Editorial del programa del sábado 27 de Marzo de 2010
El miércoles 24 de marzo decenas de miles de personas en la Ciudad de Buenos Aires, y centenares de miles en todo el país, salieron a las calles al cumplirse un nuevo aniversario del golpe militar genocida de 1976, conmemorando así el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia.
Es cierto que hubo dos matices marcadamente diferenciados: quienes lo hacieron acompañando al actual gobierno y quienes marcharon con consignas opositoras de izquierda. Pero sin hacerle el juego a la derecha que sigue complotando agazapada, afirmamos que fue una de las más grandes movilizaciones del campo popular de los últimos años.
Quienes estaban allí marchando, hombres y mujeres que se autoproclaman algunos kirchneristas y otros de izquierda, coinciden no sólo en el repudio y la condena a aquella dictadura genocida, sino también en la valoración de las medidas populares aplicadas por este gobierno. A grades rasgos, la diferencia empieza allí donde unos sostienen que lo que se hace “es lo posible” y lo que “permite la coyuntura actual” y los otros insisten en que “la única manera de sostener el rumbo es profundizando los cambios y no manteniendo los privilegios de ciertos sectores de los grupos de poder”.
Unos y otros deben entender que el verdadero enemigo está más allá de la engañosa línea divisoria que algunos hacen ver entre estos sectores. Se equivocan tanto quienes ven al enemigo en el gobierno, como aquellos que desde el oficialismo focalizan su rabia en Pino Solanas y otros sectores de izquierda.
Al gobierno se le debe exigir que profundice más y más el modelo, pero sabiendo que quien se opone está más allá de la Casa Rosada y corporizado en esa alianza mediática que parece, definitivamente, no haber encontrado el rumbo deseado. Y a la oposición de izquierda se le puede pedir tolerancia, acompañamiento, crítica constructiva y propuestas, pero jamás renunciar a la lucha por acabar con el capitalismo y la explotación del hombre por el hombre.
Esto es lo que dejó, sintéticamente, el 24 de marzo en nuestro país, que con sus idas y venidas, marchas y contramarchas, es uno de los pocos que a nivel mundial sentó en el banquillo de los acusados y condenó a los principales asesinos y sus colaboradores.
Nosotros, descendientes de armenios, pueblo que sufrió en carne propia la práctica criminal instrumentada por una política genocida de Estado, sabemos de qué se trata. Por eso sostenemos que no es poca cosa que las nuevas generaciones crezcan recordando y conociendo la verdad; no es poca cosa que se eduquen en la defensa de los derechos humanos; no es poca cosa que se les enseñe respeto, tolerancia, solidaridad, justicia social y otros valores fundamentales para ir moldeando al hombre nuevo y la nueva sociedad.
Se acerca el 24 de Abril y el 95º Aniversario del Genocidio de Armenios volverá a convocar a los armenios y sus descendientes en la recordación y el homenaje a sus víctimas. Volverán a recorrer el mundo imágenes de aquella barbarie y datos en decenas de idiomas como elementos básicos para la construcción y preservación de la memoria histórica.
Pero también, volverán a escucharse consignas chauvinistas y xenófobas de uno y otro lado. Desde el gobierno turco impondrán máxima velocidad a la campaña negacionista y tergiversadora de la verdad histórica, tratando de seguir confundiendo mentes propias y ajenas con la ilusión de esquivar un veredicto de culpabilidad que ya fue dado hace mucho pero mucho tiempo. Y desde el lado armenio, sonarán nuevamente algunas voces que creen que la identidad, la pertenencia y la memoria se construyen azuzando un nacionalismo xenófobo y sobre la base del odio y la discriminación.
Nosotros elegimos no olvidar, mantener viva la memoria y el reclamo histórico basándonos en principios humanísticos que no saben de odio, discriminación ni xenofobia. Lo hemos hecho a lo largo de las décadas y lo seguimos haciendo ahora, logrando que las sucesivas generaciones formadas en estos valores, lejos de renunciar a la memoria y a la verdad histórica, las sostienen desde sólidas bases que resultan inexpugnables para el chauvinismo de cualquier color.
Aquí y allá. Ni olvido ni perdón. Memoria para la verdad y la justicia como pilares de la construcción de la nueva sociedad socialista.
Adrián Lomlomdjian
Director
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