Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 14 de Noviembre de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)
Si NOSTALGIA significa “sentimiento de melancolía o tristeza por el recuerdo de un bien perdido”, NOSTALGICO sería el adjetivo que le pondríamos a “quien vive del recuerdo de ese bien perdido”.
Hoy, intentaré sumergirme en este tema, pero les aclaro que lo voy a hacer desde la perspectiva política, es decir, acerca de la nostalgia que sienten los militantes por tal o cual momento, y el mote de “nostálgico” con el que se pretende invalidar su accionar o poner en duda sus creencias.
Se acerca el 29 de Noviembre de 1920, un nuevo aniversario del nacimiento de la República Socialista Soviética de Armenia, e indefectiblemente la nostalgia se apodera de las mentes y corazones de aquellos muchos que veíamos en ella no sólo el Renacimiento de un país y un pueblo que habían sido víctima de un plan de exterminio masivo, sino también el intento concreto y cotidiano de construir una nueva sociedad donde todos pudieran vivir dignamente y en libertad.
Y es así como recordando aquellos años idos, acontecimientos como la Revolución de Octubre en Rusia, el aniquilamiento de las huestes nazis y la entrada victoriosa en Berlín, el poderío de las fuerzas progresistas y de izquierda a la sombra de la Unión Soviética y las luchas revolucionarias en cada rincón del planeta, debemos escuchar de nuestros adversarios y hasta de algunos de nuestros amigos, la frase: “Sos un nostálgico”, con la que no sólo se desmerece nuestra capacidad intelectual, sino con la que se intenta golpear nuestras convicciones y nuestra mística, mantenidas a pesar de tanto anticomunismo y reformismo.
Intentaré, entonces, demostrar la diferencia que hay entre “nostalgia” y “nostálgico”, al menos para mí.
Nostalgia sentimos todos, por todo lo vivido. A medida que vamos creciendo añoramos el pasado y recordamos con amor lo compartido con familiares, amigos y compañeros que nos van abandonando, ya sea porque la muerte nos los arrebató o porque los avatares de la vida los llevaron a probar suerte en tierras muy lejanas. La nostalgia respecto a los acontecimientos o etapas del desarrollo de las sociedades, en particular, y de la humanidad, en general, se fundamenta básicamente en priorizar subjetivamente los buenos momentos y sumarle nuestra situación personal diferente en cuanto a las distintas facetas que componen nuestras vidas. Por eso, nadie puede asegurar “no sentir nostalgia” por algo o por alguien, ya que quiérase o no, los recuerdos forman parte de nuestra cotidaneidad y son el sustento de nuestro hoy y mañana.
Lo que quiero desterrar, o al menos enfrentar, es la utilización del término “nostálgico” como adjetivo descalificador con el que se pretende “ningunear” a quienes no dudamos en reivindicar una y otra vez nuestros orígenes, nuestros ideales y las convicciones que nos llevan a mantener indoblegable nuestro espíritu de lucha.
Debe quedar claro que no somos nostálgicos, en el estricto sentido político de la palabra,
-porque recordamos y reivindicamos el pasado como manifestación de fidelidad;
-porque recordamos haciéndonos cargo de los aciertos y errores, para extraer lo mejor de nuestra historia individual y colectiva para la construcción del presente y la planificación del futuro;
-porque recordamos sin estancarnos en el pasado, sino dando reiteradas muestras de un presente comprometido en la militancia y la lucha cotidianas.
¿Y por qué nos llaman “nostálgicos”?
Porque son incapaces de mantener una discusión política que fundamente una posición contraria a la nuestra; porque han sido incapaces de destruir el acero de nuestra convicciones; porque tal vez quieran justificar con ello su cambio de actitud y la “modernización de sus ideales”; porque no tienen nada más que ofrecer que adjetivos descalificadores; porque les duele nuestra firmeza ideológica; porque no aceptan la no existencia de dogmas y siguen tan dogmáticos como siempre –hacia la izquierda como hacia la derecha-, pasando de un dogma que, como es el caso de nuestro espacio, “aseguraba que el socialismo triunfaría inevitablemente en todo el mundo” a otro dogma que asegura que “lo único posible es la redistribucion de las riquezas y que todo lo demás es atemporáneo”.
Es decir, no somos “nostálgicos”, pero no debemos sentirnos mal de que así nos llamen nuestros adversarios.
Seguramente, quienes me escuchan tuvieron prendida la tele el pasado 9 de Noviembre, cuando los popes de la explotación y el saqueo mundial, principales genocidas del planeta, celebraban el 20º aniversario de la “caída del Muro de Berlín”. ¡Cuánta porquería y basura junta! ¡Cuánta mentira e hipocresía concentrada en tan pocos metros! ¿Por qué en vez de celebrar no le ponen freno al “Muro de la Vergüenza” que sigue construyendo el Estado Genocida israelí y al otro muro que construyen los imperialistas yanquis en la frontera con México? Eso sí, ni lo mandamases ni sus lacayos tercermundistas se olvidan de criticar a Chávez, a Evo Morales y a todo líder que no responda a sus órdenes.
Esos mismos, los que celebran los 20 años, los que callan ante la soberbia genocida israelí y ante la permanente política criminal imperialista, los que sólo protestan histéricamente cuando presienten que van a perder algunas de sus prebendas, los que protestan por su “inseguridad” pero no por la del resto de los mortales, son los que despectivamente y a modo descalificador nos llaman “nostálgicos”.
Mientras tanto, para nosotros, que nos llamen “nostalgicos” (sabiendo que no lo somos) habla del reconocimiento a nuestra firmeza y fidelidad ideológica, y a lo inquebrantable de nuestras convicciones. Ni más, ni menos.
¡Salud, “nostálgicos”!, que el futuro es nuestro por prepotencia de trabajo.
Adrián Lomlomdjian
Director
sábado, 14 de noviembre de 2009
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