sábado, 13 de febrero de 2010

REFLEXIONES EN EL BICENTENARIO (II)

Audición radial LA VOZ ARMENIA, Buenos Aires, República Argentina
Editorial del programa del sábado 13 de Febrero de 2010

Parece cosa de locos, pero es cierto nomás…
El Vicepresidente de la Nación, muy pulcrito él, carita bien lavada, ropita de marca, pelito corto y cara de “yo no fui”, se reunió con los dirigentes de la tradicional Unión Cívica Radical, que supo ser un partido de características progresistas y populares, para delinear conjuntamente “una política de desgaste del actual gobierno”… ¡del que Cobos forma parte!
Para la prensa “seria e institucional”, preocupada por la “salud republicana” de nuestro país, fue simplemente el encuentro de Cleto Cobos con sus “ex y futuros correligionarios”.
El Intendente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires –destruida por donde se la mire, como si hubiese tenido que soportar un bombardeo aéreo o el paso de los tanques-, el ingeniero Mauricio Macri, también muy pulcrito él, carita lavada, ropita de marca, pelito corto, permanente onda de “empresario piola” (al menos, cuando lo enfocan las cámaras) y cara de “no entiendo” cada vez que debe hacerle frente a un de los desastres generados por él, no sólo mantiene en sus puestos de “jefes de la patota personal denominada Policía Metropolitana” a quienes tienen manchadas sus manos con la sangre de nuestros hermanos, sino que además decide avanzar en decisiones que generan el rechazo de las mayorías, como por ejemplo el cierre de los Hospitales Borda y Moyano, dejando sin trabajo a centenares de profesionales de salud y en la calle a centenares de pacientes psiquiátricos que no tienen a dónde ir ni quien los cuide. Claro, debe apurarse porque le queda poco tiempo y debe cerrar “grandes negocios” que le permitan acrecentar su mal habida fortuna personal.
Y para la prensa “seria e institucional” preocupada por la “salud republicana” de nuestro país, las escuchas telefónicas ordenadas por Macri y sus secuaces; el nombramiento de funcionarios netamente fascistas; la falta de insumos y el cierre de hospitales; la degradación cotidiana de una Ciudad que supo ser ejemplo en cuanto a solidaridad, asistencia y contención, no son más que “desprolijidades” de un político joven en su carrera hacia la Casa Rosada.
Mientras desde la pseudo-oposición del sistema se ataca al gobierno por aquellas decisiones que podrían poner en peligro la estabilidad del sistema explotador celosamente cuidado por todos ellos, JUNTOS, desde el gobierno se agrede sistemáticamente a quienes “protestan desde el flanco izquierdo”. Así es, poniendo en el centro de la escena al cineasta Pino Solanas -que no es de izquierda sino de extracción peronista al igual que los Kirchner, Duhalde, De Narváez, Moyano, Reutemann, Solá y los muchachos de Macri- se pretende invalidar a quienes sigue reclamando y luchando por el fin de los privilegios y las prebendas y por la construcción de una sociedad socialista.
Desde Balcarce 50 –contando lamentablemente con la complicidad de algunos sectores progresistas- nos quieren hacer creer que son ellos quienes encabezarán el proceso hacia la definitiva liberación social de los ciudadanos de nuestra Patria. Y que quien no esté con ellos, apoyándolos, está a favor de los enemigos de la Patria –entiéndase por esto a los pseudo-opositores-, tratando de convencernos que la alternativa es “unos u otros”, “kirchneristas o antikirchneristas”.
Hagamos un poco de historia y prestemos atención a lo que nos muestra. Por ejemplo, que durante los años de “la guerra fría” quienes se dicen socialdemócratas y autoproclaman progresistas, algunos incluso ocupando el gobierno en ciertos países, fueron aliados del imperialismo yanqui en su cruzada antisoviética; que quienes se dicen socialdemócratas y autoproclaman progresistas, fueron la punta de lanza del neoliberalismo que arrasó y desguasó nuestro país y muchos otros denominados de “tercer mundo”; que quienes se dicen socialdemócratas y autoproclaman progresistas, aplicaron y aplican políticas de hambre, rebajaron salarios, acorralaron nuestros ahorros, nos privatizaron la jubilación, subsidian a los que más tienen, regalan nuestras riquezas naturales, crean un Fondo del Bicentenario para seguir pagando una deuda que ya pagamos con creces; y otras yerbas.
Que se tomen medidas y se aprueben leyes con las cuales estemos de acuerdo en parte o totalmente, no nos puede hacer perder de vista ni nuestro objetivo de vida ni tampoco quién es quién y que trae en la mochila de la historia de su vida.
No se puede combatir el cáncer con aspirinas. Se lo ataca con una batería de medicamentos que lo debiliten y luego se lo extirpa.
Las reformas son aspirinas para el capitalismo, ya que jamás cuestionan la esencia misma del mal. Me duelen los pobres, los desocupados, los desamparados, los que no pueden ni siquiera ir al hospital o al colegio, los ayudo, estoy de acuerdo con subsidiarlos para hacerles más llevadera la tragedia cotidiana… ¿Y? ¿Qué más? ¿Acaso no entendemos que todo eso que nos rodea y nos duele, y que en muchos casos también sufrimos en carne propia, no son más que las consecuencias lógicas de este sistema explotador con el que hay que terminar un día antes?
No perdamos más tiempo en ver de qué lado estamos o de cuidarnos de que otros nos ubiquen entre “kirchneristas” o “antikirchneristas”. Las horas pasan, los días se van y este sistema continúa con todas sus variantes, con sus lados malos y menos malos, con los lógicos vaivenes del desarrollo que implican que para mantenerse a veces “hay que aflojar un poco la cuerda”. Así venimos desde hace décadas, por no decir desde hace 200 años.
El Bicentenario no es más que un momento en la historia de nuestro desarrollo como sociedad.
Luchemos para que sea el verdadero punto de partida de nuestro proceso de liberación. Y no son ellos, sino nosotros los responsables de hacerlo realidad.

Adrián Lomlomdjian
Director

lunes, 8 de febrero de 2010

REFLEXIONES EN EL BICENTENARIO (I)

Audición radial LA VOZ ARMENIA, Buenos Aires, República Argentina
Editorial del programa del sábado 6 de Febrero de 2010

El país todo, cada uno de nosotros nos preparamos para celebrar el Bicentenario de la Patria.
200 años con historias y personajes controvertidos, con acontecimientos del pasado que marcan el hoy, que impregnan nuestros días.
Luchadores de toda la vida que han sabido pasar de generación en generación la voluntad y deción inquebrantable de luchar por un país justo, solidario e inclusivo, que se hará realidad no sólo a través de bellos discursos, sino tomando las medidas concretas que vayan construyendo las bases sobre las cuañes construirlo.
Explotadores y opresores de distintas ideologías, colores y creencias que no dudaron en regar con sangre de nuestros hermanos el suelo patrio, sin importarles lugar ni momento, y mucho menos consecuencia, ya que han sabido construir un sistema jurídico que les garantiza la inmunidad y la impunidad para seguir saqueando y expoliando.
Hermosos artículos -que parecerían garantizar una vida de ensueño para quienes habitamos este bendito país- conforman nuestra Constitución Nacional. Salud, educación, vivienda y trabajo para todos dejaron de ser “derechos constitucionales” para convertirse en un “bien preciado imposible de alcanzar” para millones y millones de argentinos y argentinas que, por decisión de las sucesivas autoridades patrias, pasaron a formar parte de ese multitudinario batallón de excluídos y marginados que nos deberían dolor, y mucho, a cada uno de nosotros cada segundo de cada día de nuestras vidas.
Mientras algunos se quejan porque no les permiten ganar más de lo mucho que ganan, otros –entre ellos, niños- tiran de pesadísimos carros llenos de papel, plástico y vidrio para poder llevar siquiera un pedazo de pan a su hogar.
Mientras algunos hablan de violaciones a la Constitución tratando de defender esa quintita de privilegios políticos y económicos del que no quieren separarse nunca –a pesar de haber presentado renuncias y de haber dicho una y mil veces que están cansados de la política-, otros son el ejemplo viviente del no cumplimiento de los derechos garantizados en la Constitución, sin que ellos signifique nada de nada para quienes deberían hacer cumplir eso de la salud, educación, vivienda y trabajo para todos.
Mientras algunos jamás cumplieron con sus obligaciones como legislador, aumentan su patrimonio personal con contratos de obras públicas en favor de sus empresas, evaden impuestos, destruyen una ciudad, forman un ejército propio y lo llaman “Policía Metropolitana”, y no conforme con ello le dan autos sin patente y “picanas eléctricas” con formato de pistolas, otros sobreviven peleándole a la vida un lugar en este mundo.
Mientras algunos deciden crear un Fondo del Bicentenario para pagar una deuda que ya pagamos mil veces –“honrando” a muchos de quienes saquearon y destruyeron el país- y otros proponen no pagar con el ahorro sino a costa de disminuir el gasto público, es decir, despidos masivos y recorte de presupuesto en la esfera social, estamos quienes elegimos levantar la barricada para que no nos sigan envenando con esta falsa disyuntiva de “unos u otros”, de “progresistas o conservadores”, de “capitalistas humanizados o regresión a la pesadilla del pasado”.
A veces resulta difícil, y vaya si lo es, manifestar oposición a ciertas cosas y no quedar pegado a quienes se presentan y “son presentados” como los únicos opositores, cuando en realidad son una de las muestras vivientes de los males que debimos soportar, o mejor dicho, que las mayorías eligieron para hacernos sufrir a todos.
Pero a pesar de esta dificultad concreta en cuanto a cómo podemos ser vistos o a cómo puede ser aprovechado nuestro discurso, no tenemos derecho a callar ante la injusticia ni a mirar hacia otro lado haciéndonos los desentendidos, por el peligro de que nos iguales a “los opositores del sistema”.
Nosotros, quienes nos sentimos parte del campo popular y tratamos de reafirmar esa pertenencia con nuestro accionar y lucha cotidianos, debemos tener a capacidad de demostrar que la sociedad justa que queremos construir no está en manos ni de unos ni de otros, sólo en las nuestras, en la de esos millones de argentinos que tienen las manos limpias para poder construir lo nuevo.
Que el Bicentenario nos encuentre juntos, poniendo las bases de ese país distinto con el que soñaron y por el que lucharon generaciones de connacionales. Y no en alguna de esas dos trincheras que pretenden presentarnos como las únicas a las que podemos sumarnos para terminar con todos los males que nos aquejan.
Si alguna vez sostuviste el “que se vayan todos”, cerrá los ojos, viajá hacia el pasado, mirales las caras, volvé al presente, mirá otra vez esas caras y escuchá lo que te dicen. Y si les creés, ¡andate con ellos!

Adrián Lomlomdjian
Director