Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 22 de Agosto de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)
Si les cuento que muchas veces la militancia y la actividad comunitaria nos dejan sinsabores grandes, tragos amargos, heridas abiertas, dolores incurables, no les estoy trayendo ninguna novedad, principalmente para muchos de quienes están escuchando y han sufrido –y sufren- en carne propia “algo” de lo que acabo de enumerar.
Pues entonces se estarán preguntando: si son tantos los sinsabores y los tragos amargos, los momentos dolorosos y las heridas que dejan huellas, ¿por qué seguimos haciendo, por qué seguimos militando, por qué seguimos firmes al pie del cañón?
La respuesta es sencilla: porque todo ésto ya forma parte de nuestras vidas y lo hacemos convencidos asumiendo como propio el interés de las mayorías. Y las razones que nos llevan a seguir son varias y, a la postre, al momento de sacar conclusiones, resultan contundentes frente a las anteriormente descriptas.
Pero antes de comenzar a contarles algunas cositas quiero decirles que estoy hablando en plural porque a pesar de la segura existencia de diferencias y particularidades, esta reflexión será compartida por la gran mayoría de todos esos militantes silenciosos y anónimos –no porque no tengan nombre y apellido, sino porque jamás persiguieron una plaqueta o ver su nombre en una pared-, que con su tarea y sacrificio cotidianos son los verdaderos sostenes de la estructura comunitaria en conjunto, y de cada institución, establecimiento educativo, medio de comunicación o grupo artístico-cultural, en particular.
Tomaré como ejemplo LA VOZ ARMENIA para no tener que nombrar a terceros, sino para poder, a través de la experiencia propia, sintetizar lo que les estoy diciendo.
Por ejemplo, es doloroso, y muy, que quien económicamente puede dar una mano sin que ello signifique mucho trastorno (es decir, el equivalente a 1 ó 2 cenas en cualquier restaurante oriental de la ciudad), no sólo te la niegue, sino que encima lo haga demostrando una falta total de respeto y desinterés. Porque resultaría mucho más lógico decir “no quiero colaborar” –argumento válido desde donde se lo mire- que no atender el teléfono, negar su presencia o, el colmo, decir “no estoy en condiciones”.
Después es fácil hacer lindos discursos dándonos cátedra de los que significa armenidad, del sacrificio que hay que hacer para mantener nuestras raíces, nuestras costumbres y nuestros valores culturales. Claro, porque lo hacen desde la comodidad que les brinda su “holgada situación material”, sin tener en cuenta, por ejemplo, el verdadero sacrificio que hacen aquellos que eligieron “la militancia comunitaria” en lugar del “negocio particular”; o sin siquiera deterse un segundo en pesar en aquellos centenares de hombres y mujeres que regresan a sus hogares a la medianoche en colectivo o taxi varias veces a la semana luego de cumplir con la “armenidad” que los otros pregonan; o lo heróico de los trabajadores de la educación y la cultura armenia, cuyo ingresos (si los hay) apenas alcanzan para ir y venir y aportar ínfimamente a la economía familiar.
Pero como contrapartida están los otros, los muchos, aquellos que a pesar de las dificultades cotidianas, de no formar parte de “esa elite pudiente que se cree dominante por el sólo hecho de tener”, no dudan jamás, ni un instante, en decirte “puedo colaborar con esto, ¿está bien?”. ¡Y vaya si está bien!, no por la suma de dinero en sí, sino por la actitud comprometida de saber que ese aporte, mucho o poco, resulta vital para que sintamos el valor de lo que estamos haciendo. Porque reitero, no es de dinero de lo que estamos hablando, sino de apoyo, de compromiso, de presencia, de decirte “dale, seguí adelante”.
Y son estos gestos, estas respuestas multiplicadas por cientos, las que nos motivan a seguir haciendo a quienes hemos hecho de la militancia comunitaria una forma de vida.
Porque por cada uno de aquellos que te dan vuelta la cara y te desprecian, hay decenas de quienes acompañan y te hacen sentir que lo que hacés vale, incluso, en muchos casos, hombres y mujeres con los que ideológicamente compartís poco o nada.
Porque en estos casos prima el sentimiento humano, el respeto, el buen trato, el reconocer en el otro a un igual, más allá de las diferencias.
Ellos, “los amigos anunciantes”, no son más que hombres y mujeres concientes de que ese enorme ejército de militantes comunitarios precisan de ese imprescindible acompañamiento para seguir.
Contribución material, aliento para el espíritu, apoyo a través de la presencia, escuchar las radios, leer nuestros periódicos y revistas, asisitir a nuestras escuelas (si abaratamos las mensualidades, mejor), instituciones e iglesias, escucharnos a pesar de no compartir, respetarnos, hablarnos de frente, no tener miedo a criticar ni a ser criticado, aceptarnos unos a los otros tal cual somos, es algo de lo mucho y fundamental que debemos hacer todos juntos.
Este festival 53 aniversario de LA VOZ ARMENIA es, como vengo señalandolo hace meses, no sólo un homenaje a Nubar Lomlomdjian, su fundador, sino a todos los militantes comunitarios que derrochan sacrificio en cada una de nuestras instituciones.
Y ustedes, oyentes y auspiciantes, pero ante todo amigos y compañeros, son los verdaderos artífices de todo esto: de Nubar, de que LA VOZ ARMENIA continúe en el aire pasado medio siglo y de que todos juntos, en una fiesta que será de todos, rindamos tributo a quienes lo merecen y les digamos: ¡sigan adelante!
Se puede ver el vaso de dos formas: medio lleno o medio vacío. Nosotros, elegimos verlo medio lleno.
Adrián Lomlomdjian
Director
viernes, 4 de septiembre de 2009
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