Editorial del programa del sábado 15 de Mayo de 2010
Cuántas cosas han sucedido esta semana, dignas, al menos, de una humilde reflexión en este espacio comunitario en el cual, además de todo lo que acontece relacionado a la armenidad, nos involucramos en aquello que hace a nuestra vida cotidiana y al futuro de la humanidad.
La celebración del 65º Aniversario de la Victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi, el imponente desfile que contó con la participación de militares de las ex Repúblicas Soviéticas y las fuerzas aliadas, los centenares de miles de rusos que salieron a las calles a decirle NO a la presencia de las fuerzas de la OTAN en la Plaza Roja, los tradicionales y masivos festejos de la Victoria en la República de Armenia, los permanentes intentos del imperialismo y sus lacayos para desmerecer el rol de los pueblos soviéticos, la ofensiva e hiriente campaña propagandística para igualar a Hitler con Stalin, la firme voluntad de lucha del pueblo griego contra los designios del Fondo Monetario Internacional y la política de ajuste aplicada por el gobierno socialdemócrata, el llamado de atención de los trabajadores y la izquierda española acerca de que en su país va a suceder lo mismo que en Grecia, son, entre los muchísimos y decisivos acontecimientos, aquellos que merecerían unos minutos de reflexión por su significado para el presente y futuro inmediato de todos.
Pero no. Humildemente nos quedamos con lo que pasa aquí, en nuestro país, en la Argentina del Bicentenario, en la Patria que se prepara para celebrar masivamente en medio de una disputa política como muy pocas veces hemos visto, al menos durante las últimas décadas, en cuanto a participación se refiere.
La derecha, entendiéndose por ello a los sectores vinculados a los grupos de poder y a quienes defienden sus intereses y el sistema capitalista dominante, están inmersos en una situación que los carga de dudas y angustias, no por la inseguridad de sus vidas (caballito de batalla que utilizan para arrimar a su rancho a sectores medios y bajos), sino porque ven que hombres y mujeres surgidos de su seno, e incluso que aún permanecen allí, llevan adelante una política que incluye, cada tanto, la toma de medidas que ponen en jaque una parte de su poder omnipresente (y sepan que al menos, cada tanto, vale mucho. Si no, recuerden nuestro pasado más reciente).
Intentando no aparecer ante ustedes como un defensor acérrimo de este gobierno (y del anterior), ya que como dije antes, viene y permanece en el seno de quienes a veces parece combatir, recordaré medidas como la re-estatización de las jubilaciones y Aerolíneas, la derogación de las leyes de punto final, obediencia debida y el indulto; la recuperación del principal centro clandestino para la tortura y muerte como espacio para la memoria en manos de los organismos de derechos humanos; el juzgamiento de los partícipes del genocidio en nuestro país y la condena a cárcel común para quienes mataron, secuestraron, violaron y torturaron; la apertura de un debate inexistente hasta ahora sobre temas que nos preocupan a todos; la nueva ley de medios que intenta poner fin al infinito poder de los grupos monopólicos, apostando a la libertad y respeto a la pluralidad de opiniones; las relaciones con nuestros hermanos países latinoamericanos basadas en la igualdad de derechos y en la búsqueda de beneficios comunes, son parte de los muchos pasos dados en una dirección contraria a la que vivimos en la década de los noventa, allí donde nos quieren regresar los Duhalde, los Cobos y los Macri.
Pero esos muchos pasos positivos dados se chocan, y a veces de manera grotesca, con los otros pasos que toma este mismo gobierno, pero que son de carácter antipopular y contradictorios con el rumbo general que dice sostener.
Ahora bien. Esta etapa crucial, cuando el Bicentenario parece marcar un punto de inflexión para ese país construido sobre la base del genocidio de los pueblos originarios y la apropiación y disfrute de las riquezas naturales por parte de un minúsculo sector de la sociedad, éstos parecen dispuestos a jugarse todo con tal de no perder “algo” de todo lo acumulado, poder y riqueza.
Entonces, si bien no caben dudas que este gobierno “bipolar” alterna buenas y malas para el campo popular, se diferencia de los otros en que aquellos sólo nos ofrendaban “malas” y “más malas”. Por eso, la lucha por profundizar las medidas positivas y ponerle freno a aquellas con las que “el gobierno mantiene su ligazón con el pasado que dice enfrentar”, no debe distraernos de nuestra lucha principal, que es contra el sistema y sus defensores a rajatabla, agrupados hoy en la conocida “oposición mediática”, que cree que tenemos memoria corta y olvidamos todo el daño que le causaron a este país y al pueblo.
Que un juez, Oyarbide, procese al Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Macri, no es sólo la lógica consecuencia para un accionar ilegítimo organizado desde las altas estructuras del Estado de la Capital Federal, sino un llamado de atención para todos aquellos que creen disfrutar de la misma impunidad ilimitada de la que gozaron en la infame década de los 90, cuando por ejemplo, se lo procesó por contrabando de autos por valor de 55 millones de dólares para luego ser sobreseído de manera escandalosa por la Corte presidida por el Juez Nazareno.
Los genocidas en las cárceles (aunque faltan muchos), los nietos con sus familias (aunque falten recuperar varios centenares más), las jubilaciones en manos del Estado, una nueva ley de medios audiovisuales, excelentes relaciones con aquellos países latinoamericanos que avanzan decididamente en la construcción de nuevas sociedades socialistas. Es cierto, las contradicciones son muchas, visibles y cotidianas. Falta mucho. Pero sepamos que no sólo depende de ellos, sino de nuestra capacidad para no desaprovechar esta inmejorable oportunidad. Sólo así, el Bicentenario adquirirá el trascendente significado histórico que nos merecemos todos los habitantes de la Argentina.
Adrián Lomlomdjian
Director
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