domingo, 4 de julio de 2010

Seguir confiando en que lo nuevo es posible

Audición radial LA VOZ ARMENIA, Buenos Aires, República Argentina
Editorial del programa del sábado 26 de Junio de 2010

Hay una verdad de Perogrullo: destruir es mucho más fácil y sencillo que construir.
Así pues, a diario y en distintos lugares y circunstancias, nos topamos con gente cuya única habilidad –al menos manifiesta y pública- es dedicarse a destruir, entendiéndose ello como expresión de su incapacidad para crear.
En el barrio, la familia, el trabajo o el club, donde uno se imagine, se cruza con varios de ellos y con otros, que si darse cuenta debido a su buena fe e ingenuidad, sirven a los propósitos destructivos de los incapaces.
Por ejemplo, a nivel nacional lo que les estoy contando está por demás claro: hoy hay un gobierno, que con sus muchos errores y aciertos va marcando pautas de crecimiento por un camino distinto al transitado por el país durante las últimas cuatro décadas. Guste o no, se comparta o no, es así. Entonces, aparecen los que ya estuvieron, aquellos quienes tuvieron el poder y gobernaron teniendo como premisa principal el beneficio propio, de su clase y sector, sin importarles que eso se lograra en base a la destrucción del país y condenando a la exclusión, la marginación y la pobreza a millones de connacionales.
Esta gente, anclada en las distintas posiciones del arco político-partidario nacional (desde el llamado “progresismo” hacia la derecha), y través de su actitud opositora, difamante y negativa (nada está bien, todo es malo, peligroso, inseguro), pone de manifiesto su clara incapacidad, ya demostrada cuando les tocó asumir las riendas del país, y ahora, que pretenden presentarse con garantes de lo popular y beneficioso para todos.
Esta misma situación, en otra escala y con otros actores, se repite a diario en cada uno de nuestros lugares de concurrencia.
A cada paso nos topamos “con gente sabia” que nos da cátedras de tolerancia, respeto y amplitud a través de encendidos discursos que, en la práctica concreta, su propia acción –y su trayectoria- contradicen. Gente que sin el menor sentimiento de vergüenza, ni humildad, se atribuye el don de poder juzgar –y hasta condenar- al que tiene enfrente, sin siquiera haberse mirado al espejo de sus propios actos, seguramente aterrados por darse cuenta de su verdadera –y oculta- personalidad.
Aquí y allá pululan estos seres abominables a los que debemos enfrentar con determinación y decisión si, como sostenemos cotidianamente, nuestro objetivo de vida es la construcción del hombre nuevo y la nueva sociedad.
Y he aquí la gran diferencia entre ellos y nosotros, entre quienes se dedican a pasar por la vida destruyendo todo lo que encuentran a su paso, y quienes decidimos ser protagonistas transformando la realidad y aportando nuestro sacrificio para la construcción de sociedades superadoras.
Así van pasando nuestros años. Plagados de pequeñas batallas cotidianas y de innumerables desafíos (que nos imponen nuestros objetivos comunes), que logramos ir superando gracias al esfuerzo colectivo de quienes a pesar de nuestras lógicas diferencias y particularidades, sabemos que no existe nada superior a la fidelidad con el compromiso de vida asumido.
Quienes andan por la vida difamando, mintiendo, desprestigiando, viendo en el ojo ajeno el escobillón que no quieren ver en el propio, primero obtienen “la recompensa lógica por los servicios prestados”, pero luego, más temprano que tarde, sentirán en carne propia la cosecha por todo lo sembrado.
Subestimarlos no se puede, porque cuentan con sociedades diseñadas desde arriba para que “su prédica sea vista como natural y lógica”. Y son los medios masivos de comunicación en manos de gente como ellos, los que contribuyen decididamente a mantener viva esa forma hipócrita de decir y vivir.
Sobreestimarlos sería una falacia, ya que a pesar de tener un poderoso aparato “cuasi omnipresente” que los sostiene, aparecen empequeñecidos cada vez que deben enfrentar la militancia conciente, el compromiso ideológico, la fidelidad a las convicciones y la coherencia histórica entre lo que se dice y se hace.
Creer en la solidez de nuestras fuerzas resulta fundamental a la hora de avanzar decididamente hacia la construcción de lo nuevo, que además nos traerá el “bonus trak” de haber barrido a gran parte de los hipócritas y la hipocresía.

Adrián Lomlomdjian
Director

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