Editorial del programa del sábado 29 de Mayo de 2010
Parece ser que el espíritu patriótico y unitario que inundó el país por estos días, y cuyo ejemplo claro y contundente lo constituyeron las imponentes manifestaciones populares por el Bicentenario, influyeron de manera positiva en nuestra colectividad.
El Bicentenario merecería más que una editorial, no sólo por la masividad de los festejos, sino también para poder subrayar que aún mucho queda por hacer y que si bien reinó la alegría, el árbol no debe taparnos el bosque de las injusticias y las necesidades que sufren a diario un gran número de compatriotas.
También serían merecedores de este espacio los aniversarios, 92, de la Gesta heroica de Sardarabad y de la creación del Estado Armenio, ocurridas el 26 de Mayo y el 28 de Mayo de 1918.
Pero no. Preferimos centrar nuestra atención en un tema que si bien abarca mucho del espíritu que primó por aquellas épocas en los sucesos anteriormente descriptos, es muy actual y tiene que ver con nosotros, con quienes participamos de manera activa y con quienes están involucrados en el quehacer diario de cada una de las estructuras que conforman la colectividad armenia.
Todos saben que a mediados de semana tomaban fuerza dos noticias que significaban golpes bajos y duros: la llegada al país del Primer Ministro de Turquía, Recep Erdoghán, y la inauguración de una estatua al genocida Mustafá Kemal “Atatürk” en una plaza pública de nuestra ciudad. La primera, a pesar nuestro rechazo a la figura de Erdoghán por ser uno de los principales motores de la campaña negacionista, tiene que ver con las relaciones de todo tipo que nuestro país puede y debe mantener con otros Estados. Pero la segunda, la inauguración de una estatua al genocida turco, no sólo significaba una afrenta por nuestro origen armenio, sino también como ciudadanos argentinos que vivimos en un país que ha decidido mirar de frente su pasado, haciéndose cargo de todo lo sucedido, castigando con toda la dureza de la ley a los responsables de la barbarie genocida y tratando de mitigar en parte el dolor de las víctimas a través del reconocimiento, primero, y de sucesivas medidas como reparaciones e indemnizaciones, después.
Nosotros, y todos aquellos a quienes les comentábamos lo que estaba por suceder, llegábamos a la misma conclusión: “Es como si estuvieran inaugurando una estatua de Videla o de Hitler. No podemos permitirlo”.
El tiempo apremiaba y la decisión a nivel Gobierno de la Ciudad estaba tomada. Incluso desde la Embajada turca ya se había cursado las invitaciones al acto de inauguración para el lunes 31 de mayo a las 10.30 horas.
Fue un cachetazo que recibimos todos a la vez, más allá de pertenencias y particularidades. Y una vez más, decidimos actuar de manera conjunta, demostrando y demostrándonos de lo que somos capaces si dejamos en un segundo plano aquello que nos diferencia para priorizar las coincidencias, que son muchas y variadas.
Un día, eso es lo que teníamos como colectividad para frenar lo que ya estaba en marcha y con lo que deberíamos cargar sobre nuestros hombros, avergonzados, por el resto de nuestras vidas.
Se elaboró un comunicado conjunto y hoy fue publicado en principales medios gráficos del país; cada institución se contactó con sus relaciones político-partidarias a fin de lograr no sólo la solidaridad, sino la realización de tratativas que nos ayudarán a detener el emplazamiento; se enviaron decenas de miles de mails denunciando el hecho a distintos organismos públicos, funcionarios y emisoras; se organizaron delegaciones conformadas por representantes de las distintas instituciones para ver a aquellos funcionarios que tenían que ver directamente con la decisión tomada.
Fue así como primero se visitó al Subsecretario de Protección de Derechos Humanos de la Nación, Dr. Luis Alén, quien delante de los representantes de la colectividad comenzó a hacer los trámites pertinentes. De allí, directo al despacho del Ministro de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires, Diego Santilli, quien nos recibió, escuchó nuestro enojo y rechazo a la decisión tomada, pidió las disculpas pertinentes y aseguró que “en la Ciudad de Buenos Aires no se emplazará ningún monumento a una personalidad de las características de Atatürk”. El Ministro Santilli reiteró una y otra vez que la decisión negativa ya era un hecho y que así se lo comunicaría al representante diplomático de Turquía.
La sonrisa que esbozamos significaba aflojar tensiones y haber podido cumplir, no en representación de todos sino CON TODOS, el objetivo trazado: que el busto del genocida turco no sea emplazado en nuestra Ciudad.
Y digo que el éxito fue de todos, porque la participación en tal o cual reunión o momento es parte de las circunstancias. Pero la obtención de un logro en un objetivo trazado conjuntamente es fruto del aporte de cada uno, del compromiso cumplido por cada quien en el lugar y la tarea para la que fue asignado. Entenderlo así, despojados de todo sentimiento y actitud sectaria y hegemonista, nos permitirá avanzar de manera decisiva hacia la construcción de una nueva colectividad basada en relaciones de respeto y tolerancia, y donde los objetivos comunes logren movilizar conjuntamente a la mayoría de quienes la integramos.
Humildemente, creo que TODOS hemos sido generadores de un hecho que nos trasciende y que, además, rescata el espíritu de aquellos quienes hace 92 años ponían freno, en los campos de batalla de Sardarabad, a la última etapa del plan de exterminio de armenios. En aquel entonces, haciendo prevalecer el objetivo común, todos marcharon al frente a ofrendar sus vidas para seguir existiendo y siendo.
Hoy, 92 años después, supimos rescatar ese ejemplo de unidad y todos nos pusimos al servicio de todos.
Felicitaciones colectividad armenia.
Adrián Lomlomdjian
Director
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