lunes, 28 de septiembre de 2009

La diáspora y Armenia

Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 26 de Septiembre de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)


¿Quién tiene razón? ¿Aquel que sostiene que se deben abrir las fronteras o aquel que asegura que su apertura significará el comienzo del fin? ¿El que reprueba la aceptación de las fronteras actuales como una claudicación de los justos e históricos reclamos o el que dice que reconocer las fronteras es simplemente aceptar una realidad existente hace décadas y que no significa el fin de ningún reclamo? ¿El que dice que la supuesta formación de una comisión que investigue los hechos históricos significa poner en duda la veracidad del genocidio o aquel otro que no duda en decir que con todos los archivos y documentos oficiales existentes bastará para que Turquía reconozca el genocidio?
Cuántas dudas, cuántos interrogantes y cuánta razón hay en cada una de las opiniones de quienes se manifiestan sobre este tema, que nos resulta tan nuestro, independientemente de nuestro lugar de residencia, ya que aquí, en la diáspora, somos casi todos consecuencia directa de aquel genocidio que masacró, desterró, usurpó territorios, robó pertenencias y destruyó el patrimonio histórico-cultural de los armenios, de nuestros antepasados directos, de nuestros abuelos y bisabuelos.
Fuimos y somos diáspora, obligados por aquel crimen de lesa humanidad planificado y perpetrado por el Estado turco genocida. Esta es la cruda y dolorosa realidad. Nos separaron de nuestras tierras, no quisimos dejarlas. Nos deportaron y se apropiaron de todo lo nuestro ante el silencio cómplice de las grandes potencias. Y jamás, salvo acontecimientos aislados y casos concretos, nadie pensó ni tomó ninguna medida que pudiera reparar semejante daño, como lo es la deportación masiva de toda una nación de sus territorios ancestrales.
Hoy, a casi un siglo de aquella tragedia, nos debatimos entre verdades, entre el ser y no ser, entre pensar y actuar como diáspora o como Estado Nacional, entre mantener lo ya conocido –en cuanto al accionar de cada uno de nosotros respecto a esta cuestión- o comenzar a transitar esta nueva etapa que requiere de una nueva estrategia para una misma lucha que no termina.
Los Protocolos se firmarán –en un 95% todos creemos que así será, incluso los Gobiernos de Armenia y Turquía- y dará comienzo a un proceso inédito, inesperado, pero no por ello carente de posibilidades de logros.
Ante todo, queda claro que a partir de ahora las cuestiones pendientes entre ambos países-estados-pueblos deberán encontrar solución a través del diálogo y la negociación mutua. Ya no habrá que esperar la mediación y la buena voluntad de terceros, que lo único que hacen es sentar a las partes tratando de sacarles ventajas a ambos, adaptándolos a sus necesidades concretas.
A partir de ahora los representantes del pueblo de Armenia, sus gobernantes, estarán frente a quienes son el centro de nuestros reclamos en una de las principales cuestiones nacionales; deberán apabullarlos con pruebas y testimonios, logrando que reconozcan el genocidio perpetrado contra nuestro pueblo; deberán exigirles la defensa de nuestro patrimonio histórico-cultural como primera demostración de sentimiento de pertenencia hacia esos territorios que nos arrebataron, usurparon y ocuparon; deberán tener la capacidad de comenzar a exigir nuestras tierras, de negociar una salida al mar, de hacer todo aquello que crean conveniente para lograr el bienestar de nuestro pueblo y el éxito en nuestros históricos reclamos.
Y digo deberán, porque a pesar de sentirme parte de esta historia –como cada uno de quienes conformamos la diáspora- soy conciente que son ellos, pueblo y gobierno de Armenia, los protagonistas principales de ésta y de todas las historias que tienen que ver con la armenidad, ya que es allí, en esos 30.000km² donde se seguirá manteniendo y desarrollando cada una de las facetas que hacen a la identidad nacional Armenia.
Puede sonar duro, pero si mañana cada uno de nosotros decidiera no participar más, sucedería que la colectividad Armenia en Buenos Aires pasaría a formar parte de los libros de historia. Lo mismo sucedería en cada ciudad donde haya establecida una comunidad armenia. Es decir, lo armenio seguirá existiendo en Armenia. Siempre, e independientemente de cuánta y qué tipo de diáspora exista.
Nosotros, como colectividad y desde cada rincón del planeta, podremos aportar en conjunto –mientras sigamos- nuestro pequeño, casi ínfimo granito de arena al trabajo que significa construir un país, garantizar el bienestar de su pueblo y mantener y fortalecer un Estado nacional. Y este aporte lo haremos desde nuestras particularidades y nuestras convicciones, tratando de acercarle al pueblo de Armenia -en nuestro caso- la rica experiencia latinoamericana de lucha antiimperialista y construcción de sociedades alternativas al capitalismo.
Lo único que queda claro es que el debate recién empieza. La participación de muchos garantizará la pluralidad de ideas y el conocimiento más amplio de las cuestiones, lo que nos permitirá adoptar decisiones consensuadas respecto a éste y a otros temas que nos preocupan.


Adrián Lomlomdjian
Director

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