Editorial de la audición radial LA VOZ ARMENIA
Sábado 7 de Marzo de 2009 – Radio Génesis AM 970 (Buenos Aires, Argentina)
La semana pasada, en nuestro programa y a través de una reflexión de Rupén en su habitual espacio radial, nos retumbaba en la cabeza una cuestión, un interrogante que nos acompaña desde siempre y lo seguirá haciendo también con las venideras generaciones: ¿qué significa ser armenio en la diáspora?, ¿quién es armenio?, ¿qué quiere decir ser armenio?
Mucho se ha escrito, se ha hablado y debatido al respecto, pero siempre recaemos en esa misma cuestión.
¿Acaso “ser armenio” nos diferencia del resto de la raza humana? ¿”Ser armenio” no brinda particulares caracteristicas que no poseen otras nacionalidades? ¿”Ser armenio” significa “estar por arriba de los demás”? ¿”Ser armenio” significa “no ser argentino”?
Así, unas tras otras, pueden sucederse en nuestras cabezas infinitos interrogantes sobre este tema, que puede ser abordado utilizando el análisis científico correspondiente, pero que en este caso lo haremos desde el llano, desde las dudas y las certezas del hombre y la mujer común, como lo somos todos quienes algunas vez dedicamos algunos segundos o minutos de nuestras vidas para tratar de dirimir con otros o de explicarnos a nosotros mismos las razones que nos llevan a afirmar cualquiera de las posiciones adoptadas respecto a esta cuestión.
Nuestros antepasados, en algunos casos, podemos decir nuestros abuelos, buscaban a través de la reafirmación de su identidad armenia la perdurabilidad de sus tradiciones y costumbres, de su arte y cultura milenaria, de todos del valores nacionales. Pero lo hacían teniendo como condición primaria la no existencia de un Estado nacional propio que garantizara todo aquello que debían hacer ellos mismos. Porque vale recordar que durante largos siglos los armenios fueron súbditos de los imperios persa, otomano y zarista y debían ser ellos mismos, valiéndose de sus propios medios, quienes aseguraran, o al menos intentaran asegurar la perdurabilidad de sus valores nacionales.
A partir de la creación de Estado armenio en 1918, la mayor responsabilidad en la preservación y desarrollo de los valores nacionales pasó a estar en manos de quienes dirigieron dicho Estado desde esa fecha en adelante. Allí, en esa pequeña porción de territorio, la armenidad aseguraría su perdurabilidad en el tiempo, más allá de las críticas que puedan realizarse sobre tal o cual aspecto.
Por otra parte, y casi en simultáneo a la creación del Estado armenio, iba tomando forma una inmensa diáspora diseminada a lo largo y ancho del planeta, con centenares de miles de sobrevivientes del Genocidio de Armenios y deportados de sus tierras ancestrales, quienes comenzaban a organizarse con la esperanza de regresar algún día a su patria.
Esta primera generación continuó con la dinámica de pensamiento y acción de sus padres y abuelos, tratando de garantizar por todos los medios el mantenimiento de la identidad armenia en estas “nuevas tierras extranjeras”, con el único propósito de volver y sumarse con naturalidad a una sociedad, la armenia, de la que había sido separada a la fuerza.
Pasaron los años, las décadas, y si bien fueron varias las decenas de miles de aquellos armenios quienes regresaron a la Madre Patria en el período soviético, una inmensa mayoría quedó establecida en casi un centenar de países, conformando en cada uno de ellos comunidades bien organizadas y en relación directa con Armenia.
Pero la decisión de no regresar, ni antes ni ahora, no fue acompañada por otra decisión tan o más importante que ella misma, como lo es la de comenzar a cambiar el discurso o, para no generar enojos, la de adaptar el mismo a la decisión tomada.
Por ejemplo, si decidimos no regresar también debemos decidir comenzar a decir que “no somos armenios, sino argentinos descendientes de armenios”. Algunos dirán que es sólo un juego de palabras, pero no. Pensemos en ese niño y jóven al que le decimos que es armenio. Le estamos diciendo que es extranjero en su propio país, porque “su país” no es éste, sino aquel otro que está a decenas de miles de kilómetros de distancia. Siguiendo con esta dinámica, nada de lo que pase aquí debe interesarte, porque “vos sos armenio”. Trabajá, preocupate por tus cosas, ayudá a Armenia, pero no te metas en las cosas de acá que no es asunto nuestro, ni tuyo, “porque somos armenios”. Suena raro, pero lamentablemente así funcionamos durante largas décadas y, en algunos casos, sigue siendo así.
Pero hay algo mucho más criticable y es el uso “discriminativo” y “racista” del “ser armenio”, algo muy parecido a la ideología sionista, que ubica a nuestra nacionalidad a la altura de “una raza superior” con respecto al resto de las nacionalidades que componen la única raza existente: la humana.
Ejemplos que demuestren esta aseveración hay por doquier y, en muchos casos, todos caemos –algunos por ignorancia y otros por conveniencia y convicciones- o caimos en su utilización
Sabemos que este es uno de los temas más importantes a debatir en la diáspora, aquí en nuestra comunidad, entre los jóvenes y adultos. Porque de su correcta apreciación y aplicación dependen el desarrollo de las nuevas generaciones, el normal proceso de integración a la sociedad de la que forman parte y la relación indestructible con sus raíces ancestrales.
Adrián Lomlomdjian
Director
lunes, 9 de marzo de 2009
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