Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 19 de Diciembre de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)
Si hay algo que nos caracteriza a los armenios y a sus descendientes diseminados por decenas de ciudades en los cinco continentes es, no sólo el poseer una inquebrantables memoria histórica que reclama justicia y el haber ido moldeando importantes estructuras dedicadas a la defensa de los derechos humanos (si bien algunos muy sectarias, pero sin dejar de ser importantes), sino también el no haber conseguido una mancomunión de objetivos a concretar en las comunidades establecidas fuera de Armenia y el de no intentar conseguirlo.
Casi siempre, en broma, decimos que “si hay tres armenios existen cuatro opiniones”. Y lo preocupante es que nadie que lo escucha intenta refutar esta idea. Por el contrario, cualquiera está capacitado para traer rápidamente varios ejemplos que aseveren la veracidad de lo dicho.
Ahora bien. En otras oportunidades hemos hecho mención a este tema en particular y a muchos otros vinculados entre sí, todos ellos relacionados a la esencia misma de nuestra existencia y actividad, a nuestra cotidianeidad, a saber o para intentar saber dónde y para qué estamos, qué hacemos y por qué lo hacemos, y así, sucesivamente, para ir encontrando algunas respuestas necesarias para el desarrollo de cada uno de nosotros, desde lo particular, y para el de todos juntos, como colectivo social.
Porque es innegable que hay muchas, muchísimas personas en nuestras instituciones (voy a tomar nuestra colectividad como ejemplo) que se entregan por completo a lo que solemos llamar “armenidad”, palabra esta de variada significación, según quien la pronuncie. Hombres y mujeres de todas las edades, en instituciones con distintas características, dedican una importante etapa de sus vidas, en algunos casos la más importante, a sostener estructuras tales como las escuelas, clubes, conjuntos, coros, organizaciones juveniles, medios de prensa y todo lo que se nos pueda ocurrir. En muchos casos, gente que apenas puede mantener el pasar digno de su familia se entrega por entero al compromiso asumido sin esperar nada a cambio más que la satisfacción por el deber cumplido y el reconocimiento sincero de sus compañeros y amigos.
A no dudarlo que es sobre la base de estos hombres y mujeres donde se sostienen los pilares fundamentales de la colectividad, ya que son ellos quienes de manera conciente construyen y sostienen todo aquello de lo que nos enorgullecemos y lo que nutre a las nuevas generaciones para mantener vivos los vínculos con sus raíces. Porque no hay dinero que pueda lograr este “milagro” de tener un batallón de abnegados militantes comunitarios que se sobreponen a todo y que son capaces de superar cualquier escollo que se les cruce en el camino. Ellos y ellas, independientemente de su pertenencia partidaria o religiosa, son quienes merecen nuestro respeto y admiración, son quienes deben ser puestos como ejemplo de seres humanos por su capacidad de dar y entregar si esperar recibir, sin ponerle precio a nada ni a nadie, aguantando incluso el descaro y la prepotencia de quienes se creen superiores por el sólo hecho de tener una billetera abultada o un cargo preferencial en alguna de las comisiones.
¿Por qué digo todo esto? ¿Por qué esta reflexión?
Porque creo que llegó el momento de dar un paso adelante como comunidad. Porque aquello que venimos sosteniendo desde hace algunos años a través de nuestro discurso y del accionar concreto, merece ser abordado ya, porque creo que hemos llegado al final del camino recto donde se abren dos diagonales: una, la que nos conducirá a profundizar lo que ya tenemos y que fue moldeado para una etapa determinada y ya finalizada; la otra diagonal es aquella que nos permitirá comenzar a desarrollar, basándonos en el debate y el sano intercambio de ideas, en la conformación de un colectivo comunitario que sostenga la construcción de una nueva colectividad acorde a las nuevas generaciones y a los nuevos tiempos.
Debemos animarnos a discutir, a poner en duda todo aquello que hasta ahora se nos presentaba como verdades incuestionables, a escuchar a quienes piensan distinto, a ser nosotros mismos y no lo que otros quieren que seamos.
No podemos construir una colectividad en Buenos Aires siguiendo los parámetros delineados en Ereván, Beirut o Los Angeles. Nuestras necesidades las conocemos nosotros, nuestras debilidades también. Somos nosotros quienes entendemos hasta dónde pueden llegar nuestras diferencias y hasta dónde nuestros acuerdos. Está en cada uno de nosotros entender que para jugar un gran partido hay que estar, por sobre todas las cosas, bien afirmado sobre la tierra y con la cabeza despejada de preconceptos o ideas no elaboradas y mecánicamente repetidas y aplicadas.
Debemos romper los miedos en el tratamiento de las cuestiones que nos preocupan y la obediencia debida, que en algunos casos sigue aplicándose a rajatabla hacia el interior de algunas instituciones y que quiere ser impuesta al resto de la comunidad.
He aquí, queridos escuchas, los lineamientos generales sobre los cuales desarrollaremos nuestras editoriales y nuestras programaciones del año 2010.
Proponer, escuchar, disentir, debatir, acordar, definir, construir, balancear, son los verbos que debemos poner en práctica juntos, todos aquellos quienes estemos dispuestos a comenzar a escribir la historia de una nueva colectividad que, aún en estado embrionario, compite palmo a palmo con aquel otro concepto de colectividad desde hace varios años.
Nosotros, y sólo nosotros, tenemos la capacidad de decidir si comenzamos lo nuevo o dejamos que nos mantengan aferrados al pasado.
Adrián Lomlomdjian
Director
martes, 29 de diciembre de 2009
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