Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 1° de Agosto de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)
Mientras el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires hace su trabajo “fino” y nos impone un nuevo Jefe de Policía porteño con un currículum diríamos casi “impresentable”; mientras todo aumenta y nuestros salarios van perdiendo día a día su escaso poder adquisitivo; mientras el Gobierno nos da muestras, esperamos que sea sólo eso, de que la mesa de enlace y sus aliados le torcieron el brazo; mientras los alquileres y las facturas de la luz, el agua y el gas ya están por las nubes; mientras los pobres son cada día más pobres y los ricos cada día “subsidiadamente” más ricos; hay quienes de entre nosotros creen que nada es más importante que debatir las relaciones armenio-turcas o si el Gobierno de Ereván está entregando Gharapagh.
Entiéndase bien. No estoy diciendo que estas dos cuestiones mencionadas no sean importante. Es más. Querramos o no, en nuestras instituciones, en los encuentros con amigos, en las reuniones familiares, Gharapagh, las relaciones con Turquía, la actualidad armenia y la interna comunitaria forman parte del “orden del día” permanente. Y no le rehuimos al debate ni a fijar posiciones al respecto. Por el contrario, muchas veces nuestras editoriales y gran parte de nuestro programa están dedicados al tratamiento de estos temas.
Lo que intentamos señalar es que si bien preocuparse y tomar partido en aquellas cuestiones es importante para nuestras vidas, asumiendo nuestra identidad compartida y sintiéndonos parte de todo lo que ocurra en relación a ello, también lo es (y creo que en un grado mayor de importancia debido a que estamos hablando de nuestra patria de residencia y de donde elegimos desarrollarnos como seres humanos), todo lo relacionado a nuestra vida cotidiana, a la lucha por la plena vigencia de nuestros derechos y por construir una sociedad justa para todos.
Si bien es importante conocer y tomar partido en la política exterior armenia, también lo es expresarse sobre si queremos seguir avanzando en la profundización de las relaciones con nuestros hermanos latinoamericanos o si preferimos regresar a las “relaciones carnales” con el gendarme del mundo. Preocuparse por Gharapagh y si definitivamente forma parte de Armenia o le es impuesto su regreso a la administración azerbeidjana es tan importante como concientizarnos que Las Malvinas son Argentinas y tomar esa bandera muy nuestra con la misma intensidad que lo hacemos con la otra. Lo mismo sucede, por ejemplo, con el recuerdo de nuestros mártires, con el irrenunciable reclamo de castigo a los herederos de los genocidas del pueblo armenio y con la permanente exigencia de justicia para con nuestros históricos reclamos. Esas convicciones y fortalezas, esa persistencia e insistencia también debería ser expresada cuando se trata de exigir el juicio y castigo a los culpables del genocidio en nuestro país, cuando debemos recordar y homenajear a quienes cayeron combatiendo la dictadura, a las decenas de miles de víctimas de la época más oscura de nuestra historia más reciente. Preocuparnos por el nivel educativo en Armenia, por el cierre de escuelas y jardines de infantes, por el saqueo de sus riquezas, por la decadencia de su sistema público de salud, por los presos políticos, por los altos índices de desocupación y pobreza, por los centenares de mendigos que pululan y por la prostitución que se pasea por sus calles, no está mal. Lo que no cierra es que esas mismas lacras existen acá, convivimos cotidianamente con ellas y a algunos parecen no moverles siquiera “un pelo”. Nada.
¿Qué hacemos? ¿Seguimos abonando la teoría de “ser armenios en cualquier parte de mundo” o comenzamos a comprometernos más y más con esa realidad de “ser argentinos descendientes de armenios”? ¿Continuamos llorando sólo a “las víctimas armenias” de cualquier tragedia o empezamos a compartir nuestras lágrimas cuando el dolor “no es armenio”? ¿Entenderemos alguna vez que sólo nos podemos reclamar solidaridad cuando somos solidarios, exigir derecho y justicia cuando en causas similares estamos a favor del derecho y la justicia? ¿Terminaremos comprendiendo que el paralelismo no debe hacerse con un Estado –Israel- que utiliza la desgracia sufrida por su gente para justificar su actitud criminal actual, sino con el pueblo –palestino- que sufre la misma política genocida que sufrieron nuestros antepasados allá y nuestros hermanos acá?
Nos deben seguir doliendo las inequidades, las violaciones a los derechos humanos, el hambre y la miseria, la pobreza, la falta de oportunidades. Debemos rebelarnos contra las injusticias de allá y de acá, las que suceden en cada rincón del planeta. Tenemos que acabar con las ambigüedades que guían el accionar de muchos de nosotros. No es fácil. Primero debemos asumir esa ambigüedad como propia y luego comenzar a combatir sus exteriorizaciones.
Para cambiar el mundo que nos rodea, las sociedades injustas que nos oprimen, debemos comenzar cambiando nosotros mismos. De eso se trata la vida. Y el esfuerzo vale la pena.
Adrián Lomlomdjian
Director
martes, 4 de agosto de 2009
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