domingo, 25 de octubre de 2009

¿Argentino? ¿Armenio?

Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 24 de Octubre de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)


Este es el espacio editorial que cada semana aprovechamos para pensar en voz alta, para acercarles algunas de las ideas que nos preocupan a todos y para tratar de reflexionar juntos –aunque sea a la distancia-.
Este espacio es, ni más ni menos, nuestra propuesta concreta de hablar sobre temas que antes ni se tocaban, sobre cuestiones que si bien eran conocidas por muchos fueron mantenidas en silencio por largo tiempo. Es nuestro desafío público a poner en duda las remanidas “verdades intocables e indiscutibles”, no sólo para demostrar su falsedad o falta de vigencia actual, como lo es en algunos casos, sino también para que quienes siguen adhiriendo a ellas lo puedan hacer a través de sólidos fundamentos y no desde la mera repetición de frases que, en muchas oportunidades, son de dudosa legitimidad y procedencia.
Quienes escuchan el programa asiduamente o nos conocen personalmente, saben de nuestra ubicación política bien a la izquierda del espectro comunitario, lugar que intentamos sostener cotidianamente a partir de la defensa fundamentada de nuestos ideales y convicciones, y a través del acompañamiento de nuestros dichos por acciones concretas coincidentes. Es decir, nos esmeramos día a día en tratar de aportar a la construcción del hombre nuevo y la nueva sociedad, a pesar de los innumerables escollos que voluntaria o involuntariamente se nos cruzan, o nos cruzan, en el camino.
Cuando digo “verdades intocables e indiscutibles”, por ejemplo, rápidamente me viene a la mente la frase “nosotros, la diáspora”. Y decidí indagar un poco sobre el tema y encontré en uno de los diccionarios la siguiente explicación: “Diáspora -del griego dispersión-, dícese de la dispersión de grupos étnicos o religiosos que han abandonado su lugar de procedencia originario y que se encuentran repartidos por el mundo viviendo entre gente que no son de su condición”.
A riesgo cierto de caer en imprecisiones, debido a que no somos profesionales en el tema sino simples hombres y mujeres que buscamos respuestas a temas que forman parte de nuestra cotidianidad, intentaremos profundizar un poco en esta cuestión.
Nuestros abuelos –y en algunos casos, nuestros padres-, no sólo no han abandonado por propia decisión su lugar de procedencia originario, sino que fueron forzados a hacerlo durante el Genocidio de Armenios planificado y perpetrado por el Estado del Imperio Otomano, cuya continuidad es la actual República de Turquía. Entonces sí, a las comunidades primarias conformadas por ellos –que en muchos casos, incluso existían antes de la creación de la República de Armenia en mayo de 1918- se las podía, y debía, denominar “diáspora”, porque eran eso, ni más ni menos.
Como mencioné en el párrafo anterior, en 1918 se crea el Estado armenio con continuidad hasta nuestros días. Y si bien el mismo abarca una muy pequeña porción de los territorios históricamente conocidos y denominados “Armenia”, allí se concretó el deseo de sucesivas generaciones de vivir y desarrollarse al amparo de un Estado nacional armenio. Y así lo entendieron -al finalizar la Segunda Guerra Mundial- centenares de miles de habitantes de las comunidades diasporeanas de entonces, quienes acudiendo al llamado del Gobierno de la República Socialista Soviética de Armenia, fueron a establecerse definitivamente allí.
Otros centenares de miles, algunos porque la entonces floreciente república aún no estaba apta para recibir y albergar en condiciones dignas a más personas y otros, por decisión propia, eligieron quedarse en las ciudades donde ya estaban establecidos y desarrollar en ellas su vida y la de sus descendientes.
Puse freno en esta dirección y me vino a la mente “colectividad armenia”. Volví al diccionario y encontré: “Un colectivo es un grupo de personas que comparten o están motivados por un mismo tema u objeto de interés, o que trabajan juntos por un mismo objetivo. Se caracterizan por compartir y ejercer poder político y social, y tomar decisiones basados en el consenso y principios igualitarios. Aunque un colectivo puede buscar beneficios económicos esto no es una condición definitoria, lo cual lo diferencia de una cooperativa”.
Entonces, y siguiendo esta lógica, nosotros, segunda y tercera generación, dejamos de ser diáspora y somos una colectividad, es decir, un colectivo de individuos con motivaciones y objetivos comunes. En este caso, al agregarle a “colectividad” la palabra “armenia” le estaríamos dando la definición que nos aglutina, es decir, nuestras raíces armenias.
Quiero detenerme un minuto y aclararles que no estoy haciendo aseveraciones ni tampoco los estoy convenciendo de que es así, sino que estoy reflexionando en voz alta e intentando que lo hagamos juntos.
Ahora vuelvo al tema y me surge otro interrogante: está bien, no somos diáspora de la República de Armenia, pero sí de la Armenia Occidental, de los territorios que les fueron usurpados a nuestros antepasados y que aún permanecen ocupados y forman parte de la actual República de Turquía.
Pienso un rato. Incontables ideas van y viene, las imagino lógicas y un segundo después disparatadas. Me detengo y digo: nací en la Argentina y jamás me cuestioné si sería otro el lugar en donde desarrollaría mi vida y la de mi familia. Mis virtudes e innumerables defectos los he adquirido en estos pagos y los mismos son más parecidos a los de cualquier porteño que a los de un “erevantsí”.
Una duda: acá, en el trabajo, el barrio o en cualquier lugar, cuando me preguntan qué soy, respondo “armenio”. Claro, creo que esta respuesta la doy porque ya se da por sobre-entendido que “soy argentino”, que este es mi lugar en el mundo. Como contrapartida, en Armenia cuando preguntan lo mismo respondo “Argentino”, no digo “arguentinahay” (armenio de Argentina). ¿Será por el temor a ser catalogado de sionista? Los armenios, ¿son sionistas?
La semana que viene la seguimos.


Adrián Lomlomdjian
Director

domingo, 18 de octubre de 2009

Sobre traidores y más…

Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 10 de Octubre de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)



Hace algunas horas, en Zurich y si nada imprevisto ocurrió, los Cancilleres de Armenia y Turquía firmaron los Protocolos para el ordenamiento de las relaciones entre ambos países. Según las últimas informaciones recibidas, participaron de la ceremonia importantes figuras de los gobiernos de Rusia, Estados Unidos, Francia y de la Unión Europea.
Este hecho histórico, estemos de acuerdo con él plena o parcialmente o en desacuerdo total, abre una nueva página en la milenaria historia del pueblo armenio, precisamente en la etapa en que las comunicaciones hacen casi inexistentes las fronteras geográficas y que “allá” es casi lo mismo que “acá” o viceversa. Fue así como en cada rincón del planeta hubo –casi en simultáneo- marchas de repudio a la decisión del gobierno de Armenia y cada posición política, cada comunicado institucional, cada comentario y cada debate formó parte de ese “todo” que trascendió las fronteras de la Madre Patria.
Lo hemos sostenido a lo largo de todo este proceso y lo seguiremos haciendo convencidos de que “nadie es dueño de la verdad absoluta” ni “nadie puede autoproclamarse sostén de los valores e intereses nacionales”, sino que cada quien, afirmándose en sus convicciones políticas-ideológicas-filosóficas-religiosas o de cualquier otra índole, contrapone su opinión a la de otro, tratando de encontrar puntos en común, aprendiendo de esas otras visiones y sumando esos nuevos y distintos conocimientos a terceros, para que cada quien tenga la posibilidad de sacar sus propias conclusiones y construir su propia verdad, que jamás será algo estanco, sino que permanecerá sujeto a la evolución del pensamiento y, por ende, será objeto de cambios.
Y no estamos justificando a aquellos que cambian principios y objetivos de vida como “pañuelos descartables”, sino de quienes afirmándonos en sólidas bases ideológicas no dudamos en reflexionar sobre nuestras posiciones, sometiéndolas a los cambios que nuestra evolución intelectual y práctica colectiva impongan, sin por ello renunciar a las convicciones que hemos sabido sostener aún en medio de la peor de las tormentas.
“Traidor” es una de las palabras que más se ha utilizado durante este proceso de debate franco, abierto y mundial por el tema de los Protocolos. “Traidor”, se lo llama al Presidente Sargsian por haberse animado a presentar públicamente estos acuerdos con algunos puntos que pueden se motivo de objeciones; “Traidores” se llama a quienes no comparten públicamente la forma de rechazo de cierto sector político-partidario, que intenta ser presentada como “la verdad absoluta”; “Traidores”, según ellos, fueron también los bolcheviques armenios y Lenin, que entregaron todo; “Traidores”, dicen por lo bajo, son aquellos que no se suman a sus actos de repudio, a sus marchas de protesta, ni a nada que ellos promuevan, considerándose ellos, soberbios y hegemónicos, “los paladines y guardianes de los intereses de la armenidad”.
Pero claro, para quienes la historia forma parte de nuestras vidas en cuanto a que de ella aprendemos aciertos y errores que nos ayudan a moldear conductas y posiciones, esta visión “casi infantil” de lo que significan, en este caso puntual, “los verdaderos intereses del pueblo armenio”, nos da la posibilidad de traer al debate y aportar a la reflexión colectiva, cuestiones que trascienden un tema, un hecho, un suceso.
Se afirma que el futuro de Armenia corre peligro por la firma de estos Protocolos con Turquía. Lo lamentable es que estos mismos sectores que hoy gritan su bronca a los cuatro vientos jamás hayan dicho que Armenia corre peligro por su nefasta política de acercamiento a Occidente, defendida esta orientación por ellos mismos como parte de los sucesivos gobiernos post-soviéticos.
Se insulta de mil y una formas al actual gobierno porque supuestamente “está entregando nuestros históricos reclamos”. Lo doloroso es que muy pocos –por no decir ninguno- de quienes hoy alzan sus voces “contra la entrega”, nada dijeron mientras todo un país era desguasado y todo un pueblo saqueado de sus pertenencias y privado de los derechos conquistados a lo largo de las décadas.
Y ni qué hablar de aquellos momentos cuando el Presidente Levón Ter Petrossian visitó nuestro país y era recibido como “paladín de no sé qué” y se llevaba de regalo varios millones, mientras sumergía al pueblo en la oscuridad y el frío durante más de 20 horas diarias a lo largo de varios años. O cuando se recibió al Presidente Robert Kocharian “como héroe nacional” poco tiempo después que fueran fusilados en el recinto parlamentario los principales líderes políticos de país y que él siguiera en su cargo como si nada, continuando además con el proceso de saqueo de los bienes públicos y con la privatización de las principales empresas nacionales.
¿Acaso no son traidores quienes permitieron el saqueo de todos los bienes públicos del país? ¿No son traidores quienes contribuyeron a que un grupo de mafiosos oligarcas se adueñaran de las propiedades que eran de todos? ¿No son traidores quienes privatizadores los sistemas públicos y gratuitos de educación y salud que eran gozados por todo el pueblo, que ahora se encuentra desamparado y a merced de las apetencias sin límite de sus nuevos amos? ¿No son traidores quienes quitaron gran parte de los privilegios con los que hacían su vejez más llevadera los jubilados y pensionados del país? ¿No son traidores los que a lo largo de la historia han estado con los turcos, luego con los yanquis, luego con los europeos, con los nazis y con la CIA?
Las relaciones entre Armenia y Turquía, nuestros territorios ocupados, el Genocidio Armenio, el saqueo de los bienes del pueblo, la “usurpación” vía privatización de las principales compañías estatales, todos y cada uno de los temas que nos preocupan a nosotros, como descendientes de armenios, deben ser tratados con objetividad, sin esconder aquello que no favorezca la posición de tal o cual sector, sabiendo respetar la opinión distinta, tratando de sumar y de construir lo nuevo.
“Hacer camino al andar”, es un desafío que asumimos quienes sabemos que sólo a través de la lucha se conquista la justicia. Y estamos convencidos que sólo será posible avanzar hacia la verdad y la justicia cuando la sociedad socialista comience a tomar forma en ambos países y con ello comencemos a desandar el camino de la construcción del hombre nuevo.


Adrián Lomlomdjian
Director

Decidamos nosotros mismos

Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 17 de Octubre de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)


Cada fin de semana, cuando debo preparar la editorial del programa, comienzan a dar vuelta por mi cabeza situaciones y conversaciones mantenidas durante los últimos días, frases escuchadas, actitudes vistas, notas leídas. Y en cada una de ellas encuentro razones más que suficientes para transformarlas en la idea central de este momento radial. Pero muy a pesar mío, decidí no abordar un tema específico, sino tratar de incluir varios a la vez en una especie de reflexión integral.
Para empezar, y ser directo, le confieso que ya estoy cansado de los discursos nacionalistas y chauvinistas que, sin llegar a sostener una meditada campaña filo-nazi o filo-sionista, ayudan a difundir y a arraigar en las nuevas genearciones esas concepciones que tanto mal le han hecho a la humanidad toda y que han sido motor principal de la mayor tragedia sufrida por el pueblo armenio: el genocidio.
Tomen nota y que quede claro: no se confronta el nacionalismo turco con más nacionalismo armenio; no se confronta al sionismo con fundamentalismo islámico; no se confronta al imperialismo sólo con la retórica pacifista. Nada se confronta con más de lo mismo, sino con lo opuesto. Al individualismo opongámosle la solidaridad; al egoismo, el compañerismo; a la intolerancia, el respeto; al chauvinismo, la fraternidad entre los pueblos; y al capitalismo, el socialismo.
Hay que empezar a cambiar con los valores establecidos como lógicos por el dominante y hegemónico sistema capitalista mundial, que a través de sus todopoderosos medios masivos de comunicación, de sus miles de “organizaciones no gubernamentales” y de sus lacayos diseminados por el mundo entero, “nos imponen” lo qué está bien y lo qué está mal, en qué hay que pensar, qué hay que consumir, qué es lo correcto y qué lo incorrecto, quienes son los “bondadosos líderes mundiales” y quiénes conforman “el eje del mal”…
Entonces, saturadas nuestras mentes por esta propaganda nociva que nos invade las 24 horas del día, algunos ni se sonrojan cuando aseguran que “la ley de la dictadura garantiza la libertad de expresión”; o cuando en un discurso que hablan de sociedades justas y un mundo nuevo, ni se mosquean al decir que “el turco es un pueblo de bestias salvajes” o que “los bolivianos y paraguayos son atrasados” u otras “verdades” incuestionables para ellos; o, por ejemplo, nos dan cátedra sobre la pobreza en Cuba –“compadeciéndose de los pobres cubanos” que no tienen acceso a tal o cual cosa- y ni los roza la inmnesa pobreza que los rodea en esta Argentina donde la mitad de la población no tiene acceso a lo más elemental para garantizar su subsistencia.
Y cuando uno los llama a la reflexión, no negando ni escondiendo datos o realidades, sino tratando de poner cada cosa en su lugar, en seguida aplican su frase salvadora: “¿Por qué no te vas a vivir ahí si estás de acuerdo con Chávez, con Evo o con Fidel?”.
Para estos algunos, que lamentablemente son varios, el Estado Genocida de Israel no es culpable de crímenes de lesa humanidad cometidos a lo largo de más de seis décadas, sino que los palestinos son los intolerantes de no permitir que dividan sus históricos territorios para la creación de un Estado ficticio merced a la ocupación, las matanzas masivas, la deportación, la usurpación y el terror como política permanente; para estos algunos, un diputado oficialista que vota contra el gobierno tuvo “la grandeza” de darse cuenta del error y no aceptar las presiones, mientras que un diputado opositor que considera la ley positiva y vota a favor, es un corrupto que se dejó comprar por el gobierno. En síntesis, “la provocación cotidiana” a la que nos vemos sometidos por las distintas estructuras del sistema se nos presenta como normal y razonable, lo “irracional” es la reacción de quien ya no está dipuesto a tolerarlo.
Y habría mucho más para enumerar, demostrando hasta qué grado somos prisioneros del “status-quo” establecido por el sistema que decimos no soportar más y combatir.
Estos tiempos requieren de cada uno de nosotros la madurez necesaria para comprender que si no estamos dispuestos a cambiar a partir de nosotros mismos, ningún cambio será posible. Si yo repito ideas y conductas que critico en otros, la lucha que digo protagonizar pierde sentido y legitimidad ante la vista de terceros. Por eso resulta casi imprescindible comenzar a re-transitar por el camino que alguna vez, muchos de quienes me están escuchando, habían considerado apto para recorrer las distintas etapas de la vida.
Para quienes seguimos en él, nada resulta fácil ni sencillo, ya que no sólo debemos lidiar con quienes opinan diametralmente opuesto, sino también con aquellos que desde la misma trinchera tratan de convencernos de la existencia de “alternativas más civilizadas” o de “variantes más comprensibles” para las mayorías.
Mantener la coherencia entre lo que se predica y lo que se practica, es uno de los mayores desafíos que enfrentamos a diario quienes seguimos sosteniendo que otro mundo es posible, que la paz y la amistad entre los pueblos siguen siendo valores supremos, que la solidaridad y la justicia son principios inquebrantables, y el socialismo la única alternativa real a un sistema explotador e inhumano que está conduciendo al planeta y a la humanidad a su autodestrucción.
No permitamos que sigan decidiendo por nosotros.



Adrián Lomlomdjian
Director