Audición Radial “LA VOZ ARMENIA”
EDITORIAL (Sábado 29 de Septiembre de 2007)
Desde hace casi un mes el Instituto Educativo San Gregorio el Iluminador, perteneciente al Centro Armenio o Institución Administrativa de la Iglesia Armenia -la histórica y principal organización comunitaria (más allá de pertenencias y cuestiones circunstanciales)-, atraviesa por una situación por demás crítica. Y parece que más allá de conversaciones y “preocupaciones” personales, nada nos conmueve, ni siquiera, que cientos de alumnos no concurran o concurran de manera irregular a recibir clases para no perder el año lectivo; parece que no nos importa (y siempre hablamos en plural, porque también somos parte y no jueces de la situación) que aquella escuela por la que pasamos la gran mayoría de nosotros esté “clausurada” desde hace un mes; parece que no nos importa el problema de otro más que para “dar consejos” y decir socarronamente “yo sabía que iba a pasar ésto”, como si las demás instituciones comunitarias estuvieran exentas de que algún día les pase algo similar o peor.
¿Qué nos está pasando, que en vez de salir corriendo a dar una mano, esperamos “tranquilamente preocupados” el desenlace de la situación? ¿Qué nos está pasando, que no tuvimos la capacidad de dar una respuesta al problema como comunidad? ¿De qué nos sirven las relaciones políticas, si no somos capaces de ponerlas al servicio de quien la precisa?
Y ojo que no hablamos de que no exista el problema, ni de que no se lo solucione, ni de que no se respeten las ordenanzas y leyes que rigen el funcionamiento de los distintos establecimientos habilitados en nuestra Ciudad. Lo que decimos -sin conocer en profundidad el tema, o mejor dicho, sabiendo lo que nos contaron directivos del Centro Armenio-, es que en Buenos Aires funcionan con normalidad establecimientos educativos en condiciones de mayor deterioro y peligrosidad para los estudiantes, que las que pudieron ser detectadas en los distintos edificios que componen el Instituto San Gregorio. Quien recorre la escuela a diario y conoce, además, otras escuelas (sean estas municipales o privadas) de la capital, con toda razón puede pensar que “acá pasa algo raro...”. ¿Qué? A ciencia cierta, no sabemos o no podemos afirmarlo. Pero resulta por demás preocupante que por la falta de ciertos elementos de seguridad (y decimos “falta de algunos” y no inexistencia de los mismos), y cumpliendo paulatinamente con las exigencias de las autoridades municipales, el colegio permanezca cerrado y los alumnos, recibiendo sus clases donde pueden y hay lugar en otras instituciones de nuestra comunidad.
Claro, muchos estarán pensando en el “gesto solidario” de quienes abrieron las puertas de sus instituciones para que “las clases se desarrollen allí y los chicos no pierdan el año”. Y si bien este es un hecho positivo, se asemeja mucho a un “arbolito raquítico” en la selva amazónica.
Puede sonar doloroso y, seguramente, causará el enojo de muchos de quienes están escuchando, pero día a día nuestras actitudes nos van demostrando por qué, entre muchas otras razones, fue posible que los genocidas turcos aniquilaran casi por completo a todo nuestro pueblo, usurparán definitivamente nuestros territorios y se quedaran con miles de años de nuestra historia, mientras otros armenios seguían con sus vidas en otras zonas del Imperio e, incluso, colaborando con las autoridades.
Debemos convencernos de algo: si no cambiamos nuestra forma de actuar, de nada servirán los discursos patrióticos y los llamados a “preservar la armenidad”, y poco a poco se irá perdiendo, en las nuevas generaciones, ese fuego sagrado que los mantiene dentro de la colectividad y trabajando por preservar sus raíces y desarrollar su identidad.
-Formamos una Comisión Interinstitucional para trabajar juntos en favor del reconocimiento del Genocidio de Armenios, y hay quienes igual tratan de avanzar por su cuenta buscando colgarse laureles que no les pertenecen;
-Vienen emigrados de la Madre Patria en busca de mejores oportunidades de vida y se los recibe con indiferencia (en el mejor de los casos), o se los hecha, se los difama o se les recrimina: “¿Para qué vinieron? ¿Por qué no se quedaron en la Armenia libre e independiente?”;
-Algunos dicen coincidir en su adhesión a ciertas fechas, pero no logran hacer un acto conjunto;
-Decidimos abrir una cuenta bancaria solidaria para asegurarle el transplante de riñón al mejor cantante armenio de toda la diáspora, tardamos 2 años en no juntar la suma establecida (porque la tuvo que completar una persona) y Arturo Kouyoumdzian se nos fue... Eso sí, fuimos capaces de llenar la Iglesia para despedirlo, para siempre...
-Somos capaces de juntar miles de dólares para enviar en concepto de ayuda solidaria a los ciudadanos de Armenia, pero no se nos mueve un pelo para colaborar con los muchos que “hacen patria” en estas tierras, entre ellos, los docentes armenios, condenados a subsistir con salarios que nos deben avergonzar a cada uno de nosotros, tengamos o no hijos en escuelas armenias;
Y así, podría seguir enumerando un sinfín de situaciones, que nos duelen, y mucho. Y en este caso puntual, cuando digo TODOS incluyo desde la Comisión del Centro Armenio, que no ha sabido transmitir el problema al resto de la colectividad -comprometiéndonos en la búsqueda de la solución-, hasta cada una de las Comisiones Directivas de las decenas de instituciones comunitarias, quienes no hemos sabido actuar en tiempo y forma y de acuerdo a las circunstancias, más allá de las preocupaciones lógicas y las muestras de solidaridad demostradas.
Porque si no somos capaces de sentir que lo que está clausurado no es el Instituto San Gregorio el Iluminador, sino cada uno de nuestros establecimientos comunitarios, y que debemos recuperar el tiempo perdido actuando juntos en favor de todos, ya podrán ir afirmando que los genocidas turcos cumplieron su objetivo, a pesar de no haber logrado dejar un único armenio en un museo, como testimonio de que alguna vez existimos.
¿Qué nos está pasando, que en vez de salir corriendo a dar una mano, esperamos “tranquilamente preocupados” el desenlace de la situación? ¿Qué nos está pasando, que no tuvimos la capacidad de dar una respuesta al problema como comunidad? ¿De qué nos sirven las relaciones políticas, si no somos capaces de ponerlas al servicio de quien la precisa?
Y ojo que no hablamos de que no exista el problema, ni de que no se lo solucione, ni de que no se respeten las ordenanzas y leyes que rigen el funcionamiento de los distintos establecimientos habilitados en nuestra Ciudad. Lo que decimos -sin conocer en profundidad el tema, o mejor dicho, sabiendo lo que nos contaron directivos del Centro Armenio-, es que en Buenos Aires funcionan con normalidad establecimientos educativos en condiciones de mayor deterioro y peligrosidad para los estudiantes, que las que pudieron ser detectadas en los distintos edificios que componen el Instituto San Gregorio. Quien recorre la escuela a diario y conoce, además, otras escuelas (sean estas municipales o privadas) de la capital, con toda razón puede pensar que “acá pasa algo raro...”. ¿Qué? A ciencia cierta, no sabemos o no podemos afirmarlo. Pero resulta por demás preocupante que por la falta de ciertos elementos de seguridad (y decimos “falta de algunos” y no inexistencia de los mismos), y cumpliendo paulatinamente con las exigencias de las autoridades municipales, el colegio permanezca cerrado y los alumnos, recibiendo sus clases donde pueden y hay lugar en otras instituciones de nuestra comunidad.
Claro, muchos estarán pensando en el “gesto solidario” de quienes abrieron las puertas de sus instituciones para que “las clases se desarrollen allí y los chicos no pierdan el año”. Y si bien este es un hecho positivo, se asemeja mucho a un “arbolito raquítico” en la selva amazónica.
Puede sonar doloroso y, seguramente, causará el enojo de muchos de quienes están escuchando, pero día a día nuestras actitudes nos van demostrando por qué, entre muchas otras razones, fue posible que los genocidas turcos aniquilaran casi por completo a todo nuestro pueblo, usurparán definitivamente nuestros territorios y se quedaran con miles de años de nuestra historia, mientras otros armenios seguían con sus vidas en otras zonas del Imperio e, incluso, colaborando con las autoridades.
Debemos convencernos de algo: si no cambiamos nuestra forma de actuar, de nada servirán los discursos patrióticos y los llamados a “preservar la armenidad”, y poco a poco se irá perdiendo, en las nuevas generaciones, ese fuego sagrado que los mantiene dentro de la colectividad y trabajando por preservar sus raíces y desarrollar su identidad.
-Formamos una Comisión Interinstitucional para trabajar juntos en favor del reconocimiento del Genocidio de Armenios, y hay quienes igual tratan de avanzar por su cuenta buscando colgarse laureles que no les pertenecen;
-Vienen emigrados de la Madre Patria en busca de mejores oportunidades de vida y se los recibe con indiferencia (en el mejor de los casos), o se los hecha, se los difama o se les recrimina: “¿Para qué vinieron? ¿Por qué no se quedaron en la Armenia libre e independiente?”;
-Algunos dicen coincidir en su adhesión a ciertas fechas, pero no logran hacer un acto conjunto;
-Decidimos abrir una cuenta bancaria solidaria para asegurarle el transplante de riñón al mejor cantante armenio de toda la diáspora, tardamos 2 años en no juntar la suma establecida (porque la tuvo que completar una persona) y Arturo Kouyoumdzian se nos fue... Eso sí, fuimos capaces de llenar la Iglesia para despedirlo, para siempre...
-Somos capaces de juntar miles de dólares para enviar en concepto de ayuda solidaria a los ciudadanos de Armenia, pero no se nos mueve un pelo para colaborar con los muchos que “hacen patria” en estas tierras, entre ellos, los docentes armenios, condenados a subsistir con salarios que nos deben avergonzar a cada uno de nosotros, tengamos o no hijos en escuelas armenias;
Y así, podría seguir enumerando un sinfín de situaciones, que nos duelen, y mucho. Y en este caso puntual, cuando digo TODOS incluyo desde la Comisión del Centro Armenio, que no ha sabido transmitir el problema al resto de la colectividad -comprometiéndonos en la búsqueda de la solución-, hasta cada una de las Comisiones Directivas de las decenas de instituciones comunitarias, quienes no hemos sabido actuar en tiempo y forma y de acuerdo a las circunstancias, más allá de las preocupaciones lógicas y las muestras de solidaridad demostradas.
Porque si no somos capaces de sentir que lo que está clausurado no es el Instituto San Gregorio el Iluminador, sino cada uno de nuestros establecimientos comunitarios, y que debemos recuperar el tiempo perdido actuando juntos en favor de todos, ya podrán ir afirmando que los genocidas turcos cumplieron su objetivo, a pesar de no haber logrado dejar un único armenio en un museo, como testimonio de que alguna vez existimos.
Audición Radial LA VOZ ARMENIA
Buenos Aires, 29 de Septiembre de 2007
“LA VOZ ARMENIA”, Sábados de 11 a 13 horas por AM 890 Radio Soberanía
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