Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 28 de Marzo de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)
El pasado martes 24, mientras decenas de miles de personas en Plaza de Mayo y millones en todo el país recordábamos a las víctimas del terrorismo de Estado en nuestro país, pedíamos por la aparición con vida de Julio López, exigíamos cárcel común y perpetua para los genocidas, y continuábamos nuestra lucha –con todos sus matices- por una Argentina justa para todos; los personeros de quienes se enriquecieron, antes y ahora, a costilla del sacrificio, el hambre y las privaciones de la inmensa mayoría de los argentinos, cortaban rutas y proferían desesperados e histéricos gritos en defensa de sus hiper-ganancias en medio de una crisis mundial (por más que le pongan uno y mil disfraces), y cuando trabajadores y pequeños y medianos comerciantes ya hemos visto mermar con creces NO nuestras ganancias, sino los magros ingresos que en la mayoría de los casos garantizan apenas la sobrevivencia del núcleo familiar.
Por un lado la memoria activa y militante para que jamás vuelvan a repetirse no sólo los crímenes de lesa humanidad, sino tampoco el saqueo de las riquezas y las pertenencias de la nación toda; y por el otro, el pasado corporizado y personificado en quienes mucho tienen y quieren más, y también en quienes los acompañan, principalmente políticos de muy poca memoria e inexistente vergüenza, algunos varios de ellos con un pasado que tendría que llevarlos a esconderse de por vida.
Esto pasa en nuestro país, a nivel nacional.
A nivel comunitario estamos –quiérase o no- en una etapa en la que decidimos dar un salto hacia delante y nos abocamos todos, JUNTOS, a la construcción de una nueva colectividad, o seguimos retrocediendo paso a paso hacia un pasado estanco, repleto de divergencias, odios y rencores, diferencias secundarias transformadas en fundamentales y decisivas, donde la coexistencia en un plano de igualdad y respeto a lo distinto seguiría siendo un simple y bello slogan para mantener las cosas como están.
Si no avanzamos, si no debatimos, si no hablamos de nuestras carencias y errores, de nuestras necesidades, de todo aquello que nos mantiene en el pasado, estaremos resignándonos a dejarles a las nuevas generaciones, NO lo mismo que recibimos de nuestros mayores, sino algo mucho peor sin el desarrollo esencial e indispensable para su supervivencia, más allá de fastuosos y magníficos edificios, que se transformarán, inexorablemente, en esqueletos vacíos de todo contenido.
Si no discutimos qué comunidad tenemos y qué comunidad queremos; si no debatimos qué país queremos para desarrollarnos como ciudadanos libres y plenos; si no debatimos qué posición debemos tomar conjutamente sobre temas que nos ocupan y preocupan como el Genocidio de Armenios, las relaciones de Armenia con Turquía, Rusia, Estados Unidos y Europa; nuestras relaciones con la Madre Patria; la situación en nuestras escuelas e instituciones; el rol de nuestros medios de comunicación escritos y orales; etc.; si no hablamos de todo esto, si no nos involucramos, si no decidimos cambiar, estamos pasando buenos ratos entre amigos, pero PERDIENDO EL TIEMPO.
¿Tenemos objetivos o sólo nos movemos por inercia? ¿Sabemos en conjunto lo que queremos o simplemente seguiremos declamando que somos una colectividad y actuando como individualidades ajenos unos a los otros? ¿Hasta cuándo seguiremos así? ¿Hasta dónde llegaremos?
Nos gusta repetir, diría hasta el cansancio, dos frases que han marcado para siempre nuestros destinos. Una, la dicha por el líder nazi-fascista Adolfo Hitler, arengando a sus tropas al inicio de la Segunda Guerra Mundial: “¿Quién se acuerda hoy de los armenios?”. La otra, tiene que ver con nuestra historia más reciente y suena como una decisión inquebrantable: “¡Nunca más!”.
Ambas debemos repetirlas una y otra vez. La primera, para no contribuir también nosotros –por obvias otras razones- a que “no se acuerden de los armenios”. La segunda, para intentar terminar con todo aquello que no nos permite avanzar hacia la construcción de una colectividad distinta, solidaria y de iguales, en un país justo y digno de ser vivido, en un mundo nuevo donde reinen la paz y la amistad entre los pueblos y el bienestar general.
No queremos más –y luchamos contra ellos- una colectividad, ni un país, ni un mundo para pocos.
Adrián Lomlomdjian
Director
lunes, 6 de abril de 2009
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