domingo, 7 de marzo de 2010

Los genocidas de hoy y el genocidio de armenios

Audición radial LA VOZ ARMENIA, Buenos Aires, República Argentina
Editorial del programa del sábado 06 de Marzo de 2010

Parecería ser que para una parte importante del pueblo armenio y sus descendientes diseminados por el mundo –al menos, entre quienes se expresan-, resulta válida cualquier adhesión a la denominada “Causa Armenia” o a la lucha por el reconocimiento internacional del genocidio de armenios.
Así pues, una simple Declaración -que propone reconocer y condenar el genocidio armenio- de un grupo de parlamentarios de la primera potencia imperialista, criminal y genocida del planeta, conduce a ciertos sectores a una especie de “euforia nacional”, producto de la creencia de que “la palabra del amo universal yanqui es santa” para la humanidad.
Y lo mismo sucede cuando quienes “abren la boca” y “emiten veredictos” al respecto son los funcionarios de la “civilizada” Unión Europea.
Unos y otros, yanquis y europeos, “expertos en dar consejos sobre lo que ellos no hacen pero otros deben cumplir”, siguen conduciendo los destinos de la humanidad no por capacidad propia, sino por la incapacidad manifiesta de decenas de millones de seres humanos que no alcanzan a ver ni sentir el grado de alienación en el que se encuentran. Porque son ellos, cada uno y muchos de nosotros, los que repetimos sin pensar, los que aceptamos sin cuestionar, los que nos creemos lo increíble, los que no reaccionamos ante la mentira manifiesta, los que le ponemos un disfraz de sensatez a la hipocresía, los que no terminamos de entender que la vida no es lo que ellos nos dicen que es sino lo que nosotros queremos que sea.
No podemos contentarnos con la condena y reconocimiento del genocidio de armenios de diputados que deciden invadir y destruir países; bombardear ciudades; asesinar a mansalva y hablar de “daños colaterales”; envenenar aire, mar y tierra; saquear las riquezas naturales de terceros; organizar golpes de Estado; y atentar contra la vida de presidentes extranjeros, entre otras cosas.
Es cierto que desde lo testimonial las condenas parlamentarias no sólo contribuyen a que dicho crimen de lesa humanidad no sea olvidado, sino también a que se difunda y sea conocido por vastos sectores poblacionales de diversos países. Pero también es cierto que ninguna ley, resolución o declaración parlamentaria tienen la fuerza para hacer justicia con nuestros históricos reclamos. Es más, en muchos casos, quienes han colaborado –por acción u omisión- con los genocidas turcos tratan, a través de esos documentos, de lavar su cuota de responsabilidad haciéndola recaer exclusivamente sobre las autoridades del Imperio Otomano, que no eran más que sanguinarios servidores de sus amos imperiales.
La fortaleza de nuestros reclamos y de nuestra lucha, a 95 años de aquel genocidio que aniquiló a nuestros antepasados y usurpó nuestros territorios ancestrales, depende del marco que le otorguemos de aquí en más. Si seguimos “mendigando” la solidaridad de los gobiernos que invaden, destruyen y asesinan en Irak y Afganistán, o de aquel otro que practica genocidio permanente contra el hermano pueblo palestino, estaremos alejando nuestra causa de sus verdaderos y naturales aliados: los pueblos que luchan por la liberación, la paz, la justicia y la fraternidad.
Los genocidas de hoy no tienen autoridad moral para condenar ningún genocidio.
Está en nosotros seguir “contentándonos” con las migajas de los poderosos o comenzar a transformar nuestra lucha en una herramienta que esté en manos de millones de hombres y mujeres dispuestos a acompañarnos hasta que se haga justicia.

Adrián Lomlomdjian
Director

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