Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 24 de Octubre de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)
Este es el espacio editorial que cada semana aprovechamos para pensar en voz alta, para acercarles algunas de las ideas que nos preocupan a todos y para tratar de reflexionar juntos –aunque sea a la distancia-.
Este espacio es, ni más ni menos, nuestra propuesta concreta de hablar sobre temas que antes ni se tocaban, sobre cuestiones que si bien eran conocidas por muchos fueron mantenidas en silencio por largo tiempo. Es nuestro desafío público a poner en duda las remanidas “verdades intocables e indiscutibles”, no sólo para demostrar su falsedad o falta de vigencia actual, como lo es en algunos casos, sino también para que quienes siguen adhiriendo a ellas lo puedan hacer a través de sólidos fundamentos y no desde la mera repetición de frases que, en muchas oportunidades, son de dudosa legitimidad y procedencia.
Quienes escuchan el programa asiduamente o nos conocen personalmente, saben de nuestra ubicación política bien a la izquierda del espectro comunitario, lugar que intentamos sostener cotidianamente a partir de la defensa fundamentada de nuestos ideales y convicciones, y a través del acompañamiento de nuestros dichos por acciones concretas coincidentes. Es decir, nos esmeramos día a día en tratar de aportar a la construcción del hombre nuevo y la nueva sociedad, a pesar de los innumerables escollos que voluntaria o involuntariamente se nos cruzan, o nos cruzan, en el camino.
Cuando digo “verdades intocables e indiscutibles”, por ejemplo, rápidamente me viene a la mente la frase “nosotros, la diáspora”. Y decidí indagar un poco sobre el tema y encontré en uno de los diccionarios la siguiente explicación: “Diáspora -del griego dispersión-, dícese de la dispersión de grupos étnicos o religiosos que han abandonado su lugar de procedencia originario y que se encuentran repartidos por el mundo viviendo entre gente que no son de su condición”.
A riesgo cierto de caer en imprecisiones, debido a que no somos profesionales en el tema sino simples hombres y mujeres que buscamos respuestas a temas que forman parte de nuestra cotidianidad, intentaremos profundizar un poco en esta cuestión.
Nuestros abuelos –y en algunos casos, nuestros padres-, no sólo no han abandonado por propia decisión su lugar de procedencia originario, sino que fueron forzados a hacerlo durante el Genocidio de Armenios planificado y perpetrado por el Estado del Imperio Otomano, cuya continuidad es la actual República de Turquía. Entonces sí, a las comunidades primarias conformadas por ellos –que en muchos casos, incluso existían antes de la creación de la República de Armenia en mayo de 1918- se las podía, y debía, denominar “diáspora”, porque eran eso, ni más ni menos.
Como mencioné en el párrafo anterior, en 1918 se crea el Estado armenio con continuidad hasta nuestros días. Y si bien el mismo abarca una muy pequeña porción de los territorios históricamente conocidos y denominados “Armenia”, allí se concretó el deseo de sucesivas generaciones de vivir y desarrollarse al amparo de un Estado nacional armenio. Y así lo entendieron -al finalizar la Segunda Guerra Mundial- centenares de miles de habitantes de las comunidades diasporeanas de entonces, quienes acudiendo al llamado del Gobierno de la República Socialista Soviética de Armenia, fueron a establecerse definitivamente allí.
Otros centenares de miles, algunos porque la entonces floreciente república aún no estaba apta para recibir y albergar en condiciones dignas a más personas y otros, por decisión propia, eligieron quedarse en las ciudades donde ya estaban establecidos y desarrollar en ellas su vida y la de sus descendientes.
Puse freno en esta dirección y me vino a la mente “colectividad armenia”. Volví al diccionario y encontré: “Un colectivo es un grupo de personas que comparten o están motivados por un mismo tema u objeto de interés, o que trabajan juntos por un mismo objetivo. Se caracterizan por compartir y ejercer poder político y social, y tomar decisiones basados en el consenso y principios igualitarios. Aunque un colectivo puede buscar beneficios económicos esto no es una condición definitoria, lo cual lo diferencia de una cooperativa”.
Entonces, y siguiendo esta lógica, nosotros, segunda y tercera generación, dejamos de ser diáspora y somos una colectividad, es decir, un colectivo de individuos con motivaciones y objetivos comunes. En este caso, al agregarle a “colectividad” la palabra “armenia” le estaríamos dando la definición que nos aglutina, es decir, nuestras raíces armenias.
Quiero detenerme un minuto y aclararles que no estoy haciendo aseveraciones ni tampoco los estoy convenciendo de que es así, sino que estoy reflexionando en voz alta e intentando que lo hagamos juntos.
Ahora vuelvo al tema y me surge otro interrogante: está bien, no somos diáspora de la República de Armenia, pero sí de la Armenia Occidental, de los territorios que les fueron usurpados a nuestros antepasados y que aún permanecen ocupados y forman parte de la actual República de Turquía.
Pienso un rato. Incontables ideas van y viene, las imagino lógicas y un segundo después disparatadas. Me detengo y digo: nací en la Argentina y jamás me cuestioné si sería otro el lugar en donde desarrollaría mi vida y la de mi familia. Mis virtudes e innumerables defectos los he adquirido en estos pagos y los mismos son más parecidos a los de cualquier porteño que a los de un “erevantsí”.
Una duda: acá, en el trabajo, el barrio o en cualquier lugar, cuando me preguntan qué soy, respondo “armenio”. Claro, creo que esta respuesta la doy porque ya se da por sobre-entendido que “soy argentino”, que este es mi lugar en el mundo. Como contrapartida, en Armenia cuando preguntan lo mismo respondo “Argentino”, no digo “arguentinahay” (armenio de Argentina). ¿Será por el temor a ser catalogado de sionista? Los armenios, ¿son sionistas?
La semana que viene la seguimos.
Adrián Lomlomdjian
Director
domingo, 25 de octubre de 2009
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