Editorial del programa del sábado 30 de Enero de 2010
Durante esta última década mucho hemos avanzado como colectividad.
A pesar de las divisiones, de algunos exabruptos, de diferencias que parecen insalvables, hemos sido capaces de ir construyendo juntos algo de las sólidas bases sobre las que descansará la colectividad en el futuro.
Y lo que les estoy expresando no es mi deseo o fruto de mi imaginación, sino la realidad concreta en la que tuve la suerte de participar con decenas y decenas de dirigentes, hombres y mujeres, jóvenes y grandes de distintas instituciones, juntos –en ámbitos interinstitucionales- o separados, cada uno en su lugar.
Este batallón de dirigentes comunitarios, sean ellos políticos, sociales, culturales, deportivos o periodísticos, han ido haciendo una práctica política que hasta hace algunos años atrás parecía imposible en el seno de la colectividad armenia de Buenos Aires.
Compartir mesas de discusión y debate, compartir la organización de algunas actividades, compartir escenarios en lo artístico, compartir delegaciones en lo deportivo, compartir espacios en lo social y hasta compartir amablemente el disenso, es mérito de toda esta generación de dirigentes comunitarios quienes, a pesar de las particularidades –desde lo individual y colectivo-, han sabido someterse sin ningún tipo de complejos ni tabúes a un proceso de cambio, entendiendo que nuevas formas de relación eran posibles sin tener que renunciar ni a principios, ni a convicciones ni a objetivos.
Hoy, por ejemplo, es natural que representantes de sectores diametralmente opuestos desde lo ideológico se sienten en una misma mesa para programar actividades, para intercambiar opiniones sobre problemas comunes o para dialogar sobre la actualidad de Armenia y la diáspora. Hoy es natural hablar sobre temas comunitarios que antes eran tabú. Hoy, disentimos y discutimos acaloradamente seguros, todos, de que ello no lastimará el proceso actual de relaciones interinstitucionales basadas en la fraternidad, la cooperación y la tolerancia.
A lo largo de estos años hemos ido superando distintos escollos, muchos de ellos producto del aprendizaje que íbamos haciendo todos juntos a medida que íbamos recorriendo un camino inédito, no porque jamás hayan existido relaciones interinstitucionales, sino porque en esta oportunidad hablamos de todas las corrientes y sectores juntos durante un lapso de tiempo prolongado.
Pero esta faceta positiva, fundamental para el desarrollo posterior, no nos inhibe de ver que tal vez pudimos hacer, avanzar, profundizar y fortalecer un poco más este proceso beneficioso para todos y cada uno de nosotros.
Y estamos a tiempo, ¡vaya si lo estamos!
Este año, 2010, debe servirnos para dar un paso más, para empezar a darle forma a aquello que fuimos ideando y sobre lo que intercambiamos opiniones durante largas horas, para comenzar a transformar en realidad mucho de lo que venimos hablando, para poner en práctica algunos de nuestros sueños y objetivos compartidos.
Cada ámbito comunitario debemos sentirlo como NUESTRO, de todos. Como cada logro y cada alegría, cada necesidad y cada momento malo. Quiérase o no, el mal trance de cualquiera a la larga repercutirá en el resto. Y cada éxito será para bien de todos. Nadie está por encima del otro, sino que cada uno de nosotros tiene una función para cumplir. Y si las funciones son similares, debemos empezar a aprender a compartir más momentos, experiencias y esfuerzos. Logremos ser uno más uno, NO uno y uno.
Para ser una colectividad de verdad, más allá de grandes y prácticos edificios, de escuelas modelo y de instituciones bien estructuradas, debemos sentirnos colectivo, proyectar como colectivo y actuar como tal. He aquí el paso fundamental que debemos comenzar a dar este año.
El desafío está planteado y depende de cada uno, de todos, comenzar a desandar el camino de la verdadera unidad.
Adrián Lomlomdjian
Director