domingo, 6 de diciembre de 2009

SOMOS MILLONES

Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 28 de Noviembre de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)

Mañana se cumple el 89º Aniversario de la fecha en que el pueblo armenio puso en marcha no sólo el proceso que garantizó la perdurabilidad en el tiempo de su existencia como nación, sino también aquel durante el cual alcanzó un impensado e inigualable desarrollo en todas las facetas de la vida.
El 29 de Noviembre de 1920 Armenia se declaraba República Socialista Soviética y comenzaba a transitar por una camino desconocido por aquellos años, pero a la vez tentador, ya que se trataba de construir una sociedad de iguales derechos y obligaciones para todos sus habitantes, dueños éstos de todos los bienes producidos y de todas las riquezas existentes, en paz y amistad con todos los pueblos del mundo.
Países que venían de largos siglos de enfrentamientos de toda índole que ponían en peligro su propia existencia; pueblos que durante décadas deambulaban de región en región en busca de la paz necesaria para crecer y desarrollarse, ponían manos a la obra para construir una sociedad en la que entraban en contradicción muchas de sus -hasta entonces- “verdades reveladas”.
¿Quiénes, si no los audaces, iban a intentar construir sociedades en la que convivirían pacíficamente con aquellos mismo con quienes guerreaban hasta hacía muy poco tiempo?
¿Quiénes, si no los audaces, iban a tratar de despojarse de las mezquindades propias –producto de años de consumir conceptos nacionalistas y buegueses- para comenzar a mirar y ver al semenjante como a un hermano y compañero, y no como a un enemigo a vencer para garantizar la subsistencia propia?
¿Quiénes, si no los audaces, iban a soportar someterse al sufrimiento de las necesidades básicas insatisfechas teniendo como horizonte un futuro mejor para todos?
¿Quiénes, si no los audaces, iban a ser capaces de proyectar la construcción de un mundo nuevo para que sea disfrutado por cada uno de sus habitantes, indistintamente de su nacionalidad, credo religioso y cualquier otra diferencia que hasta entonces –y hasta hoy día- provocaba y provoca guerras y muertes, dolores y sufrimientos permanentes?
Sólo los audaces, los revolucionarios, los que se guian por principios que ponen por encima de todo y todos el bien común, fueron en aquel entonces capaces de dejarnos como rica herencia e inigual experiencia las siete décadas de construcción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Porque incluidos sus errores, sus puntos oscuros, sus momentos criticables, no existe en la historia de la humanidad una realidad semejante, un intento tan audaz de construcción del nuevo mundo.
Porque, quiérase o no, guste o no, la Unión Soviética fue eso: un pequeño mundo nuevo viviendodurante siete décadas en paz y fraternidad, construyendo juntos, gozando en partes iguales de los beneficios obtenidos por el trabajo de todos, yendo y viniendo sin tener que atravesar fronteras, poniendo el precio justo a lo que cada uno producía e intercambiando de acuerdo a la necesidad de los pueblos y no a los intereses de grupos econonómicos de poder.
Y Armenia, esa pequeña porción de territorio que se transformó en hogar nacional de un pueblo que estuvo al borde de su desaparición luego de haber sido víctima del Genocidio planificado y perpetrado por el Estado turco-otomano, formó parte de esta experiencia de construcción de la nueva sociedad socialista.
Un pueblo, que en otras condiciones hubiera sucumbido bajo la sed insaciable de los capitalistas y la nociva fraseología nacional-chauvinista que les sirve como sustento, logro transformarse en dueño de su propio destino, en constructor, en portavoz de la paz y la amistad entre los pueblos.
Hay quienes intentar minimizar aquel proceso o presentar sólo sus aristas negativas, porque tienen miedo de perder su rentabilidad y bienestar, esas que son logradas en sistemas donde muy pocos pueden darse la gran vida, otros algunos pueden vivir bien y los más viven al día, sobreviven o mueren un poca día a día en la exclusión y la marginalidad.
La República Socialista Soviética de Armenia es, junto a la URSS en conjunto, el orgullo de casi toda la humanidad, de esos centenares de millones de hombres y mujeres que no sólo creen, sino que también luchan por un mundo donde se pueda hacer realidad aquello que ya fue y que forma parte de nuestra memoria colectiva.
Hace algunas décadas atrás decíamos: “Hay otro mundo y está en éste”, demostrando que la Unión Soviética era “otro mundo” dentro de “todo el mundo”.
No es mentira ni imposible que otro tipo de sociedad pueda construirse; no es mentira ni imposible sentirse hermano y tener los mismos objetivos con quienes nos diferenciamos desde lo nacional, lo religioso, las costumbres y tradiciones, etc.; no es mentira ni imposible que hubieron y hayan quienes puedan despojarse de apetencias personales y materiales, del individualismo y el egoismo, y se jueguen por los otros.
Mienten ellos. Los que tratan a diario de convencernos que no vale la pena luchar, que ya está todo perdido, que uno sólo no puede cambiar el mundo, que todo está tan podrido que lo único que vale es tratar de estar bien uno, que ya pasaron los tiempos de los ideales, que todos tenemos precio, que es imposible luchar contra el omnipresente poder del capitalismo.
Hagamos el intento de no creerles, de dudar de lo que nos aseguran, de no bajar los brazos, de sacar fuerzas de donde parece que no la hubiera.
Sepamos que no estamos solos. Por más que miremos a nuestro costado y tal vez, y circunstancialmente no veamos a nadie o veamos a pocos, sepamos que somos muchos, millones y millones en todo el planeta. Sintámonos parte de ese todo de no sabe de barreras idiomáticas ni de fronteras. Somos batallones de un solo ejército que quiere cambiar esta vida de exclusión y miseria que nos hace vivir el capitalismo. Y no estamos dispuestos a darnos por vencidos. Jamás.


Adrián Lomlomdjian
Director

No hay comentarios: