domingo, 17 de mayo de 2009

Perder la paciencia…

Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 16 de Mayo de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)


A diario escuchamos noticias que deberían conmover nuestras fibras más íntimas, rebelarnos, ponernos furiosos contra el status-quo vigente, decidiéndonos a avanzar en la construcción de lo nuevo y distinto... Pero no. Ni ahí. Apenas si logran sacarnos frases que demuestren un poco de “humanismo” y de cierta “lógica” que sirven para satisfacer nuestro falso y mísero ego con aquello de que “yo lo sabía”. Y nada más.
El mundo sigue girando, los explotadores nos siguen explotando, los saqueadores nos siguen saqueando, los marginados y pobres siguen muriendo o padeciendo, y los demás, aquellos que orgullosamente nos ponemos el cartel de “clase media”, no terminamos de entender de qué lado debemos jugar “el partido de nuestras vidas”.
Queremos una sociedad distinta, más justa, sin tanta desigüaldad, pero cuando se toman medidas para avanzar en esa dirección nos acurrucamos detrás de los que tienen “la vaca atada”, no sea cosa que piensen que somos “incultos, prepotentes y soberbios”.
Nos conmueven los niños descalzos, los amontonados en un ambiente construido de cartones y chapas, los que nos piden moneditas en semáforos y subtes, pero al menor “llamado de los medios masivos de comunicación” gritamos a los cuatro vientos “que hay que encerrarlos ni bien nacen y si los dejamos crecer habría que aplicarles la pena de muerte”.
Se nos escapa una pícara sonrisa cómplice cuando por el televisor vemos rebeliones y protestas en otras latitudes, pero cuando los que protestan son quienes nos rodean, enseguida sacamos a relucir todo nuestro bagaje de discriminación y gorilismo.
Decimos añorar los tiempos idos, las protestas organizadas y las luchas protagonizadas, pero sumamos nuestras voces a quienes predican resignación, mayor desigualdad y superexplotación.
Nos gusta mejorar nuestro standart de vida, que nos aumenten nuestros salarios, que nos permitan obtener mayores ganancias, refaccionar nuestros hogares, cambiar nuestros coches, renovar nuestros guardarropas, pero somos muy, pero muy miserables cuando abrimos la boca para hacer referencia a las migajas que reciben quienes casi nada tienen.
Nos conmovemos cuando a los que más tienen y ganan les quieren retener algunos pesitos, pero ponemos el grito en el cielo cuando les dan tierra o subisidios a quienes día a día pelean, ya no por una vida digna, sino por no morir en la peor de las miserias.
Nos identificamos con el Che, con Ghandi y con Luther King; nos estremecen Neruda, Cortázar y Benedetti; Silvio Rodríguez, la Negra Sosa, Viglietti y Gieco nos emocionan con sus canciones y nos hacen soñar con otro mundo, pero tenemos muy pero muy en claro que queremos una vida tranquila donde los beneficios, como mucho, nos lleguen por la lucha de otros y por la “buena voluntad de quienes nos gobiernan”.
No dudamos en decir que tal o cual medida tomada por Fidel, Chávez, Evo, Correa o Lula son excelentes y son pasos hacia la construcción de nuevos proyectos de países. Pero cuando algo similar sucede por estas pampas, estamos parados más cerca de la gusanería que del campo popular…
Y así, llenos de contradicciones, vemos pasar nuestros días en una sociedad conducida ideológicamente –a través de los medios masivos de comunicación y de las instituciones afines que dirigen- por quienes (a no dudarlo) son los principales responsables de los males y las lacras que aquejan a esta nación.
Ellos son los que aseguran que aquí no hay libertad de expresión, mientras cada día se nos hace más difícil encontrar algún medio que no sea opositor; ellos, son los que no dudaron en desabastecer el país; son los mismos que levantan sus voces cuando asesinan en un robo a algún ciudadano (hecho éste por supuesto totalmente reprochable y condenable), pero nada dicen ante las cotidianas muerte que producen la miseria y las desigualdades que ellos generan; son los mismos que amasaron fortunas mientras saqueaban el país y millones de argentinos quedábamos sumidos en la desesperanza…
¿Hasta cuándo seguiremos optando por la cara más linda, por el verso más entrador o por el corrupto que acusa a otro de corrupción? ¿Cuándo vamos a concientizarnos que lo que debemos hacer es elegir un modo de vida y contruirlo y sostenerlo desde lo discursivo los 365 días de cada año de vida? ¿Tan corta es nuestra memoria que transformamos en adalides de no sé qué causa a gobernadores que nada hicieron como jefes de estados provinciales y hoy prometen hacer algo desde una banca parlamentaria; o a vicejefas que nunca fueron a una sesión y ahora encabezan listas de diputados; o a paquetas señoras que prometieron renunciar y siguen en el ruedo, o a representantes de cierto partido político cuya gimnasia preferida es el abandono de la Casa Rosada y hoy “dan cátedra de cómo gobernar”?
Desde la asunción de Néstor Kirchner estamos viviendo un momento crucial como país y sociedad. Hemos seguido viendo mucho “más de lo mismo”, pero también somos testigos de que nuevos espacios no sólo se han abierto, sino han sido ocupados por representantes y proyectos del campo popular.
Que quede claro que nada se define de manera drástica en las próximas elecciones parlamentarias. Es cierto, parlamentos llenos de opositores vendepatrias nos harán retroceder a los años 90 y un triunfo oficialista permitirá seguir luchando por nuevos espacios que nos permitan seguir construyendo algunos pilares de la nueva sociedad.
Los verdaderos debates, los definitorios, se dan en el día a día, en nuestros lugares de trabajo, de recreación, en los clubes, en el barrio, con los familiares y vecinos. Es allí donde debemos demostrarles y demostrarnos que nada está perdido, que vale la pena mantener convicciones y principios, que seguimos luchando por aquellos ideales que nos movilizan desde siempre, que no nos tragamos los sapos de unos ni de otros porque tenemos memoria y recordamos quién fue y qué hizo cada quién en nuestra historia reciente, que seguimos sabiendo que todo depende de nosotros mismos.
Porque como dice el compañero uruguayo en una de sus canciones: “Nada nos queda y hay solo una cosa que perder. Perder la paciencia…”.


Adrián Lomlomdjian
Director

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