domingo, 22 de noviembre de 2009

OTRO MUNDO ERA, Y ES, POSIBLE

Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 21 de Noviembre de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)

Noviembre es un mes pleno en fechas que recuerdan acontecimientos trascendentales para nuestras vidas, y también, para el desarrollo de la humanidad.
El 7 de Noviembre se cumplió un nuevo aniversario, el 92º, de la Revolución Socialista en Rusia, que puso en marcha el experimento de la construcción de una nueva sociedad, cambiando para siempre el destino de millones de seres humanos.
El 9 de Noviembre los explotadores del planeta, acompañados por sus partidarios y vasallos, prepararon una gran pantomima de amplia repercusión internacional (claro, ellos manejan “libremente” la mayoría de los medios masivos de comunicación) para “festejar” el 20º aniversario de la caída del Muro de Berlín, que para ellos es el símbolo de la victoria del capitalismo sobre el socialismo.
Y la semana próxima una parte importante del pueblo armenio y nosotros, sus descendientes establecidos en distintos países, celebraremos el 89º aniversario del 29 de Noviembre de 1920, fecha en la que Armenia –lo que quedó de ella- se sumó a la edificación socialista con la creación de la República Soviética.
Y así como es cosa de verdaderos heroes hablar de paz y amistad entre los pueblos en contraposición al simple y oportunista discurso plagado de nacionalismo y chauvinismo con el que los reaccionarios de siempre “ganan momentaneamente las voluntades de la gente”, también es cosa de héroes rescatar y reivindar aquel inolvidable proceso encabezado por la Unión Soviética que puso ante los ojos de toda la humanidad –de sus simpatizantes y detractores- que se podían construir una nueva sociedad teniendo como objetivos primarios la igualdad, la justicia y el bienestar de todos.
Es cierto. En aquellas décadas de desarrollo socialista la Unión Soviética intentó construir lo nuevo a pesar de ser 15 Repúblicas y más de 100 nacionalidades, y de contener en su seno múltiples credos y lenguas, distintos grados de desarrollo de sociedades, diversas tradiciones y hasta historias encontradas.
Y todas esas diferencias convivieron durante siete décadas y comenzaron a darle forma a un hombre nuevo, que a pesar de tener bien arraigada en su identidad las características propias y genuinas devenidas de su nacionalidad, comenzaba también a sentir como propia esa otra, abarcativa de todas las demás particularidades –incluida la suya- y que no era más quie la expresión de ese nuevo colectivo humano que se estaba formando y era llamado orgullosamente “soviético”.
Para esos más de 250 millones de seres humanos había cuestiones elementales que se intentaban superar a diario, con mucho esfuerzo y voluntad, con mucha conciencia revolucionaria y convicción. Las lógicas diferencias ya no eran escollo para sentise componentes de un mismo todo; las distintas ciudades ya formaban parte de la pertenencia geográfica de cada ciudadano de cualquiera de las Repúblicas o regiones; Moscú, Ereván, Bakú, Tiflis, Odesa, Kiev, Vilnius, Tahkent, la que se les ocurra, era un mismo lugar en el mundo, eran un mismo proyecto, un mismo objetivo, y eran disfrutadas y recorridas libremente sin importar idioma ni religión, costumbres ni nacionalidad.
Señoras y señores, a no dudarlo. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas es, hasta la fecha, el grado más alto alcanzado por la humanidad en su intento por construir nuevas sociedades para un nuevo mundo donde la paz y la fraternidad estén establecidas por convicción y no por obligación.
Guste o no, allí, en ese país multinacional, no existía la desocupación; las principales empresas estaban en manos de Estado y el crecimiento de toda la economía estaba basado en el normal desarrollo de toda la población (igual para Rusia que para Armenia, para Ucrania que para Tadjikistán); la educación no sólo era gratuita, sino que los estudiantes terciarios y universitarios cobraban un salario; la salud pública era totalmente gratuita; todos los adelantos en las esferas de la salud, la ciencia y la tecnología estaba a disposición de toda la población; los intelectuales y artistas no debían mendigar sus oficios, sino que los ponían al servicio del crecimiento de la sociedad; las fábricas y los campos producían, los trabajadors cobraban sus salarios, se invertía en modernización de maquinarias y mantenimiento de la estructura y lo sobrante se repartía en partes iguales entre los trabajadores; un Estado federado pagaba con petróleo la tela que recibía de otra República hermana, el otro pagaba con trigo el gas que recibía, y así, TODOS disfrutaban de lo generaban TODOS.
¿Qué les estoy hablando del paraíso? ¿Qué si era tan bueno todo eso por qué no siguió hasta la fecha y la gente no lo defendió?
Es un tema largo, pero por ello no vamos a dejar de abordarlo. Podemos ir marcando algunas pautas para que nos ayuden a reflexionar no sólo respecto a lo que pasó con la URSS (aciertos y errores), sino también para ver algunas cositas que se repiten en el presente y que también, en algunos casos, cometemos o son parte de nosotros mismos. Y así como esas “debilidades” propias de los seres humanos a nosotros nos significan –como sociedad- permanentes retrocesos en el camino de las construcción de la nueva sociedad, allá y en aquel momento significaron la desintegración de la Unión, la apropiación de todos los bienes del pueblo por grupos oligárquicos y mafiosos y la usurpación del poder por parte de representantes de estas nuevas mafias.
Porque así como en nuestro país tratamos de buscarle explicación a “cómo puede ser que integrantes de los sectores marginados por este sistema se identifican con el personero de quien los mantiene sumido en la miseria” o “cómo puede ser que los trabajadores defienden los intereses de las clases explotadoras”, en aquel caso específico habría que sondear “por qué quienes tenían casa, trabajo, estudio, salud y futuro asegurado, creyeron que destruyendo todo eso estarían mejor”, o mejor dicho “por qué no lograron ver que todo lo bueno que tenían era fruto de lo que lograron construir todos juntos”.
Y aquí comienza a jugar fuerte el factor humano y el permanente trabajo llevada adelante por el poder enemigo.
La semana que viene vamos a continuar con este tema concientes de que quien se precie a sí mismo progresista y de izquierda, debe hacer propias aquellas banderas que permitieron a millones y millones de seres humanos demostrar en la práctica concreta que OTRO MUNDO ERA, Y ES, POSIBLE.


Adrián Lomlomdjian
Director

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