estamos a favor del derecho y la justicia? ¿Terminaremos comprendiendo que el paralelismo no debe hacerse con un Estado –Israel- que utiliza la desgracia sufrida por su gente para justificar su actitud criminal actual, sino con el pueblo –palestino- que sufre la misma política genocida que sufrieron nuestros antepasados allá y nuestros hermanos acá?
Nos deben seguir doliendo las inequidades, las violaciones a los derechos humanos, el hambre y la miseria, la pobreza, la falta de oportunidades. Debemos rebelarnos contra las injusticias de allá y de acá, las que suceden en cada rincón del planeta. Tenemos que acabar con las ambigüedades que guían el accionar de muchos de nosotros. No es fácil. Primero debemos asumir esa ambigüedad como propia y luego comenzar a combatir sus exteriorizaciones.
Para cambiar el mundo que nos rodea, las sociedades injustas que nos oprimen, debemos comenzar cambiando nosotros mismos. De eso se trata la vida. Y el esfuerzo vale la pena.


Adrián Lomlomdjian
Director