domingo, 7 de marzo de 2010

Construir NUESTRA colectividad (II)

Audición radial LA VOZ ARMENIA, Buenos Aires, República Argentina
Editorial del programa del sábado 27 de Febrero de 2010

En nuestra editorial de la semana pasada, finalizábamos aquella reflexión sobre nuestra colectividad, con la siguiente frase: “…no debemos dejar escapar esta nueva oportunidad de comenzar a construir una colectividad más abarcativa y solidaria en la que se vea reflejada nuestra identidad argentino-armenia y la que sepa dar respuesta a nuestras necesidades y no a la que nos tratan de imponer desde otras latitudes”.
De esta forma, intentamos dejar bien en claro nuestra posición: a nosotros sólo pueden unirnos o separarnos nuestras propias coincidencias y divergencias y no los problemas que puedan llegar a tener entre sí sectores comunitarios afines en otras colectividades.
Si hay algo que aprendimos “quienes nos resfriábamos cuando hacía frío en Moscú”, es que más allá del valor de la experiencia y del estudio de cada fenómeno en particular, nada ni nadie puede imponernos una decisión que puede ser “lógica y natural” para un ámbito determinado y no, por ejemplo, para nosotros aquí, en Argentina.
Y así como podemos sostener, desde el dicho y la práctica concreta cotidiana, que nosotros aprendimos esa lección, también estamos en condiciones de asegurarles que quienes se pasaban, y aún se pasan, dándonos “cátedras políticas” sobre ésta y otras cuestiones, no hacen más que repetir aquel accionar que nos criticaban, con la diferencia que “ellos se siguen resfriando cuando hace frío en El Líbano, Estados Unidos o algún rinconcito de la civilizada Europa”.
Sin ninguna capacidad de innovación y sin siquiera tener en cuenta otras formas de pensar y otras posibilidades, están quienes aún, por ejemplo, nos quieren imponer como ley máxima de la armenidad cualquier documento firmado –por supuesto en Los Ángeles, París, Beirut o Ereván- por los máximos dirigentes de los llamados tres partidos tradicionales (ramgavar, hnchakian y tashnagtsagán), que en la realidad actual, juntos no llegan a representar el 5% del electorado armenio.
También están quienes intentan imponernos otra visión de armenidad ajustada a los designios de sus centrales mundiales con sede, por ejemplo, en Estados Unidos, Rusia o la Unión Europea. Y esta visión no es más que la adaptación de la llamada armenidad a los intereses de la potencia de turno con la que esté identifica, aliada o relacionada económicamente la central institucional de turno.
Desde Ereván, en disputa con estas visiones pero muchas veces en alianza táctica con alguna de ellas, tratan de imponernos una visión autóctona de sionismo, es decir, todos debemos ser armenios independientemente de donde estemos y nuestra única misión en la vida debe ser no sólo garantizar la supervivencia de la Madre Patria, sino su poderío y engrandecimiento.
También está la vertiente religiosa, desde la mayoritaria Iglesia Apostólica Armenia, hasta las más modestas corrientes católicas y evangélicas, pasando por un sinfín de sectas que han encontrado campo propicio para su desarrollo tanto en Armenia como en algunas comunidades diasporeanas.
A grandes rasgos, quienes conformamos las colectividades armenias diseminadas por el mundo entero, nos vemos sometidas a estas cuatro visiones que, por el poder económico que poseen quienes las sustentan y aplican, son presentadas como las únicas alternativas posibles “para ser armenios” y “para mantener nuestras raíces en tierras alejadas de la Madre Patria”.
Se estarán preguntando: ¿Existe algo distinto a lo enumerado? ¿Se puede “ser armenio” o “mantener la armenidad” sin adscribir a una de las corrientes de pensamiento presentadas?
Claro que existe algo distinto, que hay quienes no piensan de ninguna de esas formas, que se puede mantener la raíz sin abrazar una ideología filo-sionista.
No es una teoría abstracta ni una fórmula acabada. Es la práctica cotidiana aplicada, por ejemplo, en nuestro país, por quienes no negamos nuestras raíces pero nos sentimos al mismo tiempo ciento por ciento argentinos. Es nuestra experiencia diaria, la de miles de personas, las que nos permite ir encontrando algunas respuestas sobre términos tan complejos como identidad, armenidad, colectividad, Patria y Madre Patria, nación, pueblo, tierra. Nuestra militancia no es más que un experimento vivo para develar nuevas y más incógnitas, para despejar dudas, para reafirmar hipótesis e incluso, para desechar algunos de nuestro postulados.
Lo que sí está claro es que hay algunas cositas que deberíamos desterrar entre todos. Por ejemplo, la hipocresía, aquella que lleva a que existan quienes se den el lujo de dar lecciones de unidad y en la práctica concreta no son otra cosa que la personificación del hegemonismo y el divisionismo; la mentira, aquella que les permite presentarnos su visión como la válida, disfrazándola con bellas y huecas palabras y promesas; y la desfachatez, aquella de la que hacen ostentación para seguir y seguir, sin permitir lo distinto, sin dejar resquicio para el cambio.
Lo dijimos y lo seguiremos sosteniendo: hemos puesto manos a la obra para construir NUESTRA COLECTIVIDAD a imagen y semejanza de cada uno de nosotros, de nuestras virtudes y defectos, para que nos contenga y de respuesta a nuestras necesidades, y para que deje de ser ese ámbito cerrado y sectario en el que “más de uno ha encontrado su lugar para ser alguien en el mundo”.

Adrián Lomlomdjian
Director

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