lunes, 13 de julio de 2009

Profundizar los debates

Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 11 de Julio de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)


Hay temas que van ocupando nuestra atención en ciertos momentos y otros, que forman parte de nuestras preocupaciones y debates permanentes. Pero todos, los unos y los otros, ponen a prueba nuestras convicciones, aquellos principios que decimos sostener, esa verdadera “hoja de ruta” que elegimos para transitar nuestras vidas.
Están quienes han hecho del oportunismo un modelo y una forma de vida apetecible para muchos, ya que les permite pasar del blanco al negro sin tener que dar otra explicación que el “soy pragmático” y pasear por la vida sin el compromiso de tener que sostener –o al menos, intentarlo- principios y convicciones en un mundo en el que cotidianamente nos “ametrallan” con basura informática que lo trastoca y tergiversa todo, confundiéndonos al extremo de transformarnos en portavoces y defensores de intereses y prioridades muy alejadas de las nuestras.
Las elecciones de todo tipo que se suceden cada 2 años son manipuladas para hacernos creer que es nuestra voluntad la que se expresa a través del voto, cuando la realidad nos demuestra que el voto de muchos no es otra cosa que la consecuencia directa de esa manipulación de voluntades que es llevada adelante a diario por los medios de comunicación masiva en manos de los poderosos.
Cuando entendamos que lo que debemos hacer es “una elección de vida proyectándola a futuro” y que nuestro voto o no-voto en cada contienda electoral debe ser reflejo de esa “otra elección fundamental que ya realizamos”, podremos comenzar a cambiar un poco la historia. Y a eso hay que agregarle otra verdad fundamental: que nada será posible, sin el compromiso diario de la militancia para construir ese proyecto de vida y de nuevo mundo que aspiramos.
He aquí los 2 ejemplos en un mismo hecho, lo permanente y fundamental, y lo temporal y secundario.
En estas últimas semanas nuestro continente se vio sacudido por un golpe de estado cívico-militar oligárquico y fascista en la hermana República de Honduras, que no hace mucho había consagrado por el voto mayoritario de su pueblo a un nuevo presidente consustanciado con el particular proceso de construcción sociedades de nuevo tipo llevadas adelante en gran parte de nuestra Latinoamérica. Como nunca antes, todo el continente se manifestó al unísono rechazando el golpe; y ese espíritu logró ser llevado al seno de la ONU, donde también se condenó el golpe y se exigió la restitución del cargo al Presidente Zelaya.
Las estructuras institucionales más importantes del mundo no dudan en llevar adelante tratativas que vuelvan a poner las cosas en su lugar. Sólo los imbéciles, los egoístas, los que hacen de su ombligo el centro del mundo, los que añoran la mano dura y genocida de los militares, o la pizza y el champagne de los saqueadores de nuestro patrimonio, los que ven justo que los ricos sean más ricos y los pobres cada vez más pobres, sólo esa clase de gente puede ofendernos con dichos como “¿A quién le importa Honduras?”, enunciado por la anciana conductora de televisión Mirta Legrand, o esos mails en cadena que “nos alertan” sobre el gasto que significó el viaje de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner para solidarizarse y acompañar al Presidente Zelaya.
Esa gente es de la que debemos cuidarnos. Y a no dudarlo, ya que no titubearán ni un instante en apoyar y vitorear el regreso de ese pasado que regó con las sangre de miles de nuestros hermanos y hermanas el suelo de nuestra Patria para defender “su propiedad privada, sus ganancias y su forma de vida occidental y cristiana”.
¿Cómo se los enfrenta?
No hay recetas, pero sí certezas. En la lucha del día a día, no cayendo víctimas de sus mentiras, analizando con detenimiento todo y no dando como verdad lo que ellos “nos venden” a través de “su falso pluralismo y tolerancia”, dudando de todo y, por sobre todas las cosas, a través de la lógica común en que no podemos coincidir –ya sea en la crítica o el elogio- con quienes defienden intereses diametralmente opuestos a los nuestros.
Y en este esquema de lo temporal y lo permanente, otra de las cuestiones que forma parte de nuestras preocupaciones, de nuestros análisis y discusiones, es el tema de las relaciones armenio-turcas, el genocidio, la posición del gobierno de Armenia, la diáspora multifacética, la falta de un plan que al menos contenga los puntos de coincidencia existentes entre los distintos sectores que conforman la armenidad.
Humildemente creo que de insistir con que en el centro de nuestra lucha debe estar el “reconocimiento internacional del Genocidio de Armenios”, seguiríamos haciéndole un flaco favor a nuestro reclamo fundamental: la devolución de los territorios usurpados. Seguir por el actual camino es abonar la teoría de quienes sostienen que “lo único que buscan los armenios y sus descendientes a través del reconocimiento es que se los indemnice con miles de millones de dólares”.
Lo sostenemos desde hace tiempo y lo hemos manifestado públicamente en varias ocasiones: no hace falta ni que Turquía reconozca el Genocidio, ni que lo haga Obama ni ningún otro. La veracidad del genocidio perpetrado por el Estado del Imperio Otomano y sus herederos contra el pueblo armenio, está demostrado a través de numerosos documentos oficiales existentes en los archivos estatales de varios países y de la Resolución de la Subcomisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que lo cita como ejemplo de genocidio y exterminio masivo de una población.
Si decidiéramos invertir todo nuestro esfuerzo y trabajo (estoy haciendo referencia al que realizamos todos, independientemente de nuestra pertenencia sectorial) en la dirección antes mencionada, es decir, en el reclamo de la devolución de nuestros territorios históricos, usurpados, ocupados y saqueados desde entonces, pondríamos en el centro del debate internacional una cuestión que casi nadie está dispuesto a discutir: la integridad territorial turca y la pertenencia de esos territorios al pueblo armenio.
Llegó el momento de “ponernos los pantalones largos” y adentrarnos en el acalorado debate que nos lleve a definir cuál es la posición mayoritaria en esta Causa fundamental en la historia del pueblo armenio. Debemos dar el gran salto e intentar poner en el centro de nuestra atención y de la comunidad internacional un tema que ha sido tabú por muchos años y que hoy parece haber sido “escondido”, para no hablar de que se ha renunciado a él.
Depende de nosotros, de cada uno, comenzar a desandar este camino.



Adrián Lomlomdjian
Director

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